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Alfonso Sastre sobrevive a la censura franquista

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"Estamos por asegurar que Alfonso Sastre acaba de ingresar, tranquila y arriscadamente, en la nómina de autores españoles de hoy". Eso decía el ABC del 19 de marzo de 1953 sobre Escuadra hacia la muerte. Sastre, entonces un muchacho de 27 años —hoy uno de los exponentes del teatro de posguerra junto a Buero Vallejo—, tuvo que interrumpir la función por los aplausos del público. El que pensaba ser un pase único para inaugurar un ciclo de teatro universitario se alargó a tres noches. La crítica pronosticaba larga vida para el drama y éxitos para su autor. Pero llegó la censura. Una nota interna de la Sección de Teatro advierte de que "se suscitaron quejas y objeciones de carácter castrense". Cuando, ese mismo septiembre, otro grupo aficionado solicitó volver a representarla, el aparato franquista respondió: prohibida. 

"Las tres primeras representaciones fueron en 1953. La cuarta se representa el viernes". El director de escena Pazo Azorín cita a Unamuno y su "Decíamos ayer..." para obviar los 63 años que la obra ha permanecido fuera de los circuitos comerciales. Esta semana regresa al escenario que la vio por primera vez, el del Teatro María Guerrero. La victoria no está solo en que ha resistido a la censura y al franquismo y que su autor está vivo para verlo. Esta historia de seis soldados condenados a morir en batalla se desarrollaba en la que Sastre imaginaba como Tercera Guerra Mundial. Y —podemos respirar de alivio— no se ha producido. Azorín viene para ahogar el optimismo: "La versión ha consistido en actualizar el lenguaje y quitar la pátina de teatro costumbrista. Pero tengo la sensación de que la obra está escrita la semana pasada". ¿Será que aún no se ha producido?

Escuadra hacia la muerte (hasta el 27 de noviembre en esta sede del Centro Dramático Nacional) imagina a cinco soldados rasos y un cabo castigados a avanzar hacia primera línea de fuego para, cuando llegue el momento, desactivar los campos de minas que separan los dos frentes. Es decir, son seis hombres condenados —más tarde aprenderemos que están siendo castigados— a morir. Interpretados por Jan Cornet, Iván Hermes, Carlos Martos, Agus Ruiz, Unax Ugalde y Julián Villagrán, cada uno enfrentará de distinta manera esa certeza. Azorín traslada a un búnker lo que en el texto original sucede en una cabaña en el bosque, lo que le permite desplegar también sus dotes de escenógrafo. El vestuario futurista de Juan Sebastián Domínguez y el aire contaminado que imagina el director contribuyen a alejar la acción de 2016. Pero, en el fondo, se trata de lo mismo: seis hombres aislados del mundo exterior que esperan la lenta llegada de la muerte.

Influencia existencialista

La crítica que ha analizado la obra de Sastre desde entonces comparó la obra con A puerta cerrada (Huis clos), de Jean-Paul SartreA puerta cerradaHuis clos, estrenada en 1944. A puerta cerrada, en la que se decía aquello de "El infierno son los otros", situaba a tres personas encerradas en un espacio indeterminado que esperan su turno para ser torturados. La pieza de Sartre pretendía ser una reflexión sobre la condición humana desde el existencialismo, y así ha sido también interpretada Escuadra hacia la muerte. Ese grupo de personas atormentadas por sus actos pasados que están condenadas a hacerse cargo de sus propias decisiones, incluso cuando la situación parece no tener salida, suena mucho a ese "El hombre está condenado a ser libre" de Sartre. Azorín le suma, además, unos tintes marxistas a la historia: "Para que nazca el hombre nuevo, tienen que morir una cierta manera de entender el hombre". 

Lo cierto es que, en 1953, ni la crítica ni la censura sabía muy bien cómo tomarse todo aquello. Del contenido de la obra, el ABC solo sabe decir que es "auténtico drama", además de deshacerse en elogios sobre la prosa "recortada, sucinta" de Sastre. La censura no lo tiene más claro. "Moralmente, la obra no tiene riesgo, aunque es pesimista", decía el censor Bartolomé Mostaza, como recoge la documentalista teatral Berta Muñoz Cáliz. Su compañero Gumersindo Montes Agudo la veía como una "obra que no debe darse ante públicos propensos a dudas y extravíos ideológicos", y meses después expresaba de nuevo su propio desconcierto: "Puede ser una obra falangista, puede ser una obra marxista".

A lo largo de los años, mientras los grupos de teatro universitario seguían solicitando su representación, se sucedían las confusas valoraciones de la administración: "No es una obra de tesis, como se ha pretendido". Más tarde se tomó la decisión de dejar que se representara siempre y cuando se evitara "toda localización temporal o geográfica" —cosa que, curiosamente, cumple Azorín— y se sustituyeran los nombres propios españoles por otros extranjeros. El delegado provincial de Sevilla decía, en su favor: "Se ha dicho que es un grito de protesta de la juventud actual contra el Poder. Se ha dicho que es una obra antimilitarista. Quizá tenga un poco de ambas cosas, pero en proporción escasa para calificarla de anarquista o antimilitarista". 

Agitación social

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Se equivocaba. Si a principios de los cincuenta había fundado ya el irreverente Teatro de Agitación Social, en 1960, monta el Grupo de Teatro Realista, con el que trataba de hacer "un teatro político, de izquierda revolucionaria, o sea queríamos contribuir con ese teatro a la destrucción del fascismo". Ese año entró en una famosa polémica con Buero Vallejo sobre su postura con respecto a la dictadura y la industria teatral. Sastre y sus compañeros se habían granjeado para entonces la completa enemistad del franquismo con obras como La mordaza, que aludía de manera clara a la represión y la dictadura. El resultado era que la censura apenas les permitía estrenar. Buero había elegido hacer un "teatro posible" que le permitiera sortear la censura y contribuir al progreso. Pero Sastre consideraba que eso suponía firmar un "pacto social" con el franquismo que ya no podría disolverse. 

"Alfonso Sastre, en un siglo o dos siglos, va a tener un resurgir inmenso", vaticinaba Azorín en la presentación de la obra el pasado martes. Pero añadía una condición amarga: "Cuando no se sepa qué dijo o quién fue". Porque el compromiso político de Sastre no acabó ahí. Abandonó el PCE y se vinculó desde entonces a la izquierda abertzale. Tanto él como su compañera, Eva Forest, fueron procesados por un supuesto delito de terrorismo del que fueron finalmente exonerados. Se ligó a Herri Batasuna y, tras su ilegalización, a Herritarren Zerrenda. A los 90 años, su último acto en política ha sido la protesta por la inhabilitación de Otegi como candidato. 

Pero volvamos a Paco Azorín sigue defendiendo que Escuadra hacia la muerte debería llamarse Escuadra hacia la vida, que hay esperanza aunque sigamos temiendo esa Tercera Guerra Mundial. Para cerrar la obra elige unos versos de Bertolt Brecht, otra de las grandes influencias de Sastre: "Vosotros, que surgiréis del marasmo / en el que nosotros nos hemos hundido, / cuando habléis de nuestras debilidades, / pensad también en los tiempos sombríos / de los que os habéis escapado. (...) Pensad en nosotros/ con indulgencia". El poema, de 1939, se titula "A los hombres futuros". Que seamos nuevos es otra cuestión. 

"Estamos por asegurar que Alfonso Sastre acaba de ingresar, tranquila y arriscadamente, en la nómina de autores españoles de hoy". Eso decía el ABC del 19 de marzo de 1953 sobre Escuadra hacia la muerte. Sastre, entonces un muchacho de 27 años —hoy uno de los exponentes del teatro de posguerra junto a Buero Vallejo—, tuvo que interrumpir la función por los aplausos del público. El que pensaba ser un pase único para inaugurar un ciclo de teatro universitario se alargó a tres noches. La crítica pronosticaba larga vida para el drama y éxitos para su autor. Pero llegó la censura. Una nota interna de la Sección de Teatro advierte de que "se suscitaron quejas y objeciones de carácter castrense". Cuando, ese mismo septiembre, otro grupo aficionado solicitó volver a representarla, el aparato franquista respondió: prohibida. 

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