Fondo y forma
A veces cuesta entender cómo nos sentimos, y resulta todavía más difícil, cuando sabemos cómo nos sentimos, explicar por qué nos sentimos como lo hacemos.
Hay momentos en la vida que todo nos desborda, nos parece injusta y no entendemos el dolor que nos causa, ya sea cercano, intenso, personal o, a veces, simplemente la incomodidad, la tristeza, la impotencia o el enfado que nos producen determinadas actuaciones de la clase política, de nuestros dirigentes que parecen preocuparse más por cómo sale la foto, por tener unos minutos (o unas horas) de protagonismo, que por actuar en beneficio del interés general. Creo que la clase política en general no es más que un reflejo de la sociedad y del momento, por eso aunque haya personas y personajes que quizá resulten anacrónicos, en realidad en demasiadas ocasiones, somos nosotros como sociedad quienes nos comportamos así.
La imagen, las formas, son muy importantes, a veces decisivas, pero tengo la impresión de que en muchas ocasiones perdemos de vista el fondo, el para qué hacemos lo que hacemos y cuál es el motivo o motivos que nos impulsan.
Probablemente no esté en nuestras manos solucionar los problemas de la sociedad, pero sí intentar contribuir en la medida de nuestras posibilidades a que a nuestro alrededor cada persona lo tenga un poco más fácil
En mi caso, en que cada día siento la inseguridad, la dificultad, las barreras que en muchos casos son autoimpuestas y quizá autopercibidas, siempre vuelvo a lo que realmente importa: las personas, aquellas que se ocupan y preocupan, aquellas que tienden su mano, ofrecen su sonrisa y se acuerdan cuando lo pasamos mal y no sabemos o no podemos expresar todo lo que nos pasa. Probablemente no esté en nuestras manos solucionar los problemas de la sociedad, pero sí intentar contribuir en la medida de nuestras posibilidades a que a nuestro alrededor cada persona lo tenga un poco más fácil. No es necesario demostrar en cada momento todo lo que somos capaces de hacer, tenemos derecho a equivocarnos y a estar tristes, a no acertar siempre en nuestro trabajo, nuestros exámenes o con nuestros hijos, quienes tienen capacidad de decisión harían bien en preocuparse no solamente de cómo quedan las fotos y de si salimos debilitados o fortalecidos de determinadas actuaciones, sino también de los pequeños detalles: una sonrisa sincera, unas palabras de aliento, un "lo estás haciendo bien" quizá resulte más efectivo y creíble que cualquier campaña de presentación. A veces es más sencillo reconocer que nos hemos equivocado que tratar de "arreglar" algo que ni siquiera sabes que está estropeado hasta que alguien te avisa. Tengo la suerte de estar rodeado de personas, familia, amigos, compañeras, compañeros que se preocupan no solo de avisarme cuando hay algo que arreglar, sino también de ayudarme a hacerlo. Queremos diferenciarnos, destacar, ser el o la mejor. Yo quiero tener cerca a la mejor, a las mejores personas para mí, son las que me sostienen cuando me caigo o me ayudan a ver cuando no veo.
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Francisco Goya es socio de infoLibre