Las Olimpiadas que se están celebrando en París son un acontecimiento de lo más oportuno para comparar lo que sucedió en el Parlament de Catalunya, unas olimpiadas políticas, para la investidura de Salvador Illa, con las de París.
Independientemente de la opinión que se tenga que de la fuga o huida de Puigdemont hace siete años, lo cierto es que en estos siete años, el Juez Llarena no ha podido traerle de vuelta a España. Ha vivido libre, huido de la justicia o en el exilio, como él manifiesta. Escribió Jordi Nieva-Fenoll ayer en El País una columna con el título '¿Puigdemont a la cárcel?', en la que hace un repaso breve pero muy claro de todas las incidencias, pasos y errores que ha dado en estos años el Juez Llarena para que volviera a Cataluña y ninguno ha servido para traerle detenido y ponerle a disposición del Tribunal Supremo. Esta es la realidad. Puigdemont ha vuelto por su propia iniciativa a Barcelona y sigue por los motivos que sean, libre. No trato ahora de analizar si por su valor, su miedo, cu cobardía, su pericia o la impericia de los Mossos.
Decía el filósofo Gustavo Bueno, del que se cumplen ahora ocho años de su muerte, que los jueces "jamás se manchan las manos”. No actúan como verdugos, se limitan a entregar al condenado (en este caso al acusado) al “brazo secular” para que haga el trabajo sucio (esposar, meter en prisión, agarrotar), lo que les otorga esa impresión de “independencia”. De lo que deducía que la independencia del poder judicial no es tal. Después de la huida repetida de Puigdemont, toda la responsabilidad ha caído en los Mossos, expresada en la autocrítica de sus mandos, de los mandos políticos, y de los partidos políticos contra el Gobierno.
Puigdemont quema el último cartucho. Solo los penaltis le salvarán. El resultado está en manos del Tribunal Constitucional
Recuerdo que estos días, el equipo español femenino de waterpolo empataba en los últimos segundos con el equipo de los Países Bajos en el partido que decidía el paso a las semifinales. En este deporte olímpico, no hay prórroga y han pasado de inmediato a los penaltis, que ha ganado el equipo español. Miquel Noguer, también en El País, afirma que “Puigdemont quema el último cartucho”. Clarísimamente es la prórroga que le ha concedido su larga marcha de siete años hasta concluir con la vuelta a Barcelona. La pregunta que ahora corresponde hacer es: ¿Qué es lo que quiere Puigdemont? Lo que manda la ley: su amnistía, que es muchísimo personalmente para él. No quiere, le horroriza pasar por la cárcel. Ahora bien, el Tribunal Supremo quiere cazar su última presa. No puede permitirse seguir con el empate en la prórroga. Solo los penaltis le salvarán. Y de quién depende el resultado de los penaltis: de las manos del Tribunal Constitucional.
Me parece imprescindible señalar que no hay mal que por bien no venga. Que, al final, Salvador Illa, sea ya Presidente de Cataluña, se debe a Puigdemont, a los Mossos, a Junts o al Juez Llarena. ¿Casualidad o tacticismo?
¡¡Enhorabuena, Salvador Illa!! ¡Nunca es tarde si la dicha llega!
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Felipe Domingo Casas es socio de infoLibre
Las Olimpiadas que se están celebrando en París son un acontecimiento de lo más oportuno para comparar lo que sucedió en el Parlament de Catalunya, unas olimpiadas políticas, para la investidura de Salvador Illa, con las de París.