Cantar al Cristo de los Gitanos Luis Arroyo

Las bolsas se hunden, la crisis enseña los dientes, el miedo a lo desconocido recorre un mundo que es peor desde que Trump regresó a la Casa Blanca con casi ochenta millones de votos en el bolsillo y el resultado en las encuestas, también en la última llevada a cabo en España, es que la ultraderecha sube. Sí, han leído bien, esos mismos que aplauden aquí los aranceles que nos perjudican y dejarán con el agua al cuello, por ejemplo, a los agricultores que tanto decían defender. En el fondo, no es de extrañar: a esa gente ni le interesa el bienestar de su país, sino sacar de él su propio beneficio, ni le gusta Europa, porque no ha salido del birlibirloque de la autarquía; su modelo es el franquismo y ya sabemos cuál era el sistema económico de la dictadura: que cada cual tenga en casa su huerta y sus gallinas y se deje de mercados y cadenas de producción. Por supuesto, todo ello bajo la supervisión de una oligarquía que dirija con mano de hierro la nación y llene el vacío que deje el hambre con el aroma de sus esencias ideológicas y morales: lo que toda la vida se ha llamado un engañabobos.
Igual les sale mal la jugada a los tahúres y el presidente de Estados Unidos y sus compañeros de viaje en Budapest, Roma, Buenos Aires o Madrid acaban de casualidad el rompecabezas de una Unión Europea que nunca lo ha sido del todo ni hasta sus últimas consecuencias; primero porque un enemigo común une mucho y segundo porque aquí estamos hablando, por ahora, de dinero, y eso no se toca en estas sociedades neoliberales. El riesgo es que en la búsqueda de nuevos socios sea peor el remedio que la enfermedad y salgamos de Málaga para meternos no en Malagón sino en la hermética China, con la incertidumbre que conlleva echarse en brazos de lo desconocido.
A esa gente ni le interesa el bienestar de su país, sino sacar de él su propio beneficio, ni le gusta Europa, porque no ha salido del birlibirloque de la autarquía
La batalla requerirá una mezcla de valor y paciencia, una cosa porque no podemos rendirnos al chantaje de Trump y otra porque, aunque pretenderá cambiar la Constitución norteamericana y optar a un tercer mandato, este hombre inenarrable es un peligro que durará cuatro años, si es que no lo echan antes, porque la previsible miseria que llevará a sus ciudadanos les volverá contra él, sobre todo cuando la comparen con la prosperidad de sus propios negocios, que van viento en popa desde que ha sido reelegido. Las primeras manifestaciones ya han salido a la calle, de momento serán demócratas, adversarios políticos, pero las siguientes ya incluirán a los que le avalaron y vean empeorar sus vidas, personas que sostendrán que han sido engañadas, porque quien se ha mentido a sí mismo puede hacerlo otra vez. El error con los ultras es que quienes los aúpan al poder creen que con eso castigan a la clase dirigente que los ha traicionado, pero en realidad los supuestos justicieros se disparan en el pie, tiran piedras contra su propio tejado y serán ellos quienes paguen la factura. Al tiempo.
A golpe de ocurrencia, Trump dirá un día que la Reserva Federal debe bajar los tipos o que Pekín se equivoca al contestar sus tasas con otras iguales, y otro dirá que va a invadir Groenlandia, y queda por saber hasta dónde le van a permitir llegar quienes le han pagado la campaña y lo avalaron en su toma de posesión, porque sin duda son inmensamente ricos, pero igual que el amor es eterno mientras dura, como escribió el poeta Luis Rosales, la inmensidad también tiene sus fronteras. Y si la cruzas, te paran los pies.
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Selina Bárcena