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Un bello acto de resistencia

Diana Acero (Carmot) y Beatriz Rubio (Distinta tinta) no parecen albergar dudas: "Es un homenaje, una necesidad que los editores hemos sentido porque la feria 'Hostia, Un Libro (HUL)' era un momento muy agradable para conocernos entre nosotros y sobre todo poner cara a nuestros lectores". Un punto de encuentro para los pequeños editores que se había perdido, y que convenía recuperar. Por eso, este fin de semana pasado abrió y cerró sus puertas Efímera Librería, con obra de editoriales "que tienen entre 4 y 30 títulos, la mayoría están entre 20 y 30, pero el paso de la decena es complicado, y es ahí donde se juegan su permanencia en la vida literaria".

Ha sido una buena ocasión para conocer a estos valientes que pelean en un mundo (y el suyo no es el único sector en esta tesitura) dominado por los grandes. "El mayor reto de las pequeñas editoriales es la presencia en medios, la poca presencia que se logra en los grandes medios de comunicación que están copados con las grandes campañas de marketing contra las que nos es imposible luchar, a menos que sea con estas acciones", afirman Diana y Beatriz.

¿De quiénes hablamos? Pasen, y lean.

Del tamaño y su importancia

A nuestros interlocutores de hoy les hemos puesto deberes. El primero, definirse. ¿Cuán pequeño es un editor pequeño?

La leonesa Ediciones Menguantes "es, como su propio nombre indica, pequeña tirando a minúscula", me dicen José Luis González Macías y Lía Peinador. "Nuestra presencia en el mundo editorial es casi imperceptible, pero por otra parte nos permite disfrutar de lo que hacemos."

La pequeñez se mide por el número de títulos que se publican: "Somos una editorial que tiene el tamaño adecuado, ya que publicamos menos de 12 títulos al año. Si publicáramos más seríamos más grandes, pero seríamos peores", explica Jorge Salvador Galindo, de la asturiana Pez de Plata.

También sirve de vara de medir el tamaño de la plantilla. Jekyll & Jill, cuya sede está en Zaragoza, es "una editorial independiente unipersonal. Me encargo de la selección de los textos, el diseño, la maquetación y la promoción de los libros que publico. No es posible, por tanto, que sea más pequeña", asegura Víctor Gomollón. "Para que te hagas una idea de nuestra dimensión, lo habitual es que las pequeñas editoriales las gestione una pareja. Pues bien, La Moderna solo tiene en nómina a su editor", nos dice el aludido, David Matías. El resto son colaboradores, incluso cuando, como sucede en Altamarea (Madrid), trabajan tres personas, una de ellas, Alfonso Zuriaga.

Ni que decir tiene que son plenamente conscientes de las dificultades. "Amor de Madre es pequeña y la cuenta de resultados pinta de color rojo —explica Inmaculada Puche—. No obstante, sabemos que es normal. Estamos empezando, estamos comprando derechos de autoras que nos encantan y afrontamos gastos de traducción. Sencillamente estamos invirtiendo". Lo hacen desde Córdoba; no lejos, en Sevilla, Zacarías Lara y Manuel Burraco proclaman sus ambiciones: "Barrett es pequeña en cuanto a nuestras ambiciones, como muchas otras, huimos de la 'novedad editorial', queremos que nuestros libros entren en la categoría de long seller, que se vayan vendiendo poco a poco, que ganen valor con el paso del tiempo. Nos gustaría vivir tranquilos, trabajar poco y poder comer percebes cuando presentamos libros en Galicia".

Por no defraudar a quienes se dejaron tentar por el ladillo, concluiremos que el tamaño importa… pero no tanto. "Publicamos solo textos que nos gustan (sin concesión alguna) y tenemos una difusión cada vez mayor a pesar de no ser habituales en los grandes medios —afirman Francisco Jurado Chueca y Jaime Rodríguez Z., de Esto no es Berlín Ediciones (que es editorial madrileña)—. En ese sentido, nos sentimos grandes."

Calibrada la magnitud del empeño, nos y les preguntamos qué les animó a lanzarse, qué les hizo pensar que su propuesta era necesaria. La palabra no parece gustarles. "Necesidad y libro son palabras que no conviven bien", afirma Gomollón. Y lo mismo, Chueca y Rodríguez: "No creemos que ninguna editorial sea ‘necesaria’. Pero tampoco ningún autor. En realidad, los escritores y las editoriales libres intentamos crear nuestro lugar en el mundo a través de un lenguaje propio, una línea, un discurso. El nuestro pasa por la indagación estética pero también por la revisión, incluso la denuncia, de la convención".

Las razones de cada uno son las razones de cada cual. La de David Matías fue una apuesta por la periferia y la descentralización, "por modelos de vida más apegados a lo rural. Una apuesta por nuestra tierra", que es Extremadura; para Zuriaga, la especialización en literatura italiana ("y sabíamos que en España había muchos títulos de allí que no estaban llegando y que eran importantes para el lector en castellano"); para Galindo, la apuesta por el humor ("¿Cuántas editoriales en España dedican la totalidad de su catálogo a la narrativa contemporánea en castellano? ¿Cuántas tienen una colección dedicada a algo tan necesario como la literatura humorística? Pues eso").

El arrojo que demuestran, y la convicción que exhiben, no pueden hacerles obviar las penalidades del camino emprendido; penalidades que afrontan con galanura, porque vivir de esto no es sencillo, y el que no trabaja en una librería se desempeña corrigiendo y editando para otros o como animador sociocultural. Por citar a González Macías y Pescador, "es obvio que no vivimos de Ediciones Menguantes. De momento, Ediciones Menguantes vive más bien de nosotros".

Pero, sus compañeros de Barrett les animan: hay esperanza. "Nos diversificamos todo lo que podemos: presentamos libros a director+s de cine, tratamos de vender derechos al extranjero, damos charlas y talleres, participamos en tinglaos varios, etc., en definitiva, hacemos el pino puente todos los días. Hemos tardado casi dos años en poder tener un 'sueldito', y ahora estamos viendo algo de luz en este mundillo literario."

El pez chico planta cara al grande

Produce cierta ternura, y no quiero sonar condescendiente, asistir al espectáculo de estos pequeños haciéndose un hueco en un mundo de tiburones editoriales.

"En el paisaje editorial que nos dejó la crisis, solo dos grandes grupos acaparan más del 40% de la cuota de mercado. Paradójicamente, la democratización de las nuevas tecnologías ha permitido que las microeditoriales sigamos proliferando". El mayor obstáculo, dice David Matías, es la desigualdad de fuerzas. Y la visibilidad, que es una cuestión de espacio: "Si el 40% de una librería lo ocupan solo dos editoriales, el resto queda para un sinfín de propuestas diferentes que se ven obligadas a competir entre sí por ese espacio limitado".

Hacerse hueco (físicamente, aquí no hay metáfora que valga) en las librerías es, coincide Gomollón, parte de la cuestión si bien él no rivaliza tanto con los gigantes como con esas "editoriales medias, que con la intención de crecer y ganarse más lectores tienen un modo de obrar devorador y poco escrupuloso". De ahí la necesidad de "ofrecer títulos de narrativa y ensayo que están alejados de las lecturas fáciles y complacientes".

"El reto —añade Galindo— está en convencer a los libreros de que los títulos que publica Pez de Plata son originales, atrevidos, exigentes, divertidos, comprometidos…". Menciona a los libreros porque, en su experiencia, convencer a los lectores "cuesta menos".

En definitiva: por un lado, "lograr la visibilidad que, creemos, merece nuestra apuesta editorial para darnos a conocer en igualdad de condiciones que otros grupos editoriales" (Zuriaga); y, por otro, conseguir "que las personas se acerquen a sus libros los disfruten y les aporten algo. Que les hagan disfrutar, que compartan con nosotras este proyecto ilusionante y transformador" (Puche). En cuanto a los grandes, e incluso si hay quien afirma no pensar nunca "en términos de competencia, estamos un poco ajenos a esto de las luchas editoriales" (Lara y Burraco), pueden atarse los machos: "Sin duda, nuestro mayor reto es absorber al Grupo Planeta y cambiarles el nombre, por ejemplo, quitándoles la 'L' (risas)".

Y todos, todos, siguen la norma que desde Ediciones Menguantes atribuyen "al gran Ramón Trecet: 'Buscad la belleza ahí fuera, porque es lo único que merece la pena en este asqueroso mundo'".

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Efímera, pero con voluntad de permanencia

Termino ya. En algún sitio he leído que Diana y Beatriz sueñan con próximas ediciones de Efímera Librería en otras ciudades. Les pregunto. "Nuestro propósito es que las pequeñas editoriales españolas, que son muchas y muy variadas, lleguen al público que busca nuevas lecturas, proyectos que se acerquen más a sus gustos que la literatura masiva."

Mientras tanto, los pequeños pero peleones seguirán apostando por espacios como estos que les dan visibilidad. Y que, aseguran González Macías y Peinador, constituyen "un bello acto de resistencia".

Diana Acero (Carmot) y Beatriz Rubio (Distinta tinta) no parecen albergar dudas: "Es un homenaje, una necesidad que los editores hemos sentido porque la feria 'Hostia, Un Libro (HUL)' era un momento muy agradable para conocernos entre nosotros y sobre todo poner cara a nuestros lectores". Un punto de encuentro para los pequeños editores que se había perdido, y que convenía recuperar. Por eso, este fin de semana pasado abrió y cerró sus puertas Efímera Librería, con obra de editoriales "que tienen entre 4 y 30 títulos, la mayoría están entre 20 y 30, pero el paso de la decena es complicado, y es ahí donde se juegan su permanencia en la vida literaria".

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