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Del régimen en crisis

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Jesús Pichel Martín

Analizan los politólogos la situación política actual en España como la crisis del régimen del 78 y los esfuerzos del establishment por restaurarlo y evitar que se convierta en crisis de Estado. Y desde luego no está mal visto.

La Constitución del 78 se fraguó a través de cuatro consensos fundamentales: monarquía parlamentaria como forma política del Estado, renunciando la izquierda a su ideal republicano a la vez que la derecha tradicional se desentendía de la monarquía heredera de la dictadura; Estado de las autonomías como forma de administrar el territorio, renunciando la derecha al modelo unitario y centralista, y la izquierda al federalismo; economía social de mercado, síntesis de la economía liberal de libre mercado y de la economía social planificada; y, por último, la aconfesionalidad del Estado: la izquierda renunciaba al laicismo y la derecha más conservadora al modelo confesional del nacionalcatolicismo de la dictadura.

Es la Constitución del 78 la expresión más clara de la Transición entre la dictadura y el nuevo régimen que pretendía ser democrático, y sus consensos la expresión igualmente clara de la renuncia a la ruptura y, por ello mismo, de la permanencia latente de adherencias (y herencias) franquistas. La Transición y la Constitución misma se hicieron en libertad vigilada, con un permanente ruido de sables como macabra música de fondo.

Que esos cuatro consensos y la gestión de la Transición misma están hoy en cuestión (justa o injustamente, que tanto da) es una evidencia: la monarquía se ha visto forzada a renovarse por el deterioro de la Institución misma (encarnada en el Rey emérito) y el avance de las reivindicaciones republicanas; el auge de los nacionalismos periféricos ha desembocado en el desafío soberanista en Cataluña que bien pudiera extenderse a otros territorios; la reforma del artículo 135 de la Constitución, que establece el principio de equilibrio presupuestario y prioriza el pago de la deuda, de hecho rompe con el principio de economía social de aquel consenso; y la aconfesionalidad siempre fue más presunta que real, al menos en lo que respecta a la religión católica: más que en entredicho, se puso en el limbo de los deseos insatisfechos. E igual de evidente es que los gobiernos de los partidos conservadores (de la UCD de Suárez, primero, y el PP de Aznar y Rajoy después) y del PSOE (de González y de Rodríguez Zapatero) encarnan lo más sustancial de tal régimen del 78.

Los casos recurrentes de corrupción que han ido contaminando todas las instituciones, las continuas concesiones de los sucesivos gobiernos a los poderes económicos, los incumplimientos reiterados de las promesas electorales, los desequilibrios territoriales y las reticencias a la hora de negociar transferencias a las comunidades autónomas, y finalmente la transformación de la crisis financiera en crisis económica y social haciendo pagar a los ciudadanos lo que la codicia capitalista provocó, todo esto (entre otras tantas causas) está es en origen de la aparición de nuevos sujetos políticos (soberanistas, movimientos sociales, nuevos partidos, etc.) y del proceso de descomposición del régimen.

Y es esa descomposición la que quieren evitar poniendo freno a esos nuevos sujetos y apuntalándolo por medio de la gran coalición PP/PSOE que, por activa o por pasiva, restaure lo que se está cayendo a cachos. _______________

Jesús Pichel Martín es socio de infoLibre

Analizan los politólogos la situación política actual en España como la crisis del régimen del 78 y los esfuerzos del establishment por restaurarlo y evitar que se convierta en crisis de Estado. Y desde luego no está mal visto.

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