Festival de Cannes
El cine independiente de EEUU muestra su pujanza en Cannes con Jarmusch y Nichols
Al día siguiente de que Hollywood exhibiera su mejor cara con Dos buenos tipos (The nice guys), el Festival de Cannes cedió espacio este lunes al otro cine americano, el llamado independiente, representado por dos cineastas sobre todo apreciados en los festivales europeos: el más veterano Jim Jarmusch y el ahora mismo en auge Jeff Nichols. Ambos brindaron dos buenas películas: la primera, Paterson, más onírica y poética, y la segunda, Loving, una crónica intimista del racismo que dominaba la sociedad sureña de los Estados Unidos de los años 50.
En Paterson, el irregular Jarmusch, cuyos últimos trabajos generaron bastante poca atención comparada con la de sus películas de hace tres décadas, recupera buena parte de su mejor pulso al contar la historia de un poeta aficionado que se gana la vida como conductor de autobuses en Paterson, New Jersey, cuna de famosos poetas como Allan Ginsberg o William Carlos Williams.
El hombre, que disfruta de una vida apacible (o anodina) al lado de su voluntariosa mujer y de su perro bulldog Marvin, se llama también Paterson, y está interpretado por el heredero de Darth Vader, Adam Driver, a quien pronto veremos –si se rompe la maldición– en la The Man Who Killed Don Quixote, de Terry Gilliam, asumiendo un papel inicialmente pensado para Johnny Depp.
Este chófer es capaz de extraer de su rutinaria vida el milagro de la creatividad, a partir de la observación de la realidad que le circunda y de los pasajeros que entran y salen de su bus urbano. Lo plasma con versos en una cuadernito que siempre le acompaña.
"Small is beautiful" (lo pequeño es bello), parece ser el lema de Jarmusch, que en una linea minimalista, tranquila y simple, hace todo un canto al poder de la imaginación y la palabra que recuerda a la sencillez de una de sus últimas buenas películas, Flores rotas (Broken Flowers), en la que Bill Murray también era un tipo muy peculiar, aunque él si parecía tener un pasado del que arrepentirse, al menos en parte. El protagonista de su nuevo film, en cambio, carece de cualquier lado oscuro.
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Hace apenas un lustro que Jeff Nichols llamó la atención, precisamente en Cannes con su segundo film: Take Shelter. Desde entonces ha realizado y escrito dos cintas, Mud y Midnight Special, a la que se suma, pocos meses después de la segunda, Loving. En este nuevo trabajo repiten dos de sus actores fetiches, el omnipresente Michael Shannon y Joel Edgerton. Este último es en el film Richard Loving, un hombre blanco casado con una mujer negra de Mildred, a la que da vida la actriz Ruth Negga. Pero estamos a finales de la década de los años 50 y en los estados sureños como el de Virginia, donde viven, las relaciones interraciales están prohibidas en medio de una sociedad fuertemente segregada.
Los protagonistas de Loving son enjuiciados y condenados a una pena de cárcel, conmutada a cambio de que se "exilien" fuera del estado. Aceptan la pena pero inician un proceso judicial que nueve años después culminará con una sentencia del Supremo de Estados Unidos prohibiendo las leyes racistas que les afectaron, un empeño más discreto y tranquilo pero igual de efectivo que los que jalonan la lucha por los derechos civiles en este país el siglo pasado.
Nichols recurre a un estilo académico, quizás el más académico de su corta carrera, para narrar este suceso real lleno de emoción contenida, en el que sobresale Joel Edgerton, que ha pasado a ser serio candidato al premio de interpretación. El y Negga componen una pareja cuya fortaleza, basada en la convicción y en el arma poderosa del amor, se manifiesta sin estridencias y con enorme sensibilidad. Estamos ante una bella película, en la que como tantas veces en Estados Unidos, la determinación de unos pocos lleva a la libertad de muchos.