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Cultura

Cine para (odiar) las vacaciones

Fotograma de 'Las vacaciones del señor Hulot', de Jacques Tati.

Las vacaciones. Ese privilegio de las clases altas. Esa conquista de la lucha obrera que acaba de cumplir 80 años. Ese espacio de asueto cada vez menos libre y que convierte el ocio en trabajo mediante el consumo frenético de entretenimiento. Todas esas acepciones caben en el celuloide, y el Museo Reina Sofía se ha decidido a recopilarlas en Vacaciones permanentes, un ciclo que entre el 15 de julio y el 20 de agosto explora los distintos relatos creados en torno al sueño de cualquier trabajador (dejando a un lado la jubilación). El espectador descubrirá pronto que las vacaciones no son un lecho de placidez, sino un territorio de conflicto. Empezando por el título: permanent vacation, ese es el eufemismo con el que se disfrazan los despidos en Estados Unidos. 

Será un cine de verano, al poco fresco que corra en la terraza del centro de arte madrileño. Pero quien espere grandes clásicos del cine de consumo de ayer y hoy, típicos de las pantallas al aire libre que proliferan durante julio y agosto en los pueblos costeros, se equivoca. Lo que proponen los programadores Gonzalo de Pedro y Chema González es un recorrido por la historia de ese invento llamado tiempo libre que apareció coincidiendo (no por casualidad) con aquel otro que hoy le sirve de vehículo: el cine. 

"Nos apetecía pensar sobre la idea de cine de verano, un espacio ligado al ocio, a las vacaciones. Y terminamos encontrando esta perspectiva, cómo se han relacionado el tiempo improductivo y el celuloide", explica por teléfono De Pedro, que materializan en 14 películas (12 sesiones) comprendidas entre 1895 y 2014. Por la terraza pasarán, para demostrarlo, autores clásicos como los hermanos Lumière, Jacques Tati, Jean-Luc Godard, Jim Jarmusch y Manoel de Oliveira, pero también exponentes de un cine experimental menos conocido, como Josep María Forn, Dennis O'Rourke o Ion de Sosa. 

La "clase ociosa"

El recolectado por los programadores es un cine en tensión, que cuestiona la noción de tiempo libre, sobre todo ese segundo término del sintagma. ¿Es posible mantener la libertad en el contexto de un sistema económico que tiene como motor el consumo desenfrenado? Esa fricción reside incluso en los rincones más insospechados. En la cinta que inaugura el ciclo, por ejemplo: la archiconocida Salida de la fábrica Lumière en Lyon, primera piedra del cine. "Rodaron esa toma tres veces", recuerda De Pedro, "y de ellas, dos las hicieron en domingo. Eso quiere decir que tomaron el tiempo libre de sus trabajadores y les hicieron volver al trabajo para rodar, justamente, la salida del trabajo". Lo que parecía el rodaje de una liberación diaria acabó siendo la huella de una opresión mucho más sutil. 

La primera sesión se completa con otras dos piezas que ponen de manifiesto el trasfondo oscuro del ocio. En A propósito de Niza (1930), Jean Vigo refleja la desigualdad social en una ciudad costera que acoge por igual a una clase alta que disfruta de una vacaciones infinitas y a un pueblo migrante y obrero que apenas dispone de un momento de respiro. El cineasta —que a lo largo de toda su carrera no rodó más de tres horas, lo que no le impidió ser un maestro para Truffaut y Godard— pasea por Niza retratando a unos y otros.

Y también dando cuerpo, sin saberlo, a la "clase ociosa" teorizada por el sociólogo Thorstein Veblen en 1899. "La regla es que los miembros de las clases superiores estén exentos de tareas industriales y que esa exención sea expresión económica de su superioridad de rango (…). El rasgo característico de la vida de la clase ociosa es una exención ostensible de toda tarea útil", exponía el estadounidense. El consumo y el turismo serían, pues, una marca de verdadera distinción frente a esa masa que carecía tanto de dinero como de tiempo. El cineasta Manoel de Oliveira dejó constancia de la validez de esta teoría en Niza: A propósito de Jean Vigo, una revisión del trabajo del francés rodada en 1983 que encontraba las mismas injusticias que aquel, con unos nuevos pobres: los inmigrantes portugueses, como él, que confiaban en El Dorado del turismo para ganarse la vida. 

Una conquista parcial

Y ahí se produce el primer gran salto temporal, porque el siguiente filme, Las vacaciones del señor Hulot (1953), de Jacques Tati, se estrena cuando las vacaciones no eran ya un privilegio, sino un derecho. El gobierno del Frente Popular, con Léon Blum a la cabeza, firmó con los sindicatos los Acuerdos Matignon, que instaurarían por primera vez la jornada de 40 horas y las vacaciones pagadas, lo que De Pedro llama "la conquista obrera del tiempo improductivo". Para cuando Tati pasea sus largas piernas y su pipa por el balneario de Saint-Marc-sur-Mer, hace años que el tiempo libre no es ya un lujo exclusivo, sino una experiencia de masas. "El retrato que hace es singular y visionario: una clase media que está casi obligada a pasárselo bien", describe el programador. 

Pero los avances en derechos laborales no mitigan, por sí solos, la desigualdad entre clases altas y bajas en la libre gestión de su propio tiempo. Dino Risi toma en La escapadaIl sorpasso en el original, ante lo que De Pedro asegura que seleccionaron el filme antes del período electoral— a una extraña pareja que lo ilustra bien. Vittorio Gassman da vida a un burgués locuaz y despreocupado que se dispone a huir de Roma en el ferragosto —el festivo del 15 de agosto, a la italiana— cuando se topa con Jean-Louis Trintignant, que se ha quedado en la ciudad para prepara sus exámenes. De Pedro explica su lectura de la película: "Gassman lo que hace es reírse de ese señor que tiene obligaciones. Es una cuestión de clase, de gente que no necesita el trabajo y el estudio".

Esta dualidad, en su versión española, está presente en La piel quemada, de Josep Maria Forn, un retrato de ficción, pero muy cercano a la realidad, del Lloret de Mar de los años sesenta. En la narración del cineasta hay tres polos: los turistas, extranjeros o nacionales; los inmigrantes, sobre todo andaluces; y los autóctonos. "No queríamos reproducir un romanticismo del mundo vacacional. Siendo un ciclo hecho aquí, tenía que tener eso: esta vocación de país volcado al turismo", cuenta el programador. Mientras que unos personajes van a la costa a tostarse la piel tumbados en la playa, otros se dejan abrasar en las obras que levantarán uno de los motores económicos de España. 

Turismo colonial

El territorio (1981), de Raoul Ruiz, y Cannibal Tours (1988), de Dennis O'Rourke profundizan en el turismo como ejercicio, turbio en ocasiones, de colonialismo. En la primera, un grupo de amigos viaja a una casa en el campo y acaban perdidos por la montaña. Incapaces de encontrar de nuevo la cabaña, acaban comiéndose los unos a los otros en "una muestra alegórica de la imposibilidad del turista para explorar y conocer los límites del territorio que visita". Curiosamente, formando un curioso dúo, la obra de O'Rourke gira también en torno a la antropofagia: la que se utiliza como reclamo turístico.

El embrujo de Emma Cohen

El embrujo de Emma Cohen

El documental rueda la visita de unos excursionistas a una isla en la que una tribu, antaño caníbal, se dedica hoy a crear baratijas para los turistas. "Los turistas son los verdaderos caníbales", defiende De Pedro, "porque van a consumir una experiencia extrema, que además es mentira, porque los otros tienen que fingir que son algo que ya no son". Un hito de la "etnografía invertida", que vendría a explicarse con la cita que abre el filme: "No hay nada más extraño en una tierra extraña como el extraño que viene a visitarla". 

El ciclo no dejará un sabor de boca de masiado dulce. La película que lo cierra es Sueñan los androides (2014), de Ion de Sosa, una versión libérrima de Philip K. Dick situada en el Benidorm de 2052. Los androides, en este caso, son jóvenes "en busca de trabajo basura en un mundo basura" —el propio De Sosa emigró a Alemania para trabajar, como muchos de sus amigos—, y los humanos son jubilados "cuasi momificados por el perpetuo buen tiempo y la combinación de sol-paella-sangría-fiesta, como souvenirs de un tiempo que nunca fue". Una descorazonadora secuela de La piel quemada que dibuja un mundo nada lejano y sin embargo claramente posapocalíptico. O, como escriben los programadores en el brillante folleto del ciclo: "Un mundo bipolar, sin trabajo pero sin ocio, sin ocio pero sin trabajo". 

Ciclo completo

  • Hermanos Lumière. La Sortie de l’usine Lumière à Lyon [La salida de la fábrica Lumière en Lyon, 3ª versión], 1895. 15 de julio. 
  • Jean Vigo. À propos de Nice [A propósito de Niza], 1930. 15 de julio. 
  • Manoel de Oliveira. Nice: À propos de Jean Vigo [Niza: A propósito de Jean Vigo], 1983. 15 de julio. 
  • Jacques Tati. Les vacances de Monsieur Hulot [Las vacaciones del señor Hulot], 1953. 16 de julio.
  • Dino Risi. Il sorpasso [La escapada], 1962. 22 de julio. 
  • Jean-Luc Godard. Week-end, 1967. 23 de julio. 
  • Josep María Forn. La piel quemada, 1967. 29 de julio.
  • Frank Perry. The Swimmer [El nadador], 1968. 30 de julio. 
  • Jim Jarmusch. Permanent Vacation, 1980. 5 de agosto.
  • Raoul Ruiz. O território [El territorio], 1981. 6 de agosto.
  • Dennis O’Rourke. Cannibal Tours, 1988. 12 de agosto.
  • José Luis Torres Leiva. Verano, 2011. 13 de agosto. 
  • Narimane Mari. Loubia Hamra [Alubias rojas], 2013. 19 de agosto. 
  • Ion de Sosa. Sueñan los androides, 2014. 20 de agosto. 
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