El asalto al Capitolio en Washington, el pasado 6 de enero, por parte de grupos de la extrema derecha seguidores de Donald Trump, alentados por el propio presidente, demuestra hasta donde pueden llegar las acciones frenéticas del populismo, ultranacionalismo y de la ultraderecha.
Es un hecho rotundamente condenable en cualquier democracia liberal y así lo han expresado afortunadamente buena parte de la opinión pública de EE.UU. y del plano internacional.
Se han publicado diversidad de artículos y opiniones que coinciden en la misma interpretación condenable de los hechos ocurridos.
Ya dijo Trump hace cuatro años en campaña electoral: “Tengo a la gente más leal. ¿Alguna vez han visto algo así? Podría pararme en mitad de la Quinta Avenida y disparar a la gente y no perdería votantes”.
Y así ha sido, lo han votado millones de personas, ha ganado las elecciones y además ha estado a punto de conseguir en las últimas elecciones su reelección con más de 70 millones de votos. Aunque sigue sin reconocer su derrota y sigue considerando que le han robado votos. No ha felicitado al presidente electo Biden, no ha estado en su investidura, y antes de marcharse de la presidencia llevó a cabo más de 70 indultos, desde su exasesor Steve Bannon, ideólogo de la ultraderecha, condenado por fraude a los donantes para la construcción del proyecto estrella de Donald Trump “el muro antiinmigración” en la frontera con México. También ha indultado a criminales, delincuentes, un falsificador, un exalcalde culpable de obstruir a la Justicia, etc.
El presidente Trump ha estado actuando durante los cuatro años de su mandato obstruyendo y violando de forma sistemática los principios básicos de funcionamiento del Estado de Derecho.
Ha actuado en contra de la igualdad de derechos y libertades, en contra de la lucha para la defensa del medio ambiente y contrario a la lucha contra el cambio climático.
Ha utilizado la mentira de forma sistemática, ha fomentado el racismo, la xenofobia y homofobia. Ha provocado una división profunda de odio y enfrentamiento de la sociedad estadounidense como nunca se ha visto.
Los daños que ha ocasionado durante esos cuatro años son de tal magnitud que se necesitarían muchísimos artículos para poder describirlos en su amplitud.
Pero lo más grave de todo esto es el respaldo continuo que se le ha ido proporcionando durante todo este tiempo, principalmente por los propios miembros de su partido, de los medios de comunicación afines, de las redes sociales, de la ultraderecha, de los supremacistas blanco, etc.
Lo mismo ocurre en los demás países donde actúan las mismas ideologías del populismo, de la extrema derecha y ultranacionalismoxtrema d. Lo podemos ver en España con Santiago Abascal (Vox), Bolsonaro en Brasil, Viktor Orbán en Hungría, Mateo Salvini en Italia, Marine Le Pen en Francia, etc.,
De hecho, desde la irrupción de Donald Trump en el escenario político se han reforzado e incrementado la expansión de estas formaciones extremistasormaciones .
Son exactamente lo mismo, comparten la misma ideología. Vienen utilizando la mentira y manipulación para ganar apoyos y seguir creciendo y expandiendo la destrucción de los valores universales de igualdad en derechos y libertades Sociales.
Utilizan las oportunidades y reglas democráticas para introducirse en ella y actuar para destruir los pilares fundamentales de la democracia.
Lo podemos ver en España con Vox, que incita continuamente al odio y al enfrentamiento en contra de los inmigrantes. Atacan sobre todo a los grupos más pobres y débiles. Actúan para retroceder y quitar los derechos y libertades adquiridos. Nada más ver allí donde han podido imponer sus políticas antiinmigratoria, discriminatoria y regresivas a cambio de apoyar con sus votos la formación de los gobiernos de derechas en Andalucía, Murcia y Madrid.
Es un grande error blanquear y normalizar a la ultraderecha, no son lo mismo que los demás partidos democráticos. Son formaciones fascistas disfrazados de demócratas. Tienen bastante de similitudes, nada más ver en el pasado las consecuencias dramáticas del fascismo. La historia es cíclica y tiende a repetirse.
No es lo mismo apoyar y estar al lado de las mentiras y manipulaciones que apoyar y estar al lado de la verdad y de la sinceridad.
No es lo mismo apoyar y alimentar odio y enfrentamiento que apoyar y alimentar la paz y solidaridad.
No es lo mismo apoyar la discriminación y la exclusión que apoyar la igualdad y la inclusión social.
No se puede aceptar y apoyar actuaciones destructivas y regresivas. Actuaciones contrarias a los valores fundamentales de la buena convivencia social.
Es de gran importancia detener el avance de la ultraderecha para preservar las conquistas sociales históricamente adquiridos en derechos y libertades.
No se puede tolerar, ser indiferente, mirar por otro lado y no hacer nada ante el peligro que representa el avance de estas ideologías. Para los que todavía siguen sin tomarles en serio, deberían pensarlo mejor.
Hemos visto recientemente lo ocurrido en el Capitolio, el lugar desde donde, se supone, históricamente han desempeñado el papel de principales defensores de la democracia en el mundo. Exactamente lo mismo o peor aún podría suceder en cualquier lugar.
Todos y cada uno de nosotros tenemos alguna responsabilidad de la posición que tomamos e incluso de quedarnos indiferentes.
Bubacar Baldé es socio de infoLibre
El asalto al Capitolio en Washington, el pasado 6 de enero, por parte de grupos de la extrema derecha seguidores de Donald Trump, alentados por el propio presidente, demuestra hasta donde pueden llegar las acciones frenéticas del populismo, ultranacionalismo y de la ultraderecha.