El paso por España de Greta Thunberg, la activista sueca, sigue dando titulares y, en muchos casos, negativos, cuando en Europa se la respeta y alaba. Greta llegó a España con la lección aprendida y con su carrera decidida desde los 15 años y con tan poca edad tiene en vilo a los líderes mundiales, a los gobiernos, a los periodistas, incluso, a los científicos y, sobre todo, con su valentía se ha ganado a miles, millones de jóvenes como ella para la causa más universal: la salvación del planeta.
Comenzó como una quijote, seguramente sin conocer el libro de Cervantes y las andanzas del caballero y su escudero, quedándose a las puertas del Parlamento los viernes de muchas semanas, en ocasiones soportando el frío de Suecia, hasta lograr algo que pocas veces consiguen los aventureros.
¿La diferencia? Que su causa trasciende todas las particulares, por importantes que sean, que es una causa reivindicativa de vida o muerte, no de ella, ni de su familia, ni de los pensionistas suecos, a punto o ya jubilados, o un esfuerzo por mediar en la guerra comercial entre China o EEUU, o para que Europa atienda las crisis migratorias derivadas de las guerras, no, que es más, el futuro de nuestro planeta y por consiguiente el futuro de la humanidad y de todas las especies que la habitan. Su quijotismo ha tenido tanto éxito entre sus paisanos coetáneos y los jóvenes del mundo entero que le han seguido manifestaciones multitudinarias en la mayoría de las ciudades de todos los países.
Es verdad que miles de científicos u otros organismos, como la ONU, y partidos verdes llevan años advirtiendo de los peligros que amenazan a nuestro planeta –del que no hay una copia B–, pero de las manifestaciones de los millones de jóvenes que salieron a las calles en cientos de ciudades el 27 de septiembre, cuya mayoría no llegaba a los 25 años y de ellos, la mayoría adolescentes, del éxito de las mismas, en la cabeza de todos esos jóvenes rondaba la imagen y el carisma de Greta Thunberg. Por tanto, honor y gloria a Greta.
El desafío de esta adolescente no le podía salir gratis. Tanto atrevimiento le está pasando factura. Ley de vida, porque ocurre a menudo en España con los valientes. Primero, la peana y el endiosamiento, luego su derribo. Allá los articulistas y opinadores con sus disparates.
Greta ha escogido ligar con nuestro planeta, ha elegido pareja desde muy joven: enamorarse de la tierra, un matrimonio con mucho futuro, una carrera inteligente y científica, que favorece también a sus detractores, y advertir de las consecuencias de la emisión de tantos gases de efecto invernadero o de la débil acción de las naciones con la descarbonización y la contaminación de los mares y de los ríos para que nuestro planeta siga con vida.
Solo la ira y la movilización y la organización de las generaciones jóvenes y también su optimismo, que vi reflejada en la camiseta de un niño de tres años en la manifestación de Madrid de 27 de septiembre: "Me encanta este planeta” podrán superar esta emergencia climática. Nuestro planeta, el único planeta conocido hoy con vida. Si muere, se acaba la literatura, el teatro, la filosofía, el arte y los museos, las cigüeñas, los gorriones, los lobos, los linces, los trigales y los olivos.Todo esto y mucho más es la tierra, un animal salvaje que no podrán domar. Porque su futuro lo han tomado en sus manos los jóvenes.
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Felipe Domingo es socio de infoLibre.
El paso por España de Greta Thunberg, la activista sueca, sigue dando titulares y, en muchos casos, negativos, cuando en Europa se la respeta y alaba. Greta llegó a España con la lección aprendida y con su carrera decidida desde los 15 años y con tan poca edad tiene en vilo a los líderes mundiales, a los gobiernos, a los periodistas, incluso, a los científicos y, sobre todo, con su valentía se ha ganado a miles, millones de jóvenes como ella para la causa más universal: la salvación del planeta.