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La Pija y la Trituradora

Verónica Barcina Téllez

Disfruta hozando en lodazales ideológicos de infectas impurezas y, si no las hubiere, ella y los suyos aportan sus propios purines dialécticos. A pesar de los estériles esfuerzos de todo un equipo de estilistas para componer la imagen imposible de una persona normal, su adicción al fango la pierde nada más abrir la boca. La manufactura pija de Serrano que luce se completa con la impostura oratoria de chivata de la clase en un colegio de monjas y un soniquete de mosquita muerta con la inocencia perdida de una buscona portuaria de vidriosos ojos enrojecidos y olor en el aliento a colilla de tabaco y ron barato.

Todo el colegio teme a la Trituradora, como se conoce al matón ebrio que maneja sus hilos y discursos desde la sombra, cuya fama y dinero se deben a sus dotes para destruir adversarios con la ausencia total de escrúpulos y remordimiento propia de quien carece de conciencia. También es temida su maquinaria de propagar bulos y la impunidad que una parte de la Justicia, dirigida por el matón, dispensa a las fechorías de su marioneta y extiende a la rapiña perpetrada a plena luz por sus entornos político, familiar y sentimental.

La Pija que condenó a muerte a 7.921 mayores con la firma de un letal protocolo ¿se ha arrepentido?, ¿ha pedido perdón? Eso es cosa de terroristas y ella no lo es, aunque sus víctimas superen a las de ETA en número, tiempo y espacio. Doctorada en terrorismo, saca de la categoría a las vítimas de Franco y a las decenas de miles provocadas por el genocidio terrorista del sionismo durante 70 años. Ella no condena el golpe de Estado del 36, blanquea el 23F, llama golpista a quien reivindica urnas para votar, asesinos a demócratas que han pedido perdón y usa a las víctimas de ETA como propaganda electoral.

Cuando no crispa y divide a la ciudadanía diferenciando entre terrorismos buenos y malos o entre guerras condenables y plausibles, la Pija dedica su afán al ataque impío a minorías vulnerables en las que ve a enemigos de su España. Para defender el terrorismo israelí, ha declarado: “¿Alguien entendería que en España secuestraran a mujeres, las violaran, las torturaran, las enseñaran por las calles (…) y que luego se nos pidiera no hacer nada, no decir nada?”. Al mismo tiempo, niega el terrorismo machista con la misma contundencia que denuncia una plaga okupa, niega el cambio climático con el mismo fervor que quita impuestos a los ricos, acosa al colectivo LGTBI con la misma irreverencia con que blanquea la pederastia y es capaz de criminalizar a extranjeros menores de edad y desamparados. 

La Pija que condenó a muerte a 7.921 mayores con la firma de un letal protocolo ¿se ha arrepentido?, ¿ha pedido perdón?

Al contrario de la derecha moderada europea, la opinión y la posición de la Pija respecto a las políticas del Gobierno son mentiras calculadas al servicio de la estrategia de desgaste diseñada por la Trituradora que evidencian su falta de alternativas o el fracaso de las que toma. La respuesta a la crisis del covid, la guerra o el volcán, la bajada del paro, el crecimiento económico, la subida de las pensiones y las mejoras laborales son exponentes de que otra política es posible en beneficio de la inmensa mayoría ciudadana. Las políticas de la Pija han hecho de Madrid un paraíso fiscal de imposible acceso a la vivienda, aire irrespirable, Sanidad y Educación elitistas… pero con grifos de cerveza en cada esquina.

Además de acosar al Gobierno de España, la Pija y la Trituradora asestan navajazos al pelele gallego y a cualquiera que no comulgue sus ruedas de molino dentro del PP nacional. La deriva radical plagada de titubeos y contradicciones del gallego, presionado por la pinza de extrema derecha formada por la Pija y el sátrapa de Vox, ilustra a la perfección la jaula de grillos de sus portavoces de cabecera y otros voceros, perdidos en la duda entre los discursos divergentes que emiten la Trituradora y la sede corrupta de Génova 13.

Por si no bastara, el criminal de las Azores y el hada de las ranas corruptas se conjuran a cada poco con la demencia de la cal viva para echar gasolina a los incendios del régimen del 78: PP, PSOE y Casa Real, encantadores de serpientes y corruptos ganadores. En estas condiciones, hablar de democracia plena en España es un sarcasmo a la altura de recientes y deleznables despropósitos como los de Maduro y Macron, motivo para la pesadumbre que la ausencia de una Justicia y una Prensa éticas y dignas agrava más aún.

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Verónica Barcina Téllez es socio de infoLibre.

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