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El tercer hombre

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Marcelo Noboa Fiallo

En el Festival de Cine de Málaga, que se ha celebrado coincidiendo con la segunda vuelta de las elecciones peruanas, se presentó a concurso la película Las mejores familias, del director de cine peruano Javier Fuentes-León. En la misma, aborda uno de los dramas que azotan no sólo a Perú, sino a toda América Latina, la insultante diferencia de clases sociales que impiden el desarrollo de estos países, el clasismo y el racismo. Nada que extrañar, por consiguiente, que los millones de desheredados que, año tras año, el poder no les ofrece ninguna salida, ninguna esperanza de un futuro cierto, más allá del infame anuncio que, omnipresente, sobrevuela sobre las miles de infraviviendas que siguen creciendo alrededor del corazón de la ciudad de Lima, “para que trabajar, si lo podemos hacer por ti”. Nada que extrañar que esos miserables se agarren a un “clavo ardiendo” porque las revoluciones hace tiempo que desaparecieron.

Ese “clavo ardiendo” ha sido ese pequeño y desconocido maestro de escuela rural en la escena política peruana, Pedro Castillo, que desde la primera vuelta se convirtió en la esperanza de los desheredados. No había (no hay) espacio para políticos, en este caso, política, como Verónika Mendoza, socialdemócrata y ecologista con respuestas viables y esperanzadoras que pudieran revertir el status quo del “callejón sin salida” al que ha conducido décadas de neoliberalismo en Perú. Sin embargo, Castillo ha recibido también el apoyo de la izquierda moderada.

A ese status quo pertenece el inagotable y cansino Mario Vargas Llosa, convertido de facto en “el tercer hombre” (nada que ver con el personaje de esa obra maestra que es la película de Orson Wells) que una vez más se arremangó en la campaña electoral para defender a los suyos del peligro comunista: “Deseo ardientemente que Keiko Fujimori gane la elección presidencial en Perú para salvar al país de la incompetencia, la censura y la pobreza que traería el comunismo de su rival”.

De nada sirve que su candidata haya permanecido en prisión durante 18 meses por corrupción. De nada sirve que el fiscal pida 30 años de prisión por presunto lavado de dinero en la financiación de sus anteriores campañas electorales. De nada sirve, para Vargas Llosa, que “su candidata” haya sido una de las beneficiadas del mayor escándalo de corrupción que ha asolado a América Latina, Odebrecht.

Lo cierto es que el único dato o las únicas certezas que los peruanos tienen de su lamentable economía e injusticia social son las políticas neoliberales practicadas por aquellos que defiende Vargas Llosa, agravadas por la corrupción (con condenas firmes dictadas por los tribunales) que persiguen a la candidata Keiko Fujimori y que el Nobel de Literatura defiende y avala. Es lo mismo que decir que, defiende y avala la corrupción practicada hasta ahora.

El pequeño maestro de escuela rural tiene un expediente limpio (al menos de momento) y una historia de lucha y sacrificio por salir adelante, hasta convertirse en maestro de escuela rural, en maestro de su mundo. Nada que ver con el “curriculum” tenebroso, mafioso y corrupto de los Fujimori y, por supuesto con el laureado “curriculum” de los Vargas Llosa o las familias clasistas de la película de Javier Fuentes-León.

Pedro Castillo ha firmado (al igual que su rival político) dos compromisos democráticos, en los que se compromete a proteger las instituciones, la propiedad privada, el sistema de pensiones y las empresas. Vargas Llosa prefiere creer a la imputada por corrupción, a la hija del autócrata y corrupto Fujimori, en prisión (que está a la espera de que su hija consiga la presidencia para que lo indulte) que al maestro de escuela que hasta el momento no ha hecho más que enseñar a sus alumnos y liderar un sindicato de enseñanza.

“Estamos apoyando a la señora Fujimori porque no queremos que ocurra la catástrofe si gana el señor Castillo, esto es una evidencia para la inmensa mayoría de personas de las ciudades que están más informadas que el resto”. Retórica clasista donde las haya. Una vez más, Vargas Llosa se quita la careta, como lo hizo con Evo Morales.

Por supuesto que a mí también me preocupa lo que pueda hacer Castillo, pero no por las razones enfermizas de Vargas Llosa (su odio por todo lo que huele a izquierdas, en un intento de “exorcizar” su pasado comunista), sino porque arrastra esa cultura machista agobiante que pervive en las sociedades del tercer mundo (no al aborto, no a los matrimonios del mismo sexo, rechazo a la igualdad de género, mano dura contra la delincuencia…propuestas ciertamente conservadoras).

Lo que realmente molesta y contra lo que nuestro “Tercer Hombre” lucha son las propuestas “comunistas” de Castillo: “Tenemos que rescatar la salud como derecho universal” “Para que este país que sueño para mis hijos y alumnos se haga realidad, será necesario fortalecer la democracia, garantizar las libertades y consolidar las instituciones” “La empresa privada extranjera es bienvenida con reglas claras. Lo que hay que hacer es revisar los contratos con las empresas transnacionales”.

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Y, por supuesto, lo más “comunista” de todo es su propuesta de una fiscalidad más justa y progresiva. Es lo que más teme el “establishment” al que pertenecen y defienden Keiko Fujimori y el “Tercer Hombre”. No hay nada más “comunista” que la justicia fiscal.

Vean, cuando se estrene, la película Las mejores familias, sólo falta el Tercer Hombre.

Marcelo Noboa Fiallo es socio de infoLibre

En el Festival de Cine de Málaga, que se ha celebrado coincidiendo con la segunda vuelta de las elecciones peruanas, se presentó a concurso la película Las mejores familias, del director de cine peruano Javier Fuentes-León. En la misma, aborda uno de los dramas que azotan no sólo a Perú, sino a toda América Latina, la insultante diferencia de clases sociales que impiden el desarrollo de estos países, el clasismo y el racismo. Nada que extrañar, por consiguiente, que los millones de desheredados que, año tras año, el poder no les ofrece ninguna salida, ninguna esperanza de un futuro cierto, más allá del infame anuncio que, omnipresente, sobrevuela sobre las miles de infraviviendas que siguen creciendo alrededor del corazón de la ciudad de Lima, “para que trabajar, si lo podemos hacer por ti”. Nada que extrañar que esos miserables se agarren a un “clavo ardiendo” porque las revoluciones hace tiempo que desaparecieron.

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