Librepensadores
Sobre Mercadona y la fuerza del consumidor
Muchos y muchas visteis el Salvados sobre de Mercadona, permitidme una pequeña reflexión, gracias. Partamos en el análisis de los españoles y españolas que contaban con un aparato de televisión accesible el pasado domingo, 27, por la noche.
La primera división, de las varias que voy a hacer, es obvia: una parte de esos españoles/as decidió ver el programa y otra no (no voy a entrar en porcentajes porque sería pura especulación). Pienso que la gente que no vio el programa es porque pasan de estar informados, o compran en Mercadona y no quiere hacerse “pajas” mentales. Son gente que habitualmente optan por la “sabia” decisión del “avestruz”: meter la cabeza en un agujero para no saber lo que pasa. Antes de despedir a este grupo, solo decirles que tengan cuidado porque de tanto meter la cabeza en el agujero, alguna vez no van a ver el tren y les va a pasar por encima.
Sigo con el grupo de televidentes del programa, entre los que me incluyo. Hemos podido escuchar a los testigos y abogados de ambas partes y solo nos queda a los jueces, todos/as los que hemos visto el programa, emitir un veredicto y dictar sentencia.
Despido en este punto a todos aquellos que no se mojan (es su práctica habitual) y pasan de ejercer su derecho a dictar sentencia. Ellos/as van a seguir yendo a Mercadona y no quieren magrearse el coco, comprensible. Hasta luego chicos/as.
A los que si queremos ejercer nuestro derecho de decidir, se nos presenta la dicotomía de escoger entre lo que nos dicta nuestra conciencia, haciendo caso a los detractores y declarándola culpable o decidirnos por dar prioridad a nuestros intereses y emitir un veredicto de inocencia.
“Para gustos se han hecho los colores”. Despido a los que han optado por absolver a la cadena. Ciao.
Ya vamos quedando menos. Quedamos los que con espíritu crítico, y aún reconociendo los beneficios (servicio, variedad, precio) que nos ofrece la empresa, pensamos que son inadmisibles las prácticas represivas y la política “absolutista” que tiene con sus empleados. Quedamos los que pensamos que Mercadona es culpable.
El veredicto está tomado, pero queda la parte más difícil hay que dictar sentencia, hay que imponer un castigo y lo más peliagudo, hay que cumplirlo.
Alguno es este punto dirá: “Pero como vamos a castigar, ellos tienen el poder, no hay nada que hacer”. Sí, ellos tienen el poder, pero nosotros, los consumidores, tenemos la fuerza. El sistema se nutre de nosotros, de nuestro dinero. Si nosotros dejamos de comprar, de consumir, el sistema (el capitalismo feroz) temblaría y se rompería en pedazos. Esa es nuestra sentencia, nuestro posible castigo.
Lamento apear ahora, aquellos que por su situación de penuria económica no se pueden permitir el lujo de escoger y de castigar y tienen, lógicamente, que optar por sus intereses, aunque les fastidie. Hasta siempre, amigos/as.
Ya solo quedamos “la élite”, los privilegiados que podemos optar por castigar. Los privilegiados que podemos pagar el pescado más caro en la pescadería del barrio. Muchos de vosotros/as, seres privilegiados repito, optáis por sentenciar, algunos incluso dictaréis sentencia, pero: ¿cuántos la ejecutáis? Me temo que yo y cuatro gatos más, que encima tenemos que aguantar que nos llamen tontos porque no nos aprovechamos de las ventajas de Mercadona.
Si no ejecutáis la sentencia, vosotros y vosotras que podéis, vuestra actitud crítica se queda en un mero postureo. Menos blablablá y más actuar, amiguetes. Vosotros y vosotras tenéis la fuerza y podéis hacer que esto cambie. Ah, claro, ¿qué vais a hacer vosotros solos? ¡No servirá para nada! Bonita forma de tranquilizar la conciencia. Alguien tiene que empezar. Yo mismo, ¡que coño! No soy un teórico. Las ideas se demuestran con los hechos.
Muchos sabéis que vivo en Laredo (Cantabria). Es, para mí, un lujo vivir en Laredo, algún día os explicaré por qué. Laredo también es un paraíso para el consumidor. A poco más de 200 metros de mi casa, hay un Lidl, un Aldi, un Telco (Super Lupa), un Neto y la última en llegar, la estrella, Mercadona.
Cuando llegó Mercadona a Laredo, como decían en la tele, me atrapó, me sedujo, quedé prendado de ella. Gran variedad de productos, buenos precios, una pescadería inmejorable, con “cuatro euros llenabas el carro”, su línea verde. Iba a Mercadona dos veces a la semana, todo lo compraba allí y, como todo el mundo, hablaba maravillas del establecimiento. Desprecié solemnemente las demás opciones. Aprovechaba los bazares de Lidl y Aldi y poco más.
Una Navidad intenté comprar langostinos "respetuosos", que no estuvieran manchados de sangre, y solo tenían langostinos tropicales procedentes de las piscinas “asesinas” de Ecuador (algún día os contaré cosas de los langostinos que coméis). Algo empezaba a fallar, el cartel colgado al fondo de la pescadería rezaba “Mercadona con la pesca sostenible”. Mentira cochina. Esgrimiendo mi viejo carnet de Greenpeace denuncié el hecho al servicio de atención al cliente. Mandé documentación sobre el “dañino” proceso de la crianza de langostinos tropicales. Me contestaron muy amablemente, pero siguieron vendiendo esos langostinos.
Empecé a dudar entonces de las bonanzas de Mercadona. ¿Quién me mandaría a mí husmear en la red? Encontré una web llena de denuncias de sus trabajadores.
Soy uno de esos privilegiados, de los que os hablaba antes, juzgué, sentencie y ejecuté sentencia. Comencé a pagar algo más por el pescado en la pescadería de mi barrio, la carne ya la compraba en la carnicería que hay debajo de mi casa, comencé a comprar los productos ecológicos en Aldi (más caros también) y arreglarme en lo posible por los supermercados de mi barrio. Hoy, solo voy a Mercadona dos veces al mes a comprar cosas muy concretas que solo encuentro allí.
Repito que tengo la suerte de ser solvente económicamente, pero el dinero no es lo primero en mi vida. Y alguno dirá “claro porque lo tienes”, y tiene razón. Pero no os perdáis, os he apeado hace tiempo de este autobús.
Juan Roig, sobre la web de Mercadona: "Es una mierda"
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Alguno/a también dirá, "y¿y dónde compro si son todos iguales?” Siempre hay matices, los hay malos, menos malos y más malos. La mejor opción creo que es comprar a los minoristas de tu barrio, pero comprendo también que tenéis (yo estoy jubilado) una vida laboral tan “plena” que el tiempo es oro y es más cómodo comprarlo todo en el mismo sitio, pero también hay mucha ama/o de casa que no trabaja y, por desgracia, mucha gente que está en el paro, demasiados/as.
En fin, esto es lo que os quería contar. Termino recalcando algo que creo que es real: "Ellos tienen el poder, pero nosotros/as, consumidores, tenemos la fuerza". Convertir este hecho en una utopía o en una esperanza depende de vosotros/as. Yo ya he tomado mi opción y soy consecuente con ella. ______________
Jesús Castro es socio de infoLibre