El 28 de marzo de 2017, el ministro ruso de Exteriores, Serguéi Lavrov, desvela una plaza en conmemoración del 145º aniversario del nacimiento de Aleksandra Kolontái (1872-1952). Tomando la palabra delante del edificio moscovita en el que vivió en los años precedentes a su muerte en 1952, elogia a la primera mujer diplomática, a la patriota soviéntica que aguantó contra los nazis como embajadora en Noruega. La revolucionaria, la comisaria del pueblo, la luchadora por la emancipación de las mujeres, la autora de panfletos marxistas de alto nivel y de provocadoras novelas redactadas con muy buena pluma, parece incomodar más a las autoridades de la era Putin...
En realidad, fue la propia Kolontái la que borró el potencial subversivo de su itinerario. Los tijeretazos a su correspondencia y los diarios de los que no se separaba nunca, las sucesivas revisiones de la serie de escritos autobiográficos publicados desde 1912 ,marcan el recorrido a veces doloroso de una superviviente de la URSS estalinista. Sin embargo, seguía convencida del interés de su obra autobiográfica para las generaciones venideras, de las que preveía que olvidaran pronto una época revolucionaria "marcada por el destino".
El destino que hizo de ella, en unos pocos meses de 1917 y 1918, una personalidad política e intelectual famosa mucho más allá de las fronteras de Rusia por su pasión militante, sus responsabilidad de primera fila en el partido bolchevique y sus reflexiones sobre la libertad sexual y el rol social de las mujeres.
La militante de 45 años que alcanzó Petrogrado en plena revolución en la primavera de 1917 ha vivido ya varias vidas. De su infancia y juventud en un medio aristocrático liberal le queda la soltura en varias lenguas —ruso, claro, francés, alemán e inglés aprendidos con las cuidadoras y en los libros, finés hablado con los campesinos de la finca familiar, sueco y noruego aprendidos al emigrar—. Le queda también el arte de llevar sombreros con plumas y abrigos elegantes, que olvidará temporalmente en el Moscú proletario de los años veinte, y encontrará de nuevo como embajadora en el extranjero. Le queda, por último, un apellido, ya que Aleksandra (Shura) Mijáilovna Kolontái no renegaría nunca del patronímico de su primer marido, Vladimir Kolontái, padre de su único hijo Micha, primo pobre elegido por amor y rápidamente abandonado por otro amor distinto.
En 1898, primera ruptura transgresora de su vida, la joven, conquistada por las ideas de emancipación social, quiere dejar de ser una señorita que juega a hacer la revolución animando clubes benéficos. Parte sola a Zúrich para estudiar economía política. Durante casi 20 años, Aleksandra Kolontái se afirma en los medios marxistas y socialdemócratas, se prepara para las intervenciones públicas ante las masas en huelga, se entrena en las maniobras del partido. En 1908, segunda ruptura decisiva, se va al exilio ante la amenaza de arresto por la policía del zar.
Como muchos otros intelectuales de extrema izquierda, lleva una vida nómada, desplazándose sin cesar por toda Europa, entre habitaciones de hotel y apartamentos financiados por los beneficios de sus posesiones en Rusia, así como por publicaciones y conferencias remuneradas. En París, en 1910-1911, se relaciona con los emigrados rusos.
Comienza entonces una larga correspondencia con Lenin, que, aunque forma un improbable trío con la esquiva Nadezhda Krúpskaya y la animada Inessa Armand, no aprueba sin embargo su relación con Aleksandr Shliápnikov, joven militante de origen proletario llamado a tomar responsabilidades en el partido clandestino en Rusia. A través de la Europa obrera, publicado en 1912 en ruso y luego en alemán, revive los encuentros de Aleksandra Kolontái con la élite socialista europea, de la que será una figura menor: Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht, Karl Kautsky, Émile Vandervelde, Jean Jaurès, Jules Guesde, Paul y Laura Lafargue, Máximo Gorki y Gueorgui Plejánov...
La organización de la emancipación del trabajo después de la futura revolución social y la actitud frente a la guerra temida y luego desatada en agosto de 1914 son los grandes temas que dividen al movimiento obrero. Ardiente propagandista del pacifismo durante la fantástica gira que la conduce a más de un centenar de ciudades de los Estados Unidos invitada por la federación alemana del partido socialista americano, Kolontái elige el campo radical de los bolcheviques. Se une a Lenin, que quiere guiar al proletariado hacia una revolución hecha por una élite disciplinada, transformando la "guerra imperialista" en guerra civil.
Más originales son su sensibilidad con respecto a la independencia individual en la futura sociedad socialista y sus posiciones sobre la protección social de las mujeres, de la maternidad y del amor. Persuadida de que hay que combatir el feminismo "burgués" en pleno ascenso tanto en Rusia como en Europa, y ganar para su causa a las obreras, campesinas y las "pequeñoburguesas", entra en el secretariado de la Internacional Socialista de Mujeres, creada en 1907. Junto a Clara Zetkin, otra mujer fuerte del socialismo europeo, milita en vano por la creación de una Oficina de Mujeres en el Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia: la cuestión de las mujeres no parece aún prioritaria a los ojos de Lenin, que se unirá a ella cuando necesite a todas las fuerzas populares para sostener el joven poder de los sóviets.
Un ascenso fulgurante
La tan esperada revolución estalla cuando Kolontái está en Noruega, de regreso de los Estados Unidos. El shock que siente cuando se entera de la noticia leyendo el periódico por encima del hombro de un pasajero en un tren, los abrazos tras el anuncio de la abdicación de Nicolás II y la amnistía para los exiliados políticos, el paso de la frontera con las Cartas desde lejos de Lenin escondidas bajo el corsé, la llegada a la "Rusia libre" el 18 de marzo de 1917: tantas peripecias talentosamente representadas en sus relatos autobiográficos.
Desde ese momento, el ascenso político de Aleksandra Kolontái será fulgurante. Multiplica los artículos en Pravda y el nuevo periódico Kommunistka. Se hace oír en los buques de guerra, hasta entonces prohibidos a las mujeres. Es elegida delegada del sóviet de Petrogrado —contrapoder del Gobierno provisional— por el comité de soldados. Mientras que está presa como consecuencia de la insurrección fallida de las Jornadas de Julio, Kolontái es elegida para el comité central del Partido bolchevique, primera mujer en entrar, quinta en la lista tras Lenin, Sinoviev, Trotski y Lunacharski.
En 1927, y de nuevo en 1937, por los aniversarios de la revolución, publicará sus recuerdos de la reunión "que cambió el destino del mundo". Al alba del 10 (23) de octubre de 1917, siguiendo a Lenin y pese a la oposición de Zinoviev y Kamenev, vota la decisión de hacer caer al Gobierno provisional en nombre del pueblo. Algunos días después del golpe de Estado de octubre, es nombrada comisaria del pueblo para la Asistencia pública, convirtiéndose en la primera mujer ministra de la historia.
Tres años increíblemente densos se abren entonces ante Aleksandra Kolontái y su nuevo marido, el marino ucraniano Pavel Dybenko, 18 años menor que ella. En febrero de 1918, el VIIº Congreso del Partido no la renueva en el comité central. Un mes más tarde, dimite de sus funciones en el Gobierno en solidaridad con Dybenko, destituido de su puesto de comisario del pueblo de Asuntos Navales, acusado de haber defendido mal Petrogrado ante la armada alemana, pero sobre todo hostil al tratado de Brest-Litovsk, que amputa a Rusia un tercio de su territorio. Uno y otra conservan sin embargo responsabilidades importantes.
Brevemente comisaria del pueblo para la Propaganda de la República Soviética de Ucrania, Kolontái pasa a ser la adjunta de Inessa Armand en el Jenotdel, la "sección de trabajo entre las obreras y campesinas" del Parito bolchevique, creada al fin en 1919, y luego la sucede cuando aquella muere de cólera. Es miembro del Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista, representante del Comité Central en el Konsomol, la organización de la juventud soviética, organiza los congresos de trabajadoras y de "mujeres de Oriente"... pero debido a esto publica menos, dejándose llevar por la acción.
Con un nuevo Código de Familia en 1918, la adopción del matrimonio civil, del derecho al aborto y al divorcio, y una serie de medidas de protección de las madres y los niños, la ministra puede al fin enorgullecerse de un resultado concreto para una causa que defiende desde hace años con otras dirigentes comunistas: Elena Stásova, Inessa Armand, Angelica Balabanova o Nadezhda Krúpskaya. Mediante sus discursos y escritos como El comunismo y la familia y Las relaciones sexuales y la lucha de clases, defiende sus ideas sobre la libertad sexual, el fin de la célula familiar, la liberación de las "abejas trabajadoras" mediante una legislación innovadora, y el acceso de las mujeres a las responsabilidades políticas.
Un debate apasionado se lleva entonces a los más altos niveles del Partido y del Estado, tanto por estas mujeres como por hombres como Lenin o Trotski. Sin embargo, Aleksandra Kolontái no logrará jamás liberarse de los ataques misóginos de gran violencia a los que se enfrenta desde que comenzó a ser conocida, y que se incrementaron desde que toma el poder. A las canciones populares y a los motes más o menos irónicos otorgados por la prensa rusa y extranjera —Valquiria de la Revolución, Kolontaiette, Bella Revolucionaria...— se suman los cuestionamientos de su vida privada —divorcio, amantes más jóvenes que ella...— y las parodias pornográficas de su obra.
Son escasos los retratos amables, como el de la francesa Louise Weiss, que recorre la Rusia revolucionaria en 1921 para el semanario La Nueva Europa. Fascinada por la belleza, "la inteligencia de fuego", "la fuerza de las que han vivido pero que no conocen la vejez", de esta "conquistadora", no por ello se preocupa menos por su utopía colectiva, "romántica en su marxismo desenfrenado"...
En 1921 y 1922, cuando la Rusia soviética está sumida en una terrible crisis económica, los primeros accidentes cerebrales de Lenin desatan las ambiciones por su sucesión. Aleksandra Kolontái toma partido por la "Oposición obrera" contra la burocratización del Partido y contra la nueva política económica (NEP), que ve como una renuncia al espíritu colectivo e igualitario de la revolución. Su caída es, por tanto, política, pero se inscribe en un primer cuestionamiento de las políticas familiares y del trabajo de las mujeres.
La "teoría del vaso de agua"
Se le reprocha el paro de las mujeres, las esposas abandonadas, los niños dejados en las calles. Después de los violentos ataques de Trotski, Bujarin y Radek durante el Congreso de la Internacional Comunista de 1922, es claramente desacreditada, sin ser sin embargo nombrada, en los encuentros con Lenin que Clara Zetkin publica en 1924. Las declaraciones que se atribuyen al desaparecido dirigente tendrán una gran responsabilidad la atribución a Kolontái de la "teoría del vaso de agua".
Seguramente conoce usted la famosa teoría de que, en la sociedad comunista, la satisfacción del impulso sexual, de la necesidad amorosa, es algo tan sencillo y tan sin importancia como “el beberse un vaso de agua”. Esta teoría del vaso de agua ha vuelto loca, completamente loca a una parte de nuestra juventud, y ha sido fatal para muchos chicos y mucha muchachas. (...) Es evidente que quien tiene sed debe saciarla. Pero, ¿es que el hombre normal y en condiciones normales, se dobla sobre el barro de la calle para beber en un charco? ¿O, simplemente, de un vaso cuyos bordes conservan las huellas grasientas de muchos labios? Pero, todavía más importante que todo esto es el aspecto social. Pues el acto de beber agua es, en realidad, un acto individual, y en el amor intervienen dos seres y puede nacer un tercero, una nueva vida. En este acto reside un interés social, un deber hacia la colectividad. (...) Deportes sanos, gimnasia, natación, marchas, ejercicios físicos de todo género, variedad de intereses espirituales. ¡Aprender, estudiar, investigar, haciéndolo, siempre que sea posible, colectivamente! “Todo esto dará a la juventud más que las eternas conferencias y discusiones sobre problemas sexuales y sobre el dichoso derecho a “vivir su vida”.
En esta época, Aleksandra Kolontái ha cambiado una vez más de vida. En Moscú, la nueva capital, o durante sus giras propagandísitcas en trenes especiales, había vivido y aceptado los aspectos más duros de la guerra civil, la prohibición de la oposición y de la prensa, las ejecuciones sumarias de los opositores y de las antiguas élites. En el clima depresivo de la NPE, marcada por numerosos suicidios y partidas voluntarias o forzadas, permanece fiel, pero busca una escapatoria solicitando una misión en el extranjero. Stalin, a quien asegura su apoyo, la envia a Christiania (Oslo), donde se convierte, en 1923, la jefa de la misión diplomática y consejera comercial, y luego embajadora.
Aleksandra Kolontái.
Siendo de nuevo la primera mujer en ejercer estas funciones, rendirá homenaje en sus recuerdos a la ausencia de sexismo de los noruegos, que atribuye a su "espíritu democrático". Por última vez, interviene en la vida política soviética con un artículo polémico, "Paso al alado Eros. Una carta a la juventud trabajadora", en el debate sobre el nuevo Código de Familia adoptado en 1926. Nunca más debatirá la evolución que devuelve en los años treinta a las mujeres soviéticas a la condición de trabajadoras y de madres, en un marco familiar conservador.
Es en Oslo donde Aleksandra Kolontái se encuentra con Marcel Body. Soldado raso enviado a Rusia conla misión militar francesa durante la Primera Guerra Mundial, miembro del pequeño grupo comunista francés de Moscú desde 1918 con Jacques Sadoul y Pierre Pascal, el joven secretario de Representación Comercial (tiene 33 años) es también alejado del centro moscovita por sus posiciones críticas con el poder estalinista en construcción. Vuelve a Francia en 1927, pero su relación durará varios años, siguiendo las asignaciones de la embajadora: México en 1926, de nuevo Noruega en 1928, Suecia en 1930. Ella participará también en las sesiones de la Sociedad de Naciones en Ginebra, tras la entrada de la URSS en 1934.
Mediante los contactos regulares con Moscú y las noticias que recibe por carta de sus amigos y visitantes llegados de la Unión Soviética, Aleksandra Kolontái conoce los arrestos y las ejecuciones de la Gran Purga, de los cuales algunos afectan a su círculo más próximo: Aleksandr Satkevitch, su compañero tras la separación de su primer marido; Pavel Dybenko, el antiguo comisario del pueblo. Los dosieres de acusación de los diplomáticos Rosenberg y Arossev la mencionan como cómplice de crímenes de espionaje y de maniobras contrarrevolucionarias. Será salvada por Stalin, que no duda sin embargo en fusilar a las esposas de los condenados y califica a los intelectuales de "arenques con ideas". Sobrevivirá a las purgas y a las extremas tensiones de los años 1939-1945, durante los cuales la URSS se beneficia de su perfecto conocimiento de la política escandinava y de su prestigio como "embajadora roja".
Las pocas líneas de la necrológica de Kolontái en Izvestia en 1952 no mencionan su carrera diplomática. Conocida en el estranjero, a veces de manera caricaturesca, por la teoría apócrifa del "vaso de agua", el interés por ella renacerá entre las feministas de los años setenta, fascinadas por la modernidad de sus reflexiones sobre el lugar de la vida privada en una sociedad socialista, la sexualidad libre, la pertinencia —o no— de la intervención del Estado en "la unión entre dos personas" y la suerte de su "descendencia".
Más allá del lado romántico de un recorrido fascinante, queda mucho por descubrir, en los archivos de Moscú y de Europa, en los combates políticos de Aleksandra Kolontái y en su compromiso total con la revolución bolchevique. _________________
Sophie Coeuré es historiadora y profesora de Historia Contemporánea en la universidad de Paris-Diderot.
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Traducción: Clara Morales
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El 28 de marzo de 2017, el ministro ruso de Exteriores, Serguéi Lavrov, desvela una plaza en conmemoración del 145º aniversario del nacimiento de Aleksandra Kolontái (1872-1952). Tomando la palabra delante del edificio moscovita en el que vivió en los años precedentes a su muerte en 1952, elogia a la primera mujer diplomática, a la patriota soviéntica que aguantó contra los nazis como embajadora en Noruega. La revolucionaria, la comisaria del pueblo, la luchadora por la emancipación de las mujeres, la autora de panfletos marxistas de alto nivel y de provocadoras novelas redactadas con muy buena pluma, parece incomodar más a las autoridades de la era Putin...