Fútbol es fútbol (y no sólo fútbol)

Javier C. Fernández Niño

Rara vez, en este medio, puedo leer noticias deportivas. Lógico, puesto que aquí, en infoLibre, no se fomenta el “pan y circo”, sino la reflexión y el análisis de la sociedad en la que nos desenvolvemos.

No obstante (o precisamente por eso) me atrevo a escribir estas líneas.

Sí. Como seguidor del llamado “deporte rey”, me puse el despertador a las tres menos cuarto del pasado viernes para ver cómo la selección femenina se clasificaba para las semifinales del mundial. Sí. También viví con pasión la victoria frente a Suecia que las (nos) metió de lleno en la final. Y sí. Acompañé con toda la ilusión de la que fui capaz el viaje que realizó el balón que Olga Carmona inició desde el borde del área hasta su destino dentro de la portería. No fue hasta el final del partido, y después de compartir desde la distancia la alegría y los abrazos de nuestras compatriotas, cuando me hice la pregunta: ¿qué equipaje llevaba ese balón?

Estas mujeres a las que tanto elogiamos tuvieron que anunciar una huelga para forzar la firma de un convenio, no en el siglo pasado sino en el 2020, que les garantizara un sueldo mínimo para las jugadoras de Primera División de 16 mil euros brutos anuales

Las respuestas a esta pregunta vinieron por sí solas, encadenándose una tras otra, engrandeciendo mi admiración hacia ellas y mi indignación, a partes iguales, hacia nadie y hacia todos.

Estas mujeres a las que tanto elogiamos tuvieron que anunciar una huelga para forzar la firma de un convenio, no en el siglo pasado sino en el 2020, que les garantizara un sueldo mínimo para las jugadoras de Primera División de 16 mil euros brutos anuales. O lo que es lo mismo, lo que cualquier jugador mediocre, pero hombre, gana en una semana.

Estas mismas mujeres a las que se les negaba su derecho a la maternidad, so pena de rescisión de su contrato de trabajo, tuvieron que viajar a Canadá en el 2015 tres días antes del comienzo del evento, alojarse en instalaciones inadecuadas y, además, sufrir el desprecio de la mayoría al quedar eliminadas en la fase de grupos en tales circunstancias. En esa selección ya se podían leer los nombres de Ivana Andrés, Irene Paredes, Alexia Putellas o Jennifer Hermoso. Las mismas que hoy son heroínas, eran villanas entonces.

Esas mujeres que están cerrando en el terreno de juego la hasta hace poco ingente brecha de recompensas a base de triangulaciones, centros, remates, paradas, bloqueos, despejes, cruces, marcajes, regates y cambios de juego, con espectáculo futbolístico en resumidas cuentas, idéntico al que puedan desarrollar sus compañeros masculinos. O mejor... y sirva como ejemplo el pasado partido que disputaron Getafe y Barcelona en la primera jornada de la Liga. Porque, pese a haber triplicado los premios, aún persiste esta brecha. A saber: la FIFA premia con poco más de 4 millones de euros al equipo campeón de este mundial, mientras que en Qatar el premio para el ganador del mundial masculino fue de 40 millones. O dicho de otra forma, si España gana el mundial femenino, la Federación percibirá menos de la mitad de lo que recibió por el equipo masculino al caer en octavos de final frente a Marruecos.

Y pese al esfuerzo de la Federación, que, esta vez sí, ha invertido en viajes y alojamientos adecuados, equiparables a los de la selección masculina (y ahí están los frutos), todavía estas jugadoras, a nivel individual, estarían lejos, muy lejos, de sus compañeros de profesión. Éstos percibieron de la Federación 100 mil euros cada uno pese al fiasco deportivo, mientras que nuestras mujeres no hubieran recibido esa cantidad hasta llegar a las semifinales.

También los clubs tienen su responsabilidad. Aunque este tema daría para mucho, vaya sólo un apunte: no puede ser que un Valencia-Barcelona se juegue en un campo en el que no caben más de 2 mil espectadores.

No todo son cargas en ese equipaje. También hay esperanza.

Esperanza deportiva que surge de los campeonatos, mundiales y europeos conseguidos por las jugadoras de las selecciones de menor edad (me niego a llamarlas inferiores). Sí, también las seguí, estuvieran en Costa Rica o en Bélgica.

Y otro tipo de esperanza. La que nos enseña qué tipo de sociedad queremos construir. Una sociedad que sabe sobreponerse a las dificultades, que sabe reencontrarse en el diálogo (léase el enfrentamiento entre Vilda y “las 15”) y la que nos transmite la naturalidad con la que se asume la diferencia (léase libre elección de amar).

Y ahora que me digan que el fútbol femenino no es fútbol. Sí. Es fútbol y no solo fútbol.

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Javier C. Fernández Niño es socio de infoLibre.

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