Desde su irrupción en el mercado, las plataformas de streaming se habían anunciado como el enemigo número 1 de la televisión tradicional, amenazando con llevarse a sus espectadores con la promesa de contenidos de calidad a la carta. Pero las cadenas recién llegadas parecen estar labrándose otro enemigo: las salas de cine. O al menos eso es lo que se extrae del último anuario de la Fundación SGAE, uno de los estudios más completos sobre el sector cultural, que en su última edición recoge los datos de 2018. Según este informe, que reúne cifras de varias fuentes, el cine es el único espectáculo que decrece —las artes escénicas aumentan discretamente, y la música en directo evoluciona a mejor ritmo—, una tendencia que ya se vio en 2017. Esta bajada tiene que ver con "el importante cambio del modelo audiovisual" causado por el streaming, según palabras de Rubén Gutiérrez, director de la Fundación SGAE y responsable del documento. ¿Se están convirtiendo en enemigos las plataformas y el cine?
En 2018, el sector cinematográfico cayó, aunque no estrepitosamente, en número de pantallas, de sesiones, en espectadores y en recaudación (un 2,5% en estos dos últimos baremos). El descenso no se puede achacar, además, a los efectos de la crisis económica: hasta 2013, sí, los espectadores se redujeron paulatinamente, pero desde entonces hasta 2016 experimentaron una ligera recuperación. Desde entonces, el número desciende suavemente. La estampa es distinta en campos teóricamente más vulnerables, como las artes escénicas, que no han perdido el ligero incremento anual iniciado en 2014, o la música popular en vivo, que acumula tres años consecutivos de crecimiento. Al mismo tiempo, el consumo de plataformas de streaming de series y películas, como Netflix o HBO, se dispara: en 2018, seis de cada diez españoles aseguró estar suscrito a alguna plataforma o televisión de pago, algo que un año antes solo decían cuatro de cada diez, según el Estudio General de Medios.
Hasta ahora, se ha responsabilizado a estos exhibidores del descenso en el consumo de televisión tradicional, que cae desde 2013, ¿pero hay que echarles la culpa de las pérdidas del cine? "Lo que ocurre ahora mismo es que tenemos muchísimos más enemigos del ocio, y enemigos muy asequibles, a nuestro alcance", señala Elena Neira, experta en televisión bajo demanda y profesora de los Estudios de Ciencias de la Información y de la Comunicación de la UOC. "Además", dice, "la oferta se ha ampliado muchísimo". Lo mismo aventura Juan Carlos Tous, fundador de Filmin, plataforma de streaming española dedicada al cine y las series: "Se están multiplicando las ofertas. Además de lo de siempre: a nosotros también nos afecta el día que hay fútbol, que ves que se consumen menos películas". Pero si bien los dos descartan que se pueda señalar únicamente a las plataformas, ambos aceptan que con uno de los nuevos actores a tener en cuenta.
Tous es firme: es injusto señalar a estas compañías como enemigas del cine en salas."Hace tres años se atribuía a la piratería, hace diez al vídeo, ahora son las plataformas", protesta. "Esto influye, pero achacarlo solo a una de estas cosas creo que no está justificado". Lejos queda aquella declaración (errónea) de Antonio Reines, entonces presidente de la Academia de Cine, que aseguró en los Premios Goya de 2016 que a lo largo del año anterior en España se habían descargado ilegalmente 1.900 películas por minuto. La realidad, hoy, es muy distinta: según una macroencuesta del Ministerio de Cultura, solo el 2% de los españoles se descarga vídeos de manera ilegal. Según este mismo estudio, más de la mitad de los entrevistados pagaban por un servicio de streaming. El responsable de Filmin señala otras posibles causas de la caída del cine, situadas dentro del sector y no fuera: "Habría que mirar a la desaparición de las salas de cine, porque hay muchas provincias donde no puedes ir a ver una peli en el cine andando o en transporte público, a los horarios, los precios...". Es cierto que las pantallas de cine españolas han pasado de las 4.390 de 2005, el último pico, a las 3.578 en 2018, pero el precio medio del billete se mantiene en seis euros.
"El tipo de entretenimiento que ofrece una plataforma en streaming no es comparable con lo que ofrece una sala de cine, lo mires por donde lo mires", insiste Neira. Acudir a la sala tiene un componente de acontecimiento que no tiene ver una película en el salón de casa. Pero la profesora de la UOC no pierde de vista el factor económico: "Normalmente, lo que te cuenta una entrada de cine es lo que te cuesta la plataforma". En las grandes ciudades, la entrada puede rondar los 10 euros, mientras la suscripción a Filmin o Netflix cuesta 7,99 euros al mes. En su opinión, esto no habrá afectado a los espectadores habituales de cine, pero considera que para "otro tipo de público", como pueden ser las familias, "para las que ir al cine puede representar un desembolso importante", las plataformas supongan quizás "una buena alternativa". "La experiencia [de la sala de cine y la televisión bajo demanda] es totalmente diferente", insiste Neira, "pero dentro del concepto de entretenimiento en su versión más popular, las plataformas de streaming son un sustituto óptimo".
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La experta dibuja así un panorama en el que el cine se convierte en un plan excepcional —la frecuencia media de asistencia a las salas ha bajado ya hasta las dos veces al año—, favoreciendo a las películas-acontecimiento, los grandes blockbusters de Hollywoodblockbusters —el 68% de las sesiones del pasado año estuvieron dedicadas a las películas estadounidenses, y entre los 20 filmes más vistos del año solo cuatro no tenían esta nacionalidad—. Precisamente por esto, Juan Carlos Tous presenta a las plataformas no como un enemigo, sino como un aliado: "Hay una serie de películas cuya forma natural es la pantalla grande de cine, y otras películas que creemos que será más interesante verlas en plataformas. Tampoco es posible acudir al cine al ritmo en que se estrenan las películas. La labor de las plataformas no es competir con el cine, sino complementar su oferta". De hecho, la batalla principal entre ambos mundos se centra, por ahora, en la ventana de exhibición, el tiempo que las exclusividad que piden las salas y que habitualmente se extiende hasta los cuatro meses. Los agentes como Filmin apuestan por reducirla.
Mientras se desenfundan los revólveres, el sector audiovisual español no duda en tender la pipa de la paz a las plataformas, aunque, eso sí, en asuntos menos espinosos, como puede ser la exhibición. El propio informe de la Fundación SGAE cita un estudio de la consultora Price Waterhouse Coopers que asegura que la producción audiovisual española podría generar 18.000 empleos hasta 2022, 13.000 de ellos por la intervención de plataformas como Netflix, HBO o Movistar. Mariano Barroso, presidente de la Academia de Cine, consideraba "esperanzador" el dato. Por ahora, nadie se atreve a disparar primero.
Desde su irrupción en el mercado, las plataformas de streaming se habían anunciado como el enemigo número 1 de la televisión tradicional, amenazando con llevarse a sus espectadores con la promesa de contenidos de calidad a la carta. Pero las cadenas recién llegadas parecen estar labrándose otro enemigo: las salas de cine. O al menos eso es lo que se extrae del último anuario de la Fundación SGAE, uno de los estudios más completos sobre el sector cultural, que en su última edición recoge los datos de 2018. Según este informe, que reúne cifras de varias fuentes, el cine es el único espectáculo que decrece —las artes escénicas aumentan discretamente, y la música en directo evoluciona a mejor ritmo—, una tendencia que ya se vio en 2017. Esta bajada tiene que ver con "el importante cambio del modelo audiovisual" causado por el streaming, según palabras de Rubén Gutiérrez, director de la Fundación SGAE y responsable del documento. ¿Se están convirtiendo en enemigos las plataformas y el cine?