La lectura de una columna en infoLibre firmada por Gaspar Llamazares y José Manuel Corrales me ha sugerido una reflexión que me parece interesante compartir. Los terremotos destrozan mucho en su epicentro, pero las ondas pierden fuerza según crecen las distancias y las réplicas según pasa el tiempo.
Comienzo del relato: Trump triunfa en medio de la desesperanza y el desasosiego, que son los estados de ánimo dominantes en las clases medias, al perder la seguridad de la riqueza material siempre creciente, y en el proletariado depauperado por la globalización; y promete, en la estela de sus intereses particulares, un programa de pobreza que disimula tras el estallido de los fuegos artificiales de sus discursos incendiarios y de los arrebatos nacionalistas de sus financiadores –Make America great again–.
Esto es lo que hay: pobreza de la mano de la deslocalización productiva; batalla contra la inmigración, seña de identidad de su país y base de una masa trabajadora de disposición semiesclava; y amenaza con dejar caer a sus aliados internacionales si no se pliegan.
La operación Trump apunta únicamente a la defensa de sus intereses financieros, y los de sus adláteres, sobre las espaldas de su pueblo. Que esto tendrá réplicas en otros rincones del mundo, no cabe duda, pero debilitadas, y, en todo caso, dejando margen para que los demás nos preparemos para hacerles frente.
En Europa estamos obligados a pensar y formular unas líneas propias para concretar nuestra presencia en el mundo en los próximos años
Y aquí está el quid de la cuestión. Como mínimo hay dos ingredientes nuevos que entran en escena, más bien favorables al despliegue de una estrategia potente de respuesta. Primero, no es una Europa dividida y debilitada la que estará enfrente, sino la mayor parte de la humanidad. No hay que olvidar que el mundo de esta primera mitad del siglo XXI no es el mismo de la primera mitad del siglo XX, porque, entre otros ingredientes nuevos, contiene a más de la mitad de los habitantes del planeta y, entre ellos, los de dos países en progresión acelerada, como China e India, con unas clases medias muy numerosas, dotadas de un poder de compra determinante para el comercio mundial. Segundo, la propia Europa (UE y otros países) puede y debe recapitular y dejar atrás las ideas preconcebidas y las descalificaciones arbitrarias. En pocas palabras: descalificamos y castigamos a Rusia mientras hacemos la vista gorda ante los crímenes israelíes.
En Europa, y en muchos otros países, estamos obligados a pensar y formular unas líneas propias para concretar nuestra presencia en el mundo de los próximos años. Y esto no depende de que Trump esté ahí, sino de nuestra capacidad de autonomía ante sus disparates, para desplegar un modelo que materialice nuestra propia idea de un mundo más justo.
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Jacinto Vaello es socio de infoLibre.
La lectura de una columna en infoLibre firmada por Gaspar Llamazares y José Manuel Corrales me ha sugerido una reflexión que me parece interesante compartir. Los terremotos destrozan mucho en su epicentro, pero las ondas pierden fuerza según crecen las distancias y las réplicas según pasa el tiempo.