Ana Belén: "Quiero reivindicar el valor de la cultura contra aquellos que la desprecian"

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"Me gustaría reivindicar el valor de la cultura contra aquellos que la minimizan o directamente la desprecian. En estos tiempos tremendos en los que nos ha tocado vivir, nos hemos dado cuenta de que son los libros, la música, el cine, incluso el teatro, visto desde nuestras casas en streaming, lo que nos abre las puertas al conocimiento, la belleza, la reflexión. Eso lo consigue la cultura". Con estas palabras inauguraba Ana Belén (Madrid, 1951) este martes el Festival de Almagro. Pero la ceremonia de entrega del Premio Corral de Comedias a toda su carrera parecía tener peso más allá del de su propia figura. Durante el acto, celebrado en el Palacio de los Oviedo en el pueblo manchego, se ha hablado de momento "histórico": la vuelta a las tablas y los actos culturales tras el confinamiento, y todavía sumidos en la crisis sanitaria, tiene algo de ritual. Así, parecía que la actriz y música inauguraba también otra cosa: un momento de reposo y placer después de meses de tensión; el regreso de un sector cultural herido. 

El tiempo ha contribuido a la metáfora: a media tarde, un chaparrón ha empapado las calles de Almagro y el patio del Palacio de los Oviedo. Tan solo media hora antes del inicio de la ceremonia, el equipo técnico del festival se afanaba por adecentar el escenario. Pero eso, que quizás en otras circunstancias habría supuesto una preocupación mayor, en esta edición más que accidentada parecía solo un detalle. Como decía Ignacio García, director del festival, citando el Quijote: "Todas estas borrascas que nos suceden son señales de que presto ha de serenar el tiempo y han de sucedernos bien las cosas, porque no es posible que el mal ni el bien sean durables, y de aquí se sigue que, habiendo durado mucho el mal, el bien está ya cerca". Los truenos lejanos ponían a prueba incluso el optimismo cervantino. Y Ana Belén recordaba lo pasado en estos meses, dedicando el premio "a todos los que en este tiempo nos han cuidado y nos han protegido, porque ellos son los importantes esta noche". 

En eso insiste una y otra vez la organización del festival: Almagro se va a convertir en el "mascarón de proa" de la vuelta a los teatros, ha dicho Ignacio García, en un "espacio de encuentro y de esperanza", en el arranque del "tiempo del bien". Si se puede conjurar la buena suerte a fuerza de insistencia, con las palabras, el festival ha hecho sin duda su parte. Y para que funcione el hechizo, entre las autoridades estaban el ministro de Cultura, José Manuel Rodríguez Uribes, o la consejera de Educación y Cultura de Castilla-La Mancha, Rosana Rodríguez Pérez (el presidente, Emiliano García-Page, había confirmado su asistencia, pero finalmente no ocurrió; tampoco asistió el alcalde del pueblo, Daniel Reina, convaleciente de coronavirus), que participaron en el minuto de silencio inicial en homenaje a las víctimas del covid-19. Una sombra, como la de la tormenta previa, aleteando sobre el espíritu esperanzado de la inauguración.

Ana Belén, con mascarilla, en la inauguración del Festival Internacional de Teatro Clásico de Almagro, entre Víctor Manuel (izquierda) y Vicente Molina Foix. / Festival de Almagro

En su discurso de aceptación del premio, Ana Belén repasaba su trayectoria, unida a Almagro. Aquí llegó por primera vez en el año 1968, con el Teatro Español, haciendo de Escobarillo en El rufián Castrucho, de Lope de Vega; y volvió luego, contaba, con El sí de las niñas, de Moratín, antes de su gran actuación en La hija del aire, de Calderón de la Barca. Sobre escena, de hecho, esperaba un maniquí ataviado con un traje que Ana Belén vistió en esa misma obra, bajo la dirección de Lluís Pasqual. Corría el año 1981 y ella era Semíramis, la reina de Asiria protagonista de esta tragedia mitológica que dejó huella en Almagro. Por entonces ni siquiera existía la Compañía Nacional de Teatro Clásico, y el montaje estuvo a cargo del Centro Dramático Nacional, dirigido por José Luis Alonso.

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La actriz Manuela Velasco ha recitado, de hecho, un fragmento de esta obra antes de que Vicente Molina Foix subiera al escenario para encargarse de la laudatio de la homenajeada. Y en esa Ana Belén, en la actriz teatral del clásico —y no la intérprete de teatro contemporáneo, ni en la artista de cine, ni en la música...— se ha centrado el escritor, que prometía no irse "por las ramas", y eso que "el árbol de la vida artística de Ana Belén echó raíces muy pronto y es frondoso". Además de Semíramis, Molina Foix mencionaba la Antígona de Miguel Narros, el Hamlet de José Carlos Plaza —donde participó él como traductor— o la más reciente Fedra de Juan Mayorga. En las cinco veces en las que él ha coincidido como dramaturgo junto a Ana Belén como actriz, pudo observar, decía, el "método Belén", que "consiste simplemente en que el primer día, el día en que la compañía lee en voz alta el texto de la función, Ana Belén, enseguida se advierte, no sólo lo ha leído de cabo a rabo sino que ya parece retenerlo entero en la memoria".

El pianista Iván Melón Lewis se encargaba de anotar, a las teclas, la carrera musical de Ana Belén, con las melodías de temas tan reconocibles como El hombre del piano o La puerta de Alcalá. Poco después, la actriz María Barranco verbalizaba un pensamiento compartido, a juzgar por los asentimientos de las cabezas entre el público: "La Transición de este país se entiende con Ana Belén cantando". (También se preguntaba "por qué unas con tanto y otras con tan poco" mientras se señalaba a sí misma, arrancando algunas risas en un público en tensión, acaso por los ruidos de tormenta o acaso por las mascarillas).

Rodríguez Uribes tenía —lo decía él— el ingrato deber de cerrar la ceremonia, justo antes de la homenajeada pero después de Foix, Velasco y Barranco y de los demás representantes de las administraciones. Después de hacer una breve mención a la crisis vivida —"Ser ministro de Cultura en un país confinado, además de leer... poco se puede hacer", aseguraba—, celebraba la trayectoria de la actriz: "Premiar a Ana Belén es premiar a un referente de la ética pública de este país" y a toda "una tradición". Una tradición que Ana Belén reclama también como un compromiso moral: "Yo nunca me he creído más que nadie por dedicarme a esta profesión", decía en su discurso, "pero sí creo que, por fortuna, al meterme en la piel de tantos personajes, de cada uno de ellos salgo siempre mejor que cuando entré". Los truenos, por cierto, respetaron la ceremonia. Habrá que esperar para saber si se trata de un buen augurio. 

"Me gustaría reivindicar el valor de la cultura contra aquellos que la minimizan o directamente la desprecian. En estos tiempos tremendos en los que nos ha tocado vivir, nos hemos dado cuenta de que son los libros, la música, el cine, incluso el teatro, visto desde nuestras casas en streaming, lo que nos abre las puertas al conocimiento, la belleza, la reflexión. Eso lo consigue la cultura". Con estas palabras inauguraba Ana Belén (Madrid, 1951) este martes el Festival de Almagro. Pero la ceremonia de entrega del Premio Corral de Comedias a toda su carrera parecía tener peso más allá del de su propia figura. Durante el acto, celebrado en el Palacio de los Oviedo en el pueblo manchego, se ha hablado de momento "histórico": la vuelta a las tablas y los actos culturales tras el confinamiento, y todavía sumidos en la crisis sanitaria, tiene algo de ritual. Así, parecía que la actriz y música inauguraba también otra cosa: un momento de reposo y placer después de meses de tensión; el regreso de un sector cultural herido. 

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