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Justicia militante

Verónica Barcina Téllez

Uno de los descréditos de la Justicia es la exasperante lentitud de sus señorías a la hora de abordar su desempeño profesional. Suelen alegar falta de medios y no les falta razón, aunque a esta circunstancia se añaden la desidia generalizada y la secular apatía de un gremio donde los tiempos parecen medidos por los relojes blandos de Dalí. Cuando es su deseo, su señoría, con los mismos medios, pasa de la primera a la sexta velocidad, casi sin mover la palanca de cambios: es cuestión de la voluntad personal de togas y puñetas.

Sus señorías parecen vivir aferradas al pasado, como se desprende de su indumentaria, su vocabulario, su gramática y su concepción de la ecúmene. Salta a la vista que no es así, que sus señorías disponen de un DeLorean que les permite viajar al futuro, superando la velocidad de la luz, para conocer cómo pueden alterarlo eficazmente con sus incoaciones del presente. La utilización del tiempo por parte de la Justicia, aunque pudiera parecer caprichosa, obedece a una deliberada estrategia calculada para traspasar las fronteras del Poder Judicial y minar la independencia del Poder Legislativo y la del Poder Ejecutivo.

El Regreso al futuro de la Justicia cuenta cada vez con más entregas, pero tan iterativas que han destripado el final de una saga que ya aburre y lleva al espectador a la convicción de que la Justicia no es igual para todos. En el DeLorean viajan el juez Peinado (esposa de Sánchez) o la jueza Biedma (hermano de Sánchez) mientras la jueza Iglesias (novio de Ayuso) parece hacerlo en una vieja tartana con limonera. Y luego hay señorías como García Castellón que utilizan uno u otro vehículo en función de quien, como Penélope, se sienta en un banquillo del andén a esperar que llegue el primer tren meneando el abanico.

La utilización del tiempo por parte de la Justicia, aunque pudiera parecer caprichosa, obedece a una deliberada estrategia calculada para traspasar las fronteras del Poder Judicial

En este país hay barra libre para opinar sobre clima, urbanismo, sanidad, economía, guerra, filosofía, educación, cultura, fútbol o el sexo de los ángeles… desde las filias y las fobias de cada cual. También sobre la Justicia se emiten, es fácil hacerlo, juicios de valor desde la barrera del sofá y las redes sociales o saltando al albero en la barra del bar. No es necesario entrar en enjundias jurídicas ni disquisiciones legales, basta una pose leguleya para dictar sentencia sobre cualquier asunto de tribunales sin distar de los argumentos, con un sesgo político más que evidente, de buen número de sus señorías en asuntos de calado.

La etología no alcanza a explicar con suficiencia si determinadas conductas de jueces y fiscales obedecen al natural desarrollo racional o vienen condicionadas por lo que se conoce como militancia ideológica. Es complicado descartar dicha militancia en personas que, conociendo como nadie las leyes y las consecuencias de sus veredictos, se decantan por interpretaciones torticeras de las mismas al amparo de una presunta independencia que queda así mermada, herida de gravedad por el descrédito popular. Pocos gremios exhiben un corporativismo de forma tan sumamente arriesgada, suicida, como la cohorte judicial.

Sus señorías han sustituido a Aranzadi o Lefebvre por recortes de prensa de medios tóxicos especializados en bulos y desinformación y dan crédito a las acusaciones de profesionales de la agitación social como Abogados Cristianos, Manos Limpias, HazteOír, Iustitia Europa, Liberum o Vox, a veces ignorando los informes de la UCO. Es así como se transforman sus injustas señorías en peligrosos soportes para la antipolítica que ponen en peligro la Democracia dando alas al populismo golpista de la derecha y la extrema derecha.

El Poder Judicial debe rendir cuentas al pueblo soberano y no buscar su emancipación de la voluntad popular, y por tanto su deslegitimación, como sucede con la Jefatura del Estado. Palomitas y apuestas para ver en qué queda la denuncia al emérito comisionista.

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Verónica Barcina Téllez es socia de infoLibre.

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