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Una ‘Blancanieves’ en blanco y negro triunfa en los Goya

Antonio G. Maldonado

Al lado de BlancanievesBlancanieves, todo lo demás fueron enanitos en la gala de entrega de los 27ª edición de los Premios Goya. Con excepción del incomprensible patinazo en la entrega del premio a la mejor canción original, que la actriz Adriana Ugarte anunció por error para el equipo de Los niños salvajes, el protagonismo fue para la película de Pablo Berger. La noche comenzó bien para ella y, a la espera de los premios finales, la única duda que quedaba por despejar era si la Academia consideraba Blancanieves un derroche de técnica y originalidad o todo eso y, además, una obra de arte. El premio a la mejor película, a la mejor actriz protagonista para Maribel Verdú y a la mejor actriz revelación para Macarena García, confirmaban lo que Juan Antonio Bayona, merecedor del galardón a mejor director por Lo imposibleLo imposible, había dicho nada más comenzar la gala: que iba a ser “una noche muy en blanco y negro”.

Para la que no hubo este domingo premio de consolación fue para El artista y la modelo. La película de Fernando Trueba estaba nominada en las principales categorías y se fue de vacío. Dentro de la disparidad absoluta de géneros y estilos de las cuatro candidatas a mejor película, era la que más se acercaba en propósitos a Blancanieves, y quizá otro año, sin competir con ella, habría sido justa merecedora de algún galardón importante. Como Cristiano Ronaldo sin Messi. Las otras dos patas sobre las que se sostenía la gala –Grupo 7 y Lo imposible– se marcharon del auditorio con la cabeza alta. Bayona hizo un emocionado y trastabillado discurso al recibir su Goya como mejor director, en el que reivindicó la ambición por proyectos grandes –algo que sonó a reproche a la concurrencia–, y tras el cual entregó el premio a María Belón, protagonista real de la historia del tsunami a la que da vida Naomi Watts en la película. “Este Goya es para 230.000 personas”, concluyó, en referencia a los fallecidos en el maremoto asiático en 2004.

Alberto Rodríguez, director de Grupo 7, estuvo imperturbable toda la noche, como el mudo Nick Cravat junto a Burt Lancaster en El temible burlón. Apenas se levantó para abrazar a algún premiado por su película, como a Joaquín Núñez cuando recibió el Goya al mejor actor revelación y a Julián Villagrán al recoger el suyo por mejor actor de reparto. Su thriller policiaco no era la gran favorita y quizá arrastrara el exceso de premios al género en la gala del año anterior, en la que No habrá paz para los malvados arrasó sin contemplaciones, como la actuación de la brigada policial de su película con la droga en el centro de Sevilla.

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El Goya honorífico a toda una carrera fue este año doble. No formalmente, pero se sintió así al ver cómo subían en la misma noche Concha Velasco y José Sacristán a recoger un premio. La actriz por el mencionado Goya honorífico y él como mejor actor principal por su papel en El muerto y ser feliz. En sus discursos dejaron claro cuánto añoraban este reconocimiento y, si deslizaron algún reproche, fue con suma elegancia, como corresponde a dos de los grandes e indiscutibles del cine español.

La que disparó con Una pistola en cada mano fue Candela Peña, premiada con el Goya a mejor actriz de reparto. Su breve discurso resumió por un lado el drama general de un país –“Mi padre murió en un hospital público sin mantas ni agua”– y la pésima coyuntura económica del cine –“Llevo tres años sin trabajar”–, algo de lo que había alertado Enrique González Macho, presidente de la Academia, en su intervención de apertura.

Otra de las más agasajadas fue la película Las aventuras de Tadeo Jones, que se llevó los goyas al mejor guión adaptado, mejor director novel y mejor película de animación. Como anécdota reveladora de lo lejanos que están el mundo del dinero y el del arte, valgan los agradecimientos de sus productores “a Julio Ariza, presidente del Grupo Intereconomía, y a Telefónica, gracias, César”, es de suponer que Alierta.

Al lado de BlancanievesBlancanieves, todo lo demás fueron enanitos en la gala de entrega de los 27ª edición de los Premios Goya. Con excepción del incomprensible patinazo en la entrega del premio a la mejor canción original, que la actriz Adriana Ugarte anunció por error para el equipo de Los niños salvajes, el protagonismo fue para la película de Pablo Berger. La noche comenzó bien para ella y, a la espera de los premios finales, la única duda que quedaba por despejar era si la Academia consideraba Blancanieves un derroche de técnica y originalidad o todo eso y, además, una obra de arte. El premio a la mejor película, a la mejor actriz protagonista para Maribel Verdú y a la mejor actriz revelación para Macarena García, confirmaban lo que Juan Antonio Bayona, merecedor del galardón a mejor director por Lo imposibleLo imposible, había dicho nada más comenzar la gala: que iba a ser “una noche muy en blanco y negro”.

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