Otoño y aborto cero

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José María Barrionuevo Gil

Es otoño y de todos es sabido que algunos árboles pierden todas sus hojas. No es por descuido, sino que la naturaleza tiene sus cosas. La humanidad sigue en sus asuntos y sabemos que no presta mucha atención a la naturaleza. Con su pulso nos pone siempre en aprietos y, a pesar de ello, tenemos que salir siempre adelante.

Desde que Adán y Eva salieron del Paraíso, según nos cuenta la mismísima Biblia, ya se nos advirtió que no íbamos a estar siempre de fiesta y que tendríamos que trabajar con el sudor de nuestra frente y parir con dolor. Sin embargo, para nada se nos dijo que tendríamos que trabajar para matarnos ni que tendríamos que parir con dolor para que nos mataran a nuestros hijos con más dolor añadido todavía.

Hoy día, la vida se nos ha vuelto más dura y apenas nos dejan imaginar la barbarie genocida que estamos viendo desde nuestras enrejadas miradas, tal vez para que no suframos más de la cuenta. Por todos sitios se nos cuentan historias fantásticas, justificaciones políticas, novedades hipócritas, noticias falsas...

Hoy, Caín, que no Sem, ha impuesto su ley del más fuerte, como Jacob, fuerte hasta contra Dios y precisamente en Tierra Santa, porque se ha declarado una guerra exterminadora, una guerra Santa también.

El mundo se está llenando de tanto ruido, incluido el de las bombas, que nos obliga a cerrar los ojos y así se nos impide ver con claridad todo lo que nos está pasando, porque hay gente interesada en que nos pase lo peor, porque así aprendemos. Otra cosa es que nos eduquemos. La educación nos concede las luces de las que carecemos, nos hace críticos, justos y hasta generosos.

La educación nos concede las luces de las que carecemos, nos hace críticos, justos y hasta generosos

Está visto que los medios de comunicación de masas no nos pueden educar por mucho que nos manoseen y manipulen la palabra Educación.

El otoño  nos educa a aceptar la caída de las hojas pero no a deshojar todo el bosque. Los hombres que con demasiada ciencia y tecnología y saberes son amigos de la Parca no son parcos a la hora de esquilmar las buenas conciencias y convierten los parques en cenizas. Son los mismos que nos mienten y tienen la desfachatez, también, de aparecer, junto a Zelenski, que firma sonriente sobre los misiles cuidadosamente fabricados, brillantes y pulidos, como bellas píldoras y obras de arte, que son llamados a rebato.

Queremos que estos tipos de fiesta se terminen y que seamos convocados para redimirnos a nosotros mismos.

También todos los que estamos a favor de la “educación y aborto cero” vemos con claridad la llamada “Ley del sí es sí”, como un paso más que seguro hacia el aborto cero. Esta ley nos ahorraría tiempo en discutir otras leyes y, también, gastos en recursos jurídicos.

A pesar de la atmósfera de supremacismo de género que vuelve a rodearnos, casi como verdad bendecida por la tradición, no queremos tener que recordar aquella canción mejicana que nos daba el cante con lo de “si los hombres parieran, el aborto sería sacramento”.

La educación afectiva y sexual de la mujer, y también del hombre (no vayamos a olvidar el machismo, que lo tiene demasiado fácil a la hora de satisfacer sus deseos y necesidades de sexo, que no de amor), por la que todos y todas abogamos, podrá evitar también, por supuesto, que la mujer tenga que someterse, como compromiso añadido, a la intervención o prestación de un aborto.

Hace pocos días, al principio de la feria, como señal de alerta de cómo está el cotarro, pudimos saber que un chico de un pueblo cercano, que había contribuido alegremente al embarazo de su novia, le dijo que a él le "quedaba mucho por divertirse" y que "no quería saber nada”. No sabemos cómo va el tema, pero lo dicho, dicho queda.

Todos los que abogamos por una verdadera “educación afectiva y sexual y un aborto cero” saldremos a la calle también, todas las veces que hagan falta, para parar las armas, las guerras y a los armeros.

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José María Barrionuevo Gil es socio de infoLibre.

Es otoño y de todos es sabido que algunos árboles pierden todas sus hojas. No es por descuido, sino que la naturaleza tiene sus cosas. La humanidad sigue en sus asuntos y sabemos que no presta mucha atención a la naturaleza. Con su pulso nos pone siempre en aprietos y, a pesar de ello, tenemos que salir siempre adelante.

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