El pasado 23 de agosto, la organización Save the Children publicaba una nota en la que cifraba el número de víctimas infantiles desde el comienzo de la guerra en Ucrania, dieciocho meses antes, en 1.700, de las cuales 545 correspondían a fallecimientos. En la misma nota, y a modo de ejemplo, se recogía un ataque realizado con un misil sobre un bloque de apartamentos en Kryvyi Rih a consecuencia del cual murieron una niña de 10 años y su madre, registrándose más de 80 víctimas, entre ellas siete niños heridos.
La comunidad internacional en general, y Europa y España muy en particular, no han dudado en alzar su voz para condenar y frenar la barbarie desatada por Rusia en Ucrania desde que comenzara la invasión. Valga como ejemplo la reunión informal del Consejo de Europa celebrada en Riga el 11 de septiembre, en la que Pilar Llop, ministra de Justicia en funciones que actuaba en nombre de la Presidencia del Consejo de la UE, manifestaba el “firme compromiso del Gobierno de España para asegurar la rendición de cuentas por los crímenes internacionales cometidos en el contexto de la guerra rusa contra Ucrania".
Nada de exigir “rendición de cuentas”, nada de “crímenes internacionales”, nada de “agresión”: ¿hasta cuándo seguirá el mundo, y Europa y España en particular, diferenciando el asesinato de niños dependiendo de quién lo ejecute?
En dicha reunión, se acordó iniciar un Registro de Daños y Perjuicios Causados por la Agresión de la Federación Rusa contra Ucrania, que, en palabras de la citada ministra en funciones, será "un elemento clave" en las futuras investigaciones sobre el conflicto, que "España ha apoyado desde su inicio".
Apenas un par de meses después, exactamente el 24 de octubre, UNICEF publica un comunicado de prensa en el que hace balance de los niños y niñas víctimas de los 18 días de guerra que llevaba sufridos a esa fecha la Franja de Gaza: 2.360 muertos y 5.364 heridos. Una barbarie que supera en crueldad a la vivida en Ucrania, tanto por el número de víctimas contabilizadas como por el período temporal tan breve en que se han producido.
Una búsqueda de respuesta tan contundente como la recogida a propósito de Ucrania es infructuosa. Junto a la condena tajante de los actos terroristas cometidos por Hamás y el reconocimiento explícito del derecho de Israel a defenderse, el aviso de que no se extralimite en su venganza. Y el compromiso de continuar con el envío de ayuda a la Franja. Poco más. Nada de exigir “rendición de cuentas”, nada de “crímenes internacionales”, nada de “agresión”: ¿hasta cuándo seguirá el mundo, y Europa y España en particular, diferenciando el asesinato de niños dependiendo de quién lo ejecute?
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Pedro Carlos Rojo Alique es socio de infoLibre.
El pasado 23 de agosto, la organización Save the Children publicaba una nota en la que cifraba el número de víctimas infantiles desde el comienzo de la guerra en Ucrania, dieciocho meses antes, en 1.700, de las cuales 545 correspondían a fallecimientos. En la misma nota, y a modo de ejemplo, se recogía un ataque realizado con un misil sobre un bloque de apartamentos en Kryvyi Rih a consecuencia del cual murieron una niña de 10 años y su madre, registrándose más de 80 víctimas, entre ellas siete niños heridos.