Europa, ¿has oído? 9 de mayo, día de la ciudadanía europea Cristina Monge

Nos habían avisado de que las circunstancias que se dan en el ámbito energético, desde el precio desorbitado del gas hasta los palos en la rueda que se le ponen a las fuentes renovables, ponían en riesgo el abastecimiento en nuestro país, que de aquí a 2030 podría sufrir cortes de suministro generalizados. La gente que se ríe de todo, desde el cambio climático a la amenaza de nuevas pandemias, se carcajeó también de esto. Y aquí tenemos el resultado. Mientras escribo estas líneas, la batería del ordenador y el teléfono se van quedando sin carga, las noticias son confusas, he llamado a gente de Santander, Cádiz, Bilbao… Y en todos sitios están igual. Hubo una serie de televisión en la que ya pasaba esto, se llamaba, precisamente, Apagón y hablaba de lo que pasaría en un planeta sin electricidad. En la pantalla, el caos lo provocaba una tormenta solar, pero nosotros, en estos momentos, no sabemos nada, excepto que ha vuelto a quedar claro que en estos tiempos la realidad también supera a la ciencia-ficción. O algo peor, dado que la otra teoría, la del sabotaje de nuestros días, que es el ciberataque, empezó como un rumor y ha acabado en la comparecencia del presidente del Gobierno, que aseguró no descartar ninguna hipótesis y, esto es indicativo, estar “en contacto con la OTAN”.
Cuando no se sabe nada, empiezan las preguntas y con ellas los temores: ¿Qué pasará con los alimentos que tenemos en el congelador? ¿Me dará tiempo a acabar este artículo antes de que la computadora se apague? ¿Cómo voy a ir a la radio esta tarde, si no andan los trenes? ¿Y cuando llegue la noche? Y luego otras, sin duda, mucho más importantes: ¿Y los quirófanos de los hospitales? ¿Y las telecomunicaciones? Mientras avanzo, línea a línea, con un transistor de pilas rescatado de las profundidades del olvido, se oyen continuamente, a lo lejos, las sirenas.
También se me ocurrieron otras cosas antes de que volviese la luz, porque las sombras son el territorio de la reflexión: por ejemplo, que dependemos demasiado de unas compañías energéticas que algunos no hemos dejado nunca de pensar que deberían de ser siempre públicas, lo mismo que todo lo imprescindible, y no estar gobernadas por simples intereses económicos que más que tener clientes tienen rehenes. En esta ocasión la culpa no es suya, ya veremos de quién, si es que hay responsabilidad y no se trata de un simple accidente, pero eso no resta inquietud al hecho de que nos hayamos sentido, por unas horas, tan desvalidos.
Qué frágiles somos, siendo tan poderosos. Y, en un país como el nuestro, qué pena que no se apueste de verdad, sin medias tintas ni subterfugios, por la energía solar. ¿Habremos aprendido la lección? Igual la respuesta tiene que ser la misma que cuando nos preguntábamos si saldríamos mejores de la pandemia de covid.
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