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'Infiesto', el apocalipsis en la cuenca minera asturiana al comienzo del confinamiento

Iria del Río e Isak Férriz en 'Infiesto'

Pareciera que el mundo se estuviera deteniendo mientras todo el país asistía atónito al mensaje televisado de Pedro Sánchez declarando el estado de alarma. Era el 14 de marzo de 2020 y no es que el núcleo de la Tierra se hubiera ralentizado, es que alguien, él, como presidente, había tirado del freno de emergencia y todos los pasajeros del vagón nos quejábamos al unísono del inesperado meneo. 

Una vez superado el desconcierto inicial, todos para casa, que hay que dejar las calles vacías. Pareciera, pues, en efecto, que el mundo se hubiera detenido y que nada pasaba ahí fuera. Mas no. Ahí fuera seguían pasando cosas, con sanitarios y policías tratando de sobreponerse al descoloque generalizado. Y no solo pasaban cosas en Madrid, epicentro más que nunca con su inherente y exacerbado centrismo. Pasaban cosas todo el tiempo en todas partes.

Tanto es así que en el primer día del estado de alarma, dos inspectores de policía son llamados a un pequeño pueblo minero de la montaña asturiana en el que ha aparecido una joven que llevaba meses dada por muerta. Mientras el mundo se desmorona y las tragedias personales golpean por doquier, los detectives no tardan en darse cuenta de que el virus podría no ser la única fuerza oscura en acción.

En el momento en el que todo el mundo tenía que desaparecer del espacio público, aparece una chica que no sabe donde está ni lo que está pasando. Así se desencadena la trama de Infiesto, nueva película del cineasta Patxi Amezcua que se estrena solo en Netflix este 3 de febrero, con Isak Férriz e Iria del Río como protagonistas, y Luis Zahera y José Manuel Poga, entre otros, completando el reparto. 

"Infiesto es un thriller policíaco situado en la cuenca minera asturiana que arranca en el primer día del confinamiento". resume a infoLibre Amezcua, quien añade que la idea siempre fue que la localización tuviera su "propia presencia". "Hemos hecho planos aéreos que lucen muy bien porque es un sitio muy especial. Todo ocurre en varios sitios de Asturias como Gijón, Mieres, Langreo... hay planos aéreos de Mieres porque es un pueblo que tiene un look muy especial con las minas, estas construcciones industriales de la zona, mecladas con el entorno natural espectacular. Es una mezcla muy chula visualmente que da juego para hacer algo policíaco, que hasta ahora no se había hecho allí, con ese ambiente inquietante, tan propicio", explica, agregando que sin llegar a ser considerada España vaciada, Mieres ha sufrido "mucho vaciamiento", pasando de 60.000 habitantes en momentos de esplendor a los 30.000 actuales debido al éxodo de los jóvenes a los núcleos urbanos a buscarse la vida.

La fertilidad industrial se fue, en definitiva, dejando un paisaje de minas abandonadas, mucha de ellas reconvertidas ahora en lugar de visita turística para recordar un mundo que ya no es pero sigue presente. Es por ello que Iria del Río, por su parte, asegura que la cuenca minera asturiana es un "universo por descubrir con una energía súper densa, la humedad constante y la lluvia, con la armamentística de las minas, que es espectacular de ver". "Todo lo que está construido en metálico hacia arriba luego está también hacia abajo", apostilla, mientras defiende que han hecho un "descubrimiento cinematográfico interesante en Asturias", un Principado "nada explotado" en el celuloide.

Y todavía prosigue la actriz, en conversación con infoLibre: "Hay películas que buscan escenarios neutros, pero a mí casi siempre me suele coincidir que cuando nos metemos en lo local, en lo concreto, surge algo que nos conecta con lo universal, pues al final todos venimos de lugares concretos con alma y espíritu. Me parece muy interesante que de repente alguien en México o donde sea pueda ver esto y preguntarse dónde está este lugar en España". "Porque la diversidad que tenemos en este país no entra en la imagen que tienen de España fuera", puntualiza Férriz. 

Colocar la investigación de los policías en el contexto de la pandemia recién llegada y el confinamiento forzoso recién estrenado otorga a la trama de una intensidad emocional adicional. Un plus a nivel narrativo y un elemento dramático que nos recuerda la zozobra generalizada de hace ya casi tres años, cuando la pregunta que todo el mundo se hacía era, simple y llanamente, ¿qué va a pasar? El apocalipsis, en diferentes formas, se hacía presente en cualquier parte, sin previo aviso, en cualquier instante: en las residencias de ancianos, también presentes en Infiesto en su forma más cruda y dramática, o en todas esas parejas forzosamente separadas cuando el virus aparecía en uno pero no en otro. ¿El fin del mundo o solo el principio?

"Utilizo ese contexto histórico jugando un poco a favor, dando pinceladas de todo lo que vivimos. No es una historia sobre la pandemia, pero en la historia hay una serie de elementos que todos reconocemos", aclara el director, quien habla de Infiesto como una "película de género" en la que, de una manera u otra, pueden encontrarse influencias de clásicos como El silencio de los corderos, True detective o Seven. "Hay una serie de mundos que tienes siempre un poco en la cabeza porque nos han marcado, y de alguna manera u otra acaban reflejándose también", concede.

Además de la trama policíaca en el contexto del confinamiento pandémico, asuntos como la salud mental, la violencia de género o el feminismo tienen también incidencia en el devenir de los acontecimientos. Está presente, en palabras de Iria del Río, esa "cultura minera que genera caracteres, "una cultura propia en sí", de la que surgen unos personajes secundarios bien relevantes en la historia: "Muestra muy bien cómo puede llegar a ser esos personajes sórdidos, de lugares pequeños, en decadencia y sin mucho futuro, con mucho alcoholismo, mucha incidencia de prácticas de salud mental delicada". "Personajes que fácilmente pueden caer en la red de alguien que les manipule. En este entorno pueden surgir ese tipo de personajes que acaban yéndose al límite y haciendo cosas terroríficas", apostilla Amezcua.

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Contra esos personajes oscuros y contra sus propias circunstancias lucha la pareja de policías. Inspector y subinspectora. Una dupla casi diríase que tradicional dentro de este género. "El detective más veterano, con un pasado de excesos que intenta hacer las cosas bien, y una joven, brillante, de las primeras de su promoción", resume a infoLibre Férriz. "Es interesante ver cómo se van complementando con dos ritmos internos completamente opuestos", añade, antes de que su compañera tercie para hablar de esa "balanza de energías" en la que no está claro "quien aprende de quien" porque es una "especie de ping pong". "Él es el Harry el sucio que va resolviendo y actuando, hasta que en un momento dado ella se convierte en la protagonista y resolver. Esto tiene su lógica dentro de la realidad actual de las mujeres tomando el control, empoderándose y siendo las que dirigen", subraya a su vez Amezcua.

Toma de nuevo la palabra Férriz para hablar de su personaje, el inspector, que está "intentando hacer las cosas bien ahora en su vida, pero este caso le está llevando otra vez a sus instintos más primarios". Al mismo tiempo, señala que tanto él como la subinspectora sienten que tienen la oportunidad de "arreglar algo dentro de esa situación global en la que no podíamos arreglar nada, y de golpe se encuentran con algo que sí pueden solucionar". "Estos personajes se encuentran con el peor caso al que se han encontrado jamás en el peor de los momentos", remata el actor, cediendo la voz a una reflexión de la intérprete: "Cuando estamos en situciones muy límites o de preocupación extrema, desarrollamos como una especie de instinto de supervivencia. Este caso, que es una cosa desagradable, es un motor que les ayuda a tirar para adelante para que nadie más salga malparado. Podrían desmontarse en cualquier momento por lo que les está sucediendo, pero la investigación les ayuda a seguir".

Para terminar, coinciden todos en el acierto de situar este relato en una zona como la cuenca minera asturiana, al tiempo que Iria aprovecha para remarcar que hay mucho más allá de lo que se ve en la película. "Yo tengo familia por allí. Infiesto es un pueblo muy pequeñito, pero con una vida social interesante. De hecho, hay un centro cultural muy importante que ha hecho Rodrigo Cuevas. Al final, no es tan culo del mundo, pasan muchísimas cosas. Asturias está en auge y culturalmente están pasando cosas muy interesantes. Por eso es genial que esta película se haya rodado allí", termina.

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