“El feminismo es una forma de vivir individualmente y de luchar colectivamente”.Simone de Beauvoir
Cuando la defensa de las libertades individuales de las mujeres se unen a la defensa de un capitalismo financiero, basado en deudas y transacciones, ocurren dos situaciones: se pierden los derechos sociales por los que se ha luchado durante mucho tiempo y hay una desnaturalización de la vida humana que convierte a las personas y, sobre todo a las mujeres, en mercancía con fines de lucro.
El neoliberalismo es una revolución conservadora y una forma de regular el comercio internacional, que va a realizar una reforma del Estado que quiebra la dicotomía entre lo público y lo privado. Hay un cambio en los gobiernos, a partir de los años ochenta, que pasan de defender lo público y limitar a las empresas a favor de los trabajadores y las trabajadoras, a defender los objetivos de las empresas con prácticas político-económicas que ponen en auge la libertad empresarial, la propiedad privada y la libertad de mercado. Esta lógica empresarial se traduce en un nuevo proyecto de sociedad donde las personas pasan a ser un instrumento para el aumento de la rentabilidad.
Partidos políticos conservadores, y también de izquierdas, optaron por esta vía en la que defendieron la mercantilización y algunos la unieron con la protección social, creando un progresismo ramplón, reduciendo progresivamente su crítica estructural a la sociedad capitalista y elaborando discursos de emancipación de grupos étnicos, mujeres y LGTB, a los que han ido reconociendo y empoderando a la vez que perdían derechos sociales.
Las consecuencias de esta forma de proceder han supuesto un colapso de la hegemonía neoliberal, con el triunfo del Brexit en Reino Unido, el rechazo a las reformas de Renzi en Italia y el triunfo de Trump en EEUU. Rebeliones electorales que rechazan la globalización progresista y el establishment político que las ha provocado. Liberales progresistas que han llevado paulatinamente a una degradación de las condiciones de vida de la clase trabajadora a la vez que defendían discursos emancipadores.
Esta forma de organizar el comercio internacional es un proyecto político que reproduce las estructuras patriarcales y de dominación económica. Hay una pérdida de Derechos Humanos. Derechos de tipo igualitario, distributivo y solidario (derechos laborales, sociales y culturales), que son sustituidos por los derechos que prioriza el mercado y que van a garantizar la libertad individual, la seguridad y la propiedad privada, perjudicando especialmente a las mujeres, no solo por su posición económica, sino en la acción política y jurídica conseguida en la última mitad del siglo XX. Las estructuras de igualdad y justicia social se someten a leyes económicas inmorales.
Esta nueva agenda feminista neoliberal crea un discurso que transforma las necesidades colectivas de las mujeres en discursos sobre demandas individuales. El feminismo se preocupó durante mucho tiempo de crear un discurso sobre las necesidades de las mujeres que pasarán de ser situaciones privadas, domésticas o culturales a necesidades públicas. Creó términos como sexismo, acoso sexual, violación conyugal, segregación sexual, doble jornada, etc., que transformaron prácticas de discriminación en reivindicación de derechos que convertían a la víctima en parte de un colectivo. Por ejemplo, las victimas de violencia de género fueron vinculadas a necesidades de independencia económica, vivienda, guarderías… No ser maltratada es un derecho y es consecuencia de un sistema patriarcal.
Los discursos sobre libertad individual y de elección se guían, sin embargo, sobre demandas individuales no por necesidades colectivas. Despolitizan las necesidades porque se oponen a su tratamiento como asunto público apoyados en los discursos de reprivatización. La libertad individual y de elección defiende como derechos la prostitución, los vientres de alquiler o la educación en exclusiva para el mercado laboral; no derechos de las mujeres, sino de los que se sirven de las mujeres.
Los Estados empresa cambian las necesidades politizadas a necesidades administrables (de gestión) y convierten a los grupos de presión en sujetos individuales. En un feminismo de Wall Street, dicen defender la igualdad desde las filas conservadoras, pero quieren un “feminismos inclusivo”, que no les pongan etiquetas, y algunas identifican manifestarse el 8M con acentuar un estereotipo sexual.
Los derechos son reivindicados por el feminismo por la opresión estructural que ha existido y existe sobre las mujeres, por lo que la igualdad de género no puede ser una igualdad inclusiva, igual para hombres que para mujeres. El feminismo es un monopolio de la izquierda mientras se frenen los permisos de baja por paternidad o se pida a las mujeres inmigrantes que den a sus hijos e hijas en adopción para permitirles quedarse en nuestro país.
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La explotación de las mujeres inmigrantes, el turismo sexual y el tráfico internacional de mujeres afecta a todas las mujeres porque hay una interdependencia mundial. El neoliberalismo y la globalización económica son una ideología de invasión en estrategias de dominio sobre las mujeres como en el colonialismo sobre los pueblos. El feminismo neoliberal no cambia el patriarcado estructural porque todos los feminismos no son igual de transversales.
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Carmen Rodríguez Martínez es socia de infoLibre
“El feminismo es una forma de vivir individualmente y de luchar colectivamente”.Simone de Beauvoir