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‘B, la película’: las verdades de Luis Bárcenas

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15 de julio de 2013. Hace calor en la pequeña sala elegida para la décima declaración de Luis Bárcenas ante el juez Pablo Ruz. El edificio está en obras y les han asignado unas dependencias minúsculas. El extesorero lleva 18 días en la cárcel. Llega sin corbata (esta prenda, cinturones, cordones... están prohibidos en prisión) y con una sorpresa. Si hasta entonces había defendido que no había contabilidad b en el PP, que sus papeles no eran suyos y que todo era un montaje, hoy dirá todo lo contrario. Hay caja b; él llevaba sus cuentas junto a Lapuerta; Mariano Rajoy (y otros tantos) lo sabía. Lo que, según él, es toda la verdad

En la sala solo había una veintena de personas, pero B, la película (que se estrena el 18 de septiembre) dejará entrar a unos cuantos cientos. David Ilundain ha dirigido su primer largo a partir de una fiel versión de la declaración de Bárcenas, solo alterada en la duración (de cinco horas a 80 minutos) y en algún detalle. "No es un documental, pero hemos querido recrearlo de la manera más rigurosa y verosímil posible", explica el realizador. La sesión se ha recreado al detalle: desde la vestimenta del extesorero a los colores de las carpetas, todo se desarrolla igual que en aquel día decisivo para la política española. "La idea es dar al espectador la posición de voyeur. Tú lo ves desde esa esquina y ya decidirás qué te creerás y qué no", explica. Todo está rodado, de hecho, a partir del punto de vista de la cámara casera que se encarga de grabar los juicios para uso interno. 

La idea, hay que confesarlo, no es de Ilundain. Fueron el dramaturgo Jordi Casanovas y el actor y director teatral Alberto San Juan los que vieron el potencial dramático del giro de Bárcenas, y decidieron llevarlo a escena en el Teatro del Barrio bajo el título de Ruz-Bárcenas. El director de cine fue uno de los espectadores que descubrieron a Pedro Casablanc en el papel del imputado y a Manolo Solo en el de juez, librando una batalla verbal digna de una buena dramaturgia. Salió de la sala con una idea en su cabeza: había que hacer una película.

Su objetivo era reproducir en el espectador las sensaciones que tuvo en la representación ("shock, risa nerviosa…"), pero también llevarlo a un público mayor: "Merece la pena, tanto desde el punto de vista creativo como por su lazo con la actualidad". Esa actualidad tan veloz que ha hecho que la mayoría de los electores olviden lo que Bárcenas dijo aquel día (que el PP se financiaba ilegalmente, que era un sistema aceptado, que cientos de miles de euros habían sido ocultados a Hacienda), y a quiénes señaló con nombres y apellidos (Rajoy, Cospedal, Trillo, Mayor Oreja, ¿Aznar?). "Todo se sepulta muy rápido. Es bulímico, de consumo inmediato", valora Ilundain, "Cuando le prestas 80 minutos de tu vida y te lo pasas bien, forma parte de tu interior y piensas que quizás no lo habías dimensionado correctamente".

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No fue fácil levantar el proyecto. Al fin y al cabo, una obra de teatro necesita bastante menos financiación que una película. No han tenido ayudas públicas (pese a que pidieron ayudas los Institutos de la Cinematografía español y catalán), ni inversiones de las televisiones, las dos grandes vías de entrada de dinero a un filme. Sí tuvieron, sin embargo, ayuda del público. Casi 600 mecenas aportaron 50.000 euros a través de un crowdfundingcrowdfunding, que se completaron con pequeños inversores privados hasta llegar a unos 200.000. "En realidad no sé cuánto presupuesto tenemos, hay parte que aún hay que ver", confiesa. 

Los meses de preproducción tuvieron gran parte de documentación. Los detalles aportados por periodistas y otros presentes en la sala ayudó a completar el ambiente que se vivía ese día en la Audiencia Nacional y que las frías anotaciones de la declaración no pueden captar. Quién hablaba con quién. Cuándo había murmullos. Y, sobre todo, cuándo lanzaba Bárcenas miradas de socorro a su recién estrenado abogado, sin saber del todo cómo responder al juez y, sobre todo, a las acusaciones particulares. Ilundain y Casablanc (y, antes, director teatral y dramaturgo) han hecho un profundo estudio del extesorero como personaje dramático: "Emocionalmente, cometió ciertos errores que quizás le han podido perjudicial procesalmente. Lleva toda su vida en el PP, ha vivido muy bien, y lleva 18 días en la cárcel. Tenía que sentirse como 'Esto me lo voy a comer yo'. No era solo una declaración controlada. Había algo de peligroso, porque se le podía escapar de las manos". Acaba, efectivamente, derrotado.

Pero que el lector no espere solo la plúmbea reproducción de una más que densa declaración judicial. Hay "aliviaderos". Aparece José Luis Moreno, "el ventrílocuo". Se comenta la indumentaria de Rajoy. Se riñe a los indiscretos periodistas. Se habla de prevaricación como se haría del partido de la noche anterior, con tanta naturalidad que da risa. Un "punto berlanguiano" para un público que, según Ilundain, "está deseando ver este tipo de obras". ¿Por qué, entonces, no hay más? "En el statu quo hay miedo, se piensa que mejor que el primero sea otro", responde el director. Eso tiene consecuencias: "Si no lo hacemos nosotros acabamos viendo cómo lo hacen los estadounidenses, los ingleses, los daneses (Borgen), los italianos (Gomorra)… Que está muy bien, ¡pero aquí tenemos material para superarles y darles mil vueltas!". 

15 de julio de 2013. Hace calor en la pequeña sala elegida para la décima declaración de Luis Bárcenas ante el juez Pablo Ruz. El edificio está en obras y les han asignado unas dependencias minúsculas. El extesorero lleva 18 días en la cárcel. Llega sin corbata (esta prenda, cinturones, cordones... están prohibidos en prisión) y con una sorpresa. Si hasta entonces había defendido que no había contabilidad b en el PP, que sus papeles no eran suyos y que todo era un montaje, hoy dirá todo lo contrario. Hay caja b; él llevaba sus cuentas junto a Lapuerta; Mariano Rajoy (y otros tantos) lo sabía. Lo que, según él, es toda la verdad

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