Niños soldados

Ximo Estal Izondo

Me llamo Salad, tengo 9 años; hace un año, unos hombres fuertemente armados entraron en mi aldea y, sin decir nada, dispararon una y otra vez a todo lo que se movía, fueran personas o animales. Cuando después de unos minutos de caos, de correr de un lado para otro por nuestra  aldea todos los que residíamos en ella, los disparos cesaron y el silencio solo se rompía por los lamentos de aquellos que estaban heridos y por los gritos de aquellos que estaban junto a los que, por desgracia, los disparos les había destruido lo más valioso que tenían: su vida. Pero, por desgracia, yo pensaba que tras esto los hombres se irían, pero no fue así. A los que quedábamos vivos, sin heridas, nos reunieron en el centro de la aldea y nos juntaron por familias. Una vez hecho esto, nos separaron a los niños y las niñas del grupo. El que mandaba el grupo cogió, una a una, a las niñas más mayores, tendrían unos 12 años, y después de manosearlas, fue llamando a varios  hombres y les indicó algo en las orejas. Los hombres rieron y cogieron a cada una de las niñas y se  metieron en las pocas chozas que quedaban en pie de la aldea.

Durante unos minutos solo oíamos gritos, grandes sollozos que salían de esas chozas, mientras que los que nos rodeaban se reían a carcajadas de nosotros. Tras unos minutos, se oyeron unos disparos, y solo dos niñas salieron de las chozas, de 9 que habían entrado. Estas corrieron hacia sus madres, pero antes de llegar a ellas, el que llamaban jefe volvió a disparar y mató a una de ellas y paró con el fusil a otra. Una vez hizo  esto, nos cogió a 10 de nosotros, ninguno teníamos más de 10 años y nos dio a todos un fusil.  Llamó a nuestros familiares , igual que llamó a los de la niña que no fue muerta, ni en la choza ni tras el disparo, y el “ jefe” mandó arrodillarse a nuestros padres. Tras esto, nos obligó a disparar, uno  a uno a cada familiar que teníamos al lado. Un amigo que no pudo, el mismo “ jefe” le corto el  cuello con un cuchillo y levanto la cabeza, lanzando un grito cruel y una gran carcajada, lo que hizo que todos sus hombres dispararan al aire. Después de ese acto, nos miró y nos volvió a repetir que siguiéramos disparando a nuestros familiares. Yo llorando, temblando, maté, uno a uno, a cada familiar mío: mi hermana pequeña de 3 años, mi madre, mi padre, mi abuela... Una vez acabado ese  acto cruel, los soldados quemaron las chozas que quedaron y mataron a las personas que quedaban y nos cogieron a los niños y niñas. Caminamos durante días, atados y sin comer hasta que llegamos a un campamento que estaba escondido entre los árboles. Yo no sabía qué pasaba allí, en esos momentos, luego he sabido que eran violadas, vejadas y humilladas. Las querían solo para abusar de ellas.

¿Por qué permitimos que las grandes potencias se aprovechen y miren hacia otro lado ante la crueldad de que un niño o niña se conviertan en soldados o esclavas sexuales?

Al cabo dos meses, nos dieron un fusil y nos indicaron que les siguiéramos. Sigilosamente nos acercamos a una aldea y de pronto empezamos a gritar y disparar, matando a todo lo que se movía. De mi fusil salieron cientos de balas y vi caer a decenas de niños y niñas, por culpa de mis  balas, a mujeres, a ancianos. Una vez acabada esa matanza cruel, el “ jefe” nos obligaba a cortar cabezas y quemar chozas y quedarnos con todo lo que sirviese para comer y atábamos a otros niños  y niñas que, como nosotros, se convertirían o en niños soldados o esclavas sexuales. Durante meses y cada dos o tres semanas hacíamos incursiones a aldeas cercanas, pero en una de ellas nos esperaban unos soldados, los cuales, cuando llegamos, empezaron a disparar, yo caí herido en la primera refriega, por eso estoy aquí, en este hospital, encamado, con heridas en todo mi cuerpo y  solo espero que no pueda curarme y pueda morir ya, pues así descansaré y volveré a ser feliz, pues desde el día que maté a mis familiares no he vuelto a ser un ser humano. Solo soy un animal cruel y despótico. Por eso espero que la muerte sea mi salvación, solo espero que mi vida se escape, segundo a segundo. ¿Por qué no haría como aquel niño que se negó a disparar? Si volviera a nacer lo haría. Nadie, nadie puede ser obligado a matar, y menos obligarnos a un niño a matar, solo queremos ser felices, disfrutar de nuestra niñez, jugar, aprender, ser seres humanos, sin odio y con  ganas de vivir. ¿Tan difícil es comprender esto? Menos mal que para mí esto se está acabando, me muero, pero cuánto mal he hecho... Espero que me perdonen todos aquellos que he matado, yo no quería, como tampoco quería ser un niño soldado. ¿Por qué he nacido en este país?. Me  muero...... Perdón.....”

Pienso que la sociedad y la comunidad internacional pueden hacer más. ¿Por qué no lo hacemos? ¿Por qué permitimos que las grandes potencias se aprovechen y miren hacia otro lado ante la crueldad de que un niño o niña se conviertan en soldados o esclavas sexuales?

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Ximo Estal Izondo es socio de infoLibre.

Me llamo Salad, tengo 9 años; hace un año, unos hombres fuertemente armados entraron en mi aldea y, sin decir nada, dispararon una y otra vez a todo lo que se movía, fueran personas o animales. Cuando después de unos minutos de caos, de correr de un lado para otro por nuestra  aldea todos los que residíamos en ella, los disparos cesaron y el silencio solo se rompía por los lamentos de aquellos que estaban heridos y por los gritos de aquellos que estaban junto a los que, por desgracia, los disparos les había destruido lo más valioso que tenían: su vida. Pero, por desgracia, yo pensaba que tras esto los hombres se irían, pero no fue así. A los que quedábamos vivos, sin heridas, nos reunieron en el centro de la aldea y nos juntaron por familias. Una vez hecho esto, nos separaron a los niños y las niñas del grupo. El que mandaba el grupo cogió, una a una, a las niñas más mayores, tendrían unos 12 años, y después de manosearlas, fue llamando a varios  hombres y les indicó algo en las orejas. Los hombres rieron y cogieron a cada una de las niñas y se  metieron en las pocas chozas que quedaban en pie de la aldea.

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