Del Protocolo de la Vergüenza a la dana: la gestión que acorrala al PP Marta Jaenes

Es la hora de los gigantes. Estados Unidos, Rusia y China se quieren repartir el mundo y el problema es que de esos tres países, dos son dictaduras. El tercero, dice la leyenda que era el guardián de la democracia, pero ha traicionado su propia historia al ponerse de parte de un criminal de guerra, al lado del invasor y de espaldas a sus aliados. La cosa pinta mal y se oye ruido de sables en la Casa Blanca y en la Plaza Roja; huele a tierra mojada, pero no con agua, sino con sangre, que a los señores de la guerra les parece, como se lo parecen todos los buenos negocios, un fertilizante de garantías. Recuerden que hay algo llamado industria armamentística, que tiene que seguir produciendo para ser rentable.
Aquí y ahora, la rentabilidad está asegurada: Donald Trump amenaza y manda rearmarse a Europa, hay que elevar el gasto en defensa y llenar los arsenales de tanques, cañones y misiles; pero, sobre todo, hay que comprárselos a él. Y así el círculo se cierra, el dinero va a parar a los mismos bolsillos de siempre, que en gran parte son los que han financiado su campaña electoral, y aquí paz y después gloria. Una paz, naturalmente, que ellos decidirán cuándo se firma y a qué precio, lo mismo que están haciendo ahora en Ucrania. La gran mentira es trasladar la idea de que cuantas más balas menos heridas y cuantas más amenazas menos peligro: dale a dos que están discutiendo un palo a cada uno y lo más probable es que lo usen, no que el miedo al del otro detenga la pelea.
Que en este baile de la muerte sean Trump y sus aliados de extrema derecha quienes marcan el paso, es terrible: si él pone aranceles, se los ponemos; si él retira tu apoyo militar implícito y explícito, nos hacemos nuestro propio ejército y ponemos una ametralladora en cada tejado… Y, por extensión, si él y los suyos se mueven hacia la ultraderecha, nosotros no vamos a ser menos. Para demostrarlo, la Unión Europea va a cambiar su reglamento para autorizar que se instalen fuera de las fronteras de sus países miembros diferentes centros de internamiento de personas inmigrantes. Es decir, lo mismo que hizo que se llevaran las manos a la cabeza y se rasgaran las vestiduras cuando lo propuso Meloni. Es un asunto tan grave que casi no se ha hablado de él, como suele ser norma en estos casos.
La gran mentira es trasladar la idea de que cuantas más balas menos heridas y cuantas más amenazas menos peligro
En España se habla también de incrementar el gasto en defensa, la cifra de salida en de tres mil quinientos millones, que obviamente no da ni para petardos de feria, y mientras unos pocos nos quedamos otra vez solos en la crítica y nos asombra e indigna a partes iguales que lo que no había para Sanidad o Educación lo haya para fusiles, muchos se vuelven de la mañana a la noche expertos en la materia y pontifican que nuestro país no puede ni ser neutral, ni quedarse atrás, porque si todos apuestan por la pólvora y tú vas por ahí dándotelas de pacifista, no haces más que convertir el país en un presa fácil de esos depredadores hambrientos de poder y dólares.
Y en una cosa tienen razón: en este cuento no hay héroes solitarios que puedan cazar al lobo, o se hace todos a una o no hay victoria posible. Y teniendo clara una lección que deberíamos haber aprendido: a la ultraderecha se la combate con más democracia, no con más ultraderecha.
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