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El fascismo eterno

Antonio Fernández-Montes Romero

En abril de 1995, en la Universidad de Columbia, para conmemorar el aniversario de la insurrección italiana contra el fascismo de Mussolini y nazismo hitleriano y luchar, junto con los aliados, para la liberación de Europa, el filósofo y escritor italiano Umberto Eco pronunció la conferencia “Eternal Fascim”.

La conferencia fue traducida a varios idiomas y publicada por distintos periódicos y revistas, consiguiendo una destacada significación en la sociedad americana y a nivel internacional. Dicha conferencia, recogida posteriormente en un ensayo, nos presenta un certero análisis del fascismo, sus características y sus rasgos fundamentales perfectamente reconocibles. En él enumera y define los arquetipos esenciales en los que se fundamenta tal ideología y nos ofrece catorce rasgos que aparecen habitualmente en los movimientos fascistas. Aunque no todos ellos están presentes en los movimientos fascistas en general, juntos crean un patrón perfectamente identificable. Eco utiliza el término Ur-fascismo como descripción genérica de las diferentes formas históricas de mismo y sostiene que no es necesario que concurran los catorce claves para que se dé el fascismo, sino que basta con que esté presente una de ellas para que el fascismo se cristalice en torno a la misma.

No voy a entrar en el detalle de ninguna de ellas —recomiendo a los lectores que lean el ensayo y saquen sus propias conclusiones— pero resulta determinante, de la simple observación empírica del devenir de los hechos que están sucediendo en pleno SXXI; la concurrencia de varias de estas claves y rasgos en nuestros días; el culto al pasado y la tradición, el rechazo a todo lo que suponga progreso, irracionalidad e irracionalismo, no aceptación del pensamiento crítico, apelación a la frustración social como desencadenante de la pasiones identitarias, evocación del nacionalismo…

Así, si establecemos una sencilla relación causal entre cualquiera de ellas y su traslación a la sociedad actual, podemos entender el creciente auge y desarrollo de movimientos fascistas, agrupados bajo distintas siglas, países, denominaciones e identidades. La presencia del viejo fascismo, revestido con nuevas características, está servida y pone en peligro a nuestras democracias. En todo este tiempo, la trasmisión del viejo fascismo cabalga a lomos de la era digital; la aparición y consolidación de la sociedad digital. Esta, específica de nuestro tiempo, facilita y eleva a la enésima potencia la capacidad de divulgación y contaminación social de los arquetipos fascistas. La proliferación de redes sociales y medios digitales junto con la participación masiva de la población en ellos, sin elementos de control y verificación, ha hecho que se propaguen a la velocidad de la luz y además penetre en todas las capas sociales de cualquier sociedad en un mundo globalizado, especialmente en sectores juveniles, atraídos por endeble entelequia de una guerra cultural y en otros sectores por la irradiación de factores económicos y sociales producto de la desigualdad de un capitalismo salvaje y excluyente.

La reciente y pasada visita no oficial de Milei a España por invitación del partido de extrema derecha español, Vox, conscientes de su repercusión social y política, con la participación de distintos partidos y partidarios europeos de este nuevo fascismo del SXXI, organizados en torno a un objetivo común, una alianza universal con eco y voz conjunta a nivel internacional, es una muestra palpable del advenimiento y la capacidad de regeneración del Fascismo Eterno. Su estrategia, perfectamente definida y coordinada, quiere hacernos creer que la democracia, tal y como la conocemos hoy, es un sistema caduco, que no funciona y que genera más problemas que soluciones aporta a la sociedad y, por ende, nos quieren confundir a través de la desinformación —bulos y falsas noticias, posverdad,…— para generar descontento y hartazgo en la sociedad y así poder crear el ambiente social necesario que les permita llegar al poder. Su objetivo es sustituir el actual sistema democrático, garante de derechos y libertades y de convivencia, por otro autoritario posdemocrático y despótico, que bajo una seudo-democracia le permita ejercer poder y tener control de la sociedad (ejemplo claro Rusia y Putin, USA y Trump, Argentina y Milei, Hungría y Orban,…)

Hace unos días, el 14 de mayo, en el medio manchego eldíadigital.es, en su columna semanal, mi considerado amigo Ángel Luis López Villaverde, colega de profesión, publicaba un artículo titulado Ninis, en el que realiza un certero análisis político, habida cuenta de los resultados de los recientes comicios autonómicos en Galicia, País Vasco y Cataluña y sus posibles derivadas en el ámbito nacional y traslación a la próximas elecciones al Parlamento europeo en un contexto de incertidumbre e indefinición política. Dicha columna la compartía en una red social restringida a antiguos amigos y conocidos de nuestra juventud y dio lugar a algunos comentarios que demuestran de forma tácita la penetración y el éxito que la estrategia de intoxicación y contaminación social del Ur-fascismo.

El primero de los comentarios decía: “ …o cambiamos el sistema en general o….” (cambio del actual modelo democrático), para a continuación reconocer que su manifestación no se debía a ser un antisistema pero poco a poco podría serlo y que no era una mala opción.

El uso del concepto antisistema siempre me ha producido un enorme rechazo y su mal uso solo se entiende desde el desconocimiento del significado de concepto sistema. Los que nos dedicamos al estudio de las ciencias no podemos aceptar el término antisistema; pues la existencia de cuanto conocemos, físico o metafísico, requiere la existencia de unas relaciones y estructuras, sencillas o complejas, que determinan procesos que definen una entidad con límites y partes interrelacionadas cuya agregación es mayor a la suma de las partes, es decir un sistema. En el campo científico se ha creado la Teoría General de Sistemas como enfoque multi e interdisciplinar del estudio de los sistemas en general y de los principios aplicables a cualquier sistema en todos los campos de investigación. Sólo, desde un enfoque totalmente equívoco, se puede admitir el uso de la palabra antisistema; reservándolo exclusivamente para aquel movimiento o acción que pretender eliminar de una manera fortuita e intencionada un sistema existente para imponer otro que le sustituya y lo reemplace. En el caso que nos ocupa, desde la opción política, definirse como antisistema, significaría eliminar el actual sistema democrático por otro totalmente antidemocrático y que no puede ser sino cualquier forma de autoritarismo en sus distintas manifestaciones del fascismo.

Otro comentario decía “Lo que está claro es que (a los políticos) les importamos poco” en relación al poco interés de toda la clase política respecto a los problemas de la sociedad. Admitir esta afirmación supone la banalización de la política y su importancia en el hecho político como instrumento de transformación social. Hecho que pretende a todas luces el Ur-fascismo. La contaminación ideológica ultra tiene por fin el desencanto individual de la política democrática; un hartazgo social para acabar con los valores y principios que sustenta el sistema democrático, la democracia, y así facilitar el triunfo de la ideología fascista. La generalización “todos son iguales” en sentido peyorativo, convertida en ponzoña peligrosa, genera descontento y desapego en la población en general, hace que los valores democráticos sean despreciados, se produce simpatía con el autoritarismo y fanatismo ideológico y crea indiferencia, cuando no predilección, para aceptar otras formas de gobierno y organización no democráticos.

A colación de lo anterior, la aceptación generalizada de formas alternativas a la democracia, representada por falsos líderes, normalmente estrafalarios en todos sus aspectos, podemos igualmente significar el notorio encuentro del presidente de la CEOE y un nutrido grupo de representantes del empresariado español con el ultraderechista Milei. Su aquiescencia a dicho encuentro se mal justifica desde el ámbito de la democracia por el perfil del citado personaje y su considerable enajenación mental, pero se podría defender desde la óptica presente y futura de los intereses empresariales en Argentina. No obstante, dicho elenco empresarial debería leer, a modo de ejemplo, el libro del galardonado escritor francés Eric Viullard titulado El orden del día. Libro que nos muestra el relato trepidante de la reunión secreta que tuvieron en febrero del año 1933 en el Reichstag Alemán los dueños y magnates de las grandes empresas alemanas: Opel, Siemens, Bayer, Agfa, Varta,….. con el fin de autoconvencerse y mirar para otro lado ante el creciente empuje de partido nazi alemán, y además admitir las donaciones de ingentes cantidades de dinero al partido nazi que llevaría a Hitler al poder. Lo hicieron pensando que no solo no era un peligro para la sociedad alemana, sino que además favorecería sus intereses empresariales. Lo que vino después todos lo conocemos. Creado el monstruo, resulta imposible su control.

La reciente y pasada visita no oficial de Milei a España por invitación del partido de extrema derecha español Vox es una muestra palpable del advenimiento y la capacidad de regeneración del 'Fascismo Eterno'

El referido encuentro de Milei y los representantes de las empresas españolas, plasmado en una foto, como shock en la retina de los ciudadanos, no es otra cosa que la infamia de una aceptación que sirve como medalla o cuadro honorífico para el susodicho personaje, y vergüenza y descrédito del séquito acompañante. Si blanqueamos el Ur-fascismo, damos carta de patente para su aceptación bajo la normalidad. Deberían tomar ejemplo el empresariado español del manifiesto recientemente realizado por más de treinta empresas alemanas llamando a la población alemana a estar alerta a los cantos de sirena de la extrema derecha alemana, neo Ur-fascismo, y a manifestar una resistencia activa frente al reto y peligro que suponen los próximos comicios al Parlamento Europeo.

Los griegos acuñaron el término demokratia, procede de las palabras griegas demos, pueblo, y kratos, gobierno, para referirse a una nueva forma de gobierno de las ciudades-estados que componía la Grecia antigua en la que participa una buena parte de la población como antítesis de los gobiernos basados en la gobernanza de reyes, aristócratas, jefes militares, déspotas o cualquier otra forma de organización social y política. Desde su aparición en Grecia, las democracias son los sistemas de gobierno y convivencia social que menos se han utilizado en la historia reciente de la humanidad, últimos 2.500 años, estando siempre amenazada por otras formas autoritarias civiles o teocráticas. La democracia ha ido evolucionando en la forma y la medida que ha evolucionado y se ha desarrollado la humanidad, pero no por ello es perfecta. Las democracias modernas están amenazadas como lo estuvieron en el pasado. Son débiles, frágiles y requieren la defensa de todos; no sólo de la clase política. Es cierto que dentro de la clase política hay mucho lobo político con piel de cordero, que acepta sus reglas para pervertirla y eliminarla. Estos fake-políticos trabajan infatigablemente para minar la confianza de los ciudadanos en los políticos electos, en los partidos y organizaciones que defienden los valores y principios de la democracia.

Constatación de éxito de este neo-fascismo actual es la sustitución ideológica de los tradicionales partidos conservadores por otra de corte más radical y próximo a sus planteamientos antidemocráticos. Así, en lugar de evolucionar de un planteamiento conservador tradicional hacia una ideología más abierta y moderada, demócrata cristiana, han virado a una opción más a su derecha. De esta forma, tenemos partidos con ideología de extrema derecha y partidos políticos de derecha extrema. Buen ejemplo de ello es el retroceso ideológico del PP. Robert Dahl, el politólogo más influyente de las últimas décadas, quien fuera catedrático de ciencia política en la Universidad de Yale, en su conocido ensayo La democracia, libro que debería forma parte del proceso educativo de cualquier ciudadano de un país gobernado bajo un modelo democrático, plantea que, cuando hablamos de democracia, quizá puede inducirnos a confusión, ya que el simple hecho de aceptarla en su concepción integral se refiere tanto a un ideal como a una realidad, y muchas veces, los gobernados bajo la misma somos incapaces de su distinción. El pragmatismo de la realidad democrática, con sus imperfecciones, oculta el fin de la búsqueda del ideal democrático y de su fractura resurgen las opciones antidemocráticas: el "fascismo eterno".

El 'Ur-fascimo' está aún a nuestro alrededor, a veces vestido de paisano…. Nuestro deber es desenmascararlo y apuntar con el índice a cada una sus formas nuevas, todos los días en todos los rincones del mundo”. Umberto Eco. Conferencia El fascismo eterno. Universidad de Columbia. 25 de abril de 1995.

Antonio Fernández-Montes Romero es socio de infoLibre.

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