En estas últimas semanas, los jienenses han salido a la calle en unas manifestaciones que no estaban previstas y que pueden haber sorprendido a muchos españoles. Su reacción se produce como consecuencia de comprimirles durante años; su paciencia ha devenido en hartazgo y han fluido los sentimientos y la reivindicación de derechos prometidos y olvidados, como fluye el líquido de la botella del cava.
No quiero que el título lleve a engaño a los jienenses y me tachen de racista, por eso voy explicar de inmediato la anécdota -más que anécdota- desconocida para la mayoría de los jienenses, que da sentido al título y que puede ser el origen del abandono que sienten y expresan hoy todos los jaeneros.
Corría la primavera del año 1976 y para consolidar su reinado y ganarse el favor popular, Juan Carlos I recorrió las capitales principales de Andalucía y desde los balcones de los Ayuntamientos echaba su discurso final en el que alababa sus tierras y a sus gentes, y terminaba siempre de la misma manera: ¡Viva Huelva! ¡Viva Andalucía! ¡Viva España! ¡Viva Córdoba! ¡Viva Andalucía! ¡Viva España!, con la repetición entusiasta de los vivas de los que le escuchaban. Hasta que llegó a Jaén, pronunció su discurso y terminó: ¡Viva Jaén! ¡Viva España! y se comió ¡Viva Andalucía!
Viniendo de dónde venía Juan Carlos, y no habiéndose constituido la monarquía todavía como monarquía parlamentaria en su persona, los mal pensados dedujimos que Jaén estaba en discusión sobre su pertenencia a Andalucía. No pudo pasar como un lapsus de Juan Carlos, porque fue elevado al trono meses antes con el dictador todavía no enterrado, sabiendo que Jaén se mantuvo fiel a la República hasta el último momento.
Puede que el sociólogo jienense, mi tocayo Felipe Morente, no conozca esta anécdota, la veteranía es un grado, confío que también para mi vacuna, pero sus declaraciones confirman que en Jaén está pasando “algo distinto, desconocido, que viene de antiguo”. “Nos castigó primero el régimen franquista por ser fieles a la República hasta el final, y después nos han castigado por ser obedientes: la fidelidad y el compromiso de los jienenses con el partido que era la expresión de la democracia y que ha gobernado en Andalucía durante décadas, esa lealtad ciega ha castigado a Jaén, usada como moneda de cambio en las batallas por el poder”, sentencia Morente.
Sabemos que ese menosprecio de Juan Carlos a Jaén no tuvo consecuencias en el Estatuto de Autonomía aprobado por amplia mayoría en referéndum en 1980 (salvo en Almería), y nadie que yo sepa puso en duda la pertenencia de Jaén como una provincia más de Andalucía, pero por las movilizaciones mantenidas estos días por los jienenses por el olvido que sienten ¿no habrá estado operando esa duda en el inconsciente de todos los gobiernos que ha tenido Andalucía y de los gobiernos centrales?
Por su rebeldía contra el golpe militar y su apoyo a la República del pueblo jaenero, el Partido Socialista ha gozado de un amplio apoyo electoral con el que ha gobernado la Junta y la mayoría de los Ayuntamientos pero que no se ha traducido en paralelo en un apoyo suficiente a su industria, a su olivar, a sus infraestructuras y servicios, a su empleo y al mantenimiento de su población, especialmente de su juventud.
Escribo con la convicción comprobada por la experiencia que los partidos políticos que tienen un amplio apoyo electoral en un territorio se comportan con la certeza de que sus votantes no les abandonarán, aunque no les materialicen las oportunidades que les ofrecen en las campañas, se olvidan de ese territorio con suma facilidad hasta que la paciencia se les acaba a sus gentes y entonces se sorprenden y maldicen la incomprensión. Jaén puede ser un ejemplo.
Tampoco creo que Carmen Calvo conozca la anécdota, porque era muy joven y había que estar muy espabilada en aquella época para captar cómo se desenvolvía la política y el dato no viene en los textos constitucionales que ella enseña. Pero sí sabe del apoyo electoral al PSOE en Jaén y ha obrado con esa certidumbre al retirar a Jaén la Concentración de Órganos Logísticos Centrales del Ejército (COLCE) para dárselos a Córdoba, su patria chica, el último agravio que ha hecho saltar la chispa de la indignación a los jienenses como le achacan y critican todas las plataformas vecinales que se han movilizado estos días en la provincia.
Ella, que se dice tan respetuosa y defensora de las Instituciones del Estado, con su decisiva intervención ha conculcado el acuerdo que había tomado el Parlamento andaluz para que la COLCE se instalara en Jaén, comprometiendo al presidente del Gobierno en lo que los jaeneros consideran una cacicada. Y si es una cacicada, que no se duela de que la puedan llamar cacique. Dura afirmación. Pero, como diría ella, “Dura lex sed lex”. Abandonar a Jaén a su suerte es como negarle su pertenencia a Andalucía. Duro también va a ser para el partido socialista reconquistar el califato y su mezquita para el pueblo y Andalucía, esa parte de lo que fue el Al-Ándalus. Con este escrito y los litros de aceite que pido todos los años a las almazaras, todo mi apoyo a los jienenses.
Felipe Domingo Casas es socio de infoLibre
En estas últimas semanas, los jienenses han salido a la calle en unas manifestaciones que no estaban previstas y que pueden haber sorprendido a muchos españoles. Su reacción se produce como consecuencia de comprimirles durante años; su paciencia ha devenido en hartazgo y han fluido los sentimientos y la reivindicación de derechos prometidos y olvidados, como fluye el líquido de la botella del cava.