El evento de los últimos días en el Palais des Festivals fue la rueda de prensa de la película de Martin Scorese Killers of the Flower Moon, estrenada con todos los honores pero que no entraba en competición. La expectación era palpable, y más que una rueda de prensa, aquello parecía una romería de veneración. Es difícil saber si el entusiasmo se debe a la mera presencia del trío Scorsese -De Niro-Di Caprio o si la película dará lo que promete. La solución, hacia final de año (el estreno oficial está previsto, por ahora, para el 20 de octubre).
La película está basada en un texto de ficción-documental de David Gram sobre un caso real de asesinato de nativos americanos en los años veinte. En la rueda de prensa hemos comprobado lo importante que era para el equipo, no sólo contar con la colaboración de los descendientes de la tribu que la película evoca, sino insistir en ello. Personalmente he leído entre líneas cierta actitud a la defensiva: los rumores de si Scorsese “tenía derecho” a contar esa historia han circulado en redes y había interés en atajarlos. Quizá no haya que hacer mucho caso a estos rumores, pero es necesario constatar que estamos ahí y que van a rodear el debate sobre la película. Por otra parte, Scorsese parece volver sobre temas propios, como la traición, y algo en lo que decía hacia pensar en Goodfellas.
Era inevitable trazar paralelismos entre la actualidad y las tropelías del pasado. Es constatable que la violencia y el exterminio han sido esenciales a la historia estadounidense, y por lo tanto constituyen un punto delicado en la identidad nacional. Y nadie puede ignorar el hecho de que el peligro de que todo esto no haya acabado sigue presente, como ha destacado Robert De Niro al mencionar el peligro que supone Donald Trump.
Como si una película de tres horas y media no diera suficiente de sí, una periodista ha pedido a Scorsese que defina su actitud hacia el conflicto ucraniano. Quizá deberíamos dejar que los artistas hagan arte y hablen de arte. La opinión de Scorsese sobre el complejo conflicto que nos parte el corazón no resulta urgente o ilumina la situación. Tras intentar matizar su posición ha dado una respuesta que a nadie le sorprenderá: es importante que la gente tenga la libertad de expresarse por sí misma, de hablar sin censuras; y es una libertad que resulta deseable en ambos bandos. Este es el motivo por el que vale la pena luchar. No sé si se podría haber dicho otra cosa.
Por lo demás, el Festival ha pisado el acelerador y se me acumulan las sesiones, así que voy a tener que seleccionar y centrarme en lo que más me ha llegado. Hoy tocaba hablar sobre todo de una de las entradas más esperadas de la sección oficial, May December, de Todd Haynes. Haynes, que dio sus primeros pasos en la realización dentro del New Queer Cinema y el cine experimental (intenten localizar su interesante corto de 1987 Superstar, una especie de falsa biografía de Karen Carpenter protagonizada por muñecas), ha desarrollado una maravillosa carrera en cine comercial, con especial atención al cine de mujeres. Far From Heaven, la serie Mildred Pierce y Carol son tres títulos que representan lo mejor del director.
Fue Natalie Portman quien le llevó el guion de May December al director. Es la historia de una actriz (Portman) que se prepara para interpretar en una película el personaje (inspirado en hechos reales y aquí interpretado por Julianne Moore) de una mujer que a los treinta y seis años que tuvo una relación consentida con un chaval de doce años, tuvo hijos de éste, fue encarcelada y al salir vivió en una situación marital estable. La actriz quiere entender a su personaje y está dispuesta a atar los cabos sueltos y fijar el sentido de lo que sucedió. Pero fijar el sentido de las cosas es imposible, cuando cualquier realidad se compone de una maraña de motivaciones, mentiras, miedos, rivalidades, egos y poder.
La película ofrece más de lo que sugiere este apresurado resumen, y la crítica ha trazado paralelismos con Persona, de Ingmar Bergman y Un soplo en el corazón, de Louis Malle. Haynes procede de la rama teórica de los estudios de cine y cultiva un estilo que, aun en sus trabajos más comerciales, tiene algo de la ambivalencia del cine de arte. Aunque en principio la trama puede parecer lineal, en realidad se generan conexiones llenas de incertidumbre. La película entra en territorios difíciles, pero no da soluciones ni moraliza. Cuando un personaje pregunta a la actriz si ha aclarado algo, la pregunta queda en el aire. En cuanto al espectador, no, no acaba con un mapa claro de las tensiones y corrientes de abuso o autoengaño en aquella relación, pero sí entiende un poco más sobre la diferencia entre la realidad tal como la representa la prensa (o el cine) y el modo en que las cosas acaecen en el mundo.
Inevitablemente, hay algo de duelo de actrices. Y Haynes incide su mundo de espejos y dirección de arte exquisita que se evidenciaba en los títulos mencionados para insistir en la artificialidad de lo que se cuenta.
Siguiendo con las recomendaciones, y dedicando a cada título menos tiempo de lo que me gustaría, Creatura, de Elena Martín Gimeno, me parece indispensable como una perspectiva original (no en el sentido de única, sino porque el cine tiende a ignorarla) hacia la sexualidad femenina. Sexualidad infantil, masturbación, relaciones con los adultos son terrenos pantanosos a los que deberíamos perder el miedo, y la valentía de Martín Gimeno es de agradecer.
Si ustedes como yo echan de menos el cine de Pablo Berger, tiene pendiente de estreno Robot Dreams, la película de animación basada en la novela gráfica de la autora estadounidense Sara Varón. Me ha parecido la película de animación tradicional más encantadora desde Sita Sings the Blues. Está llena de detalles sobre la Nueva York de los años setenta, aquí habitada por animales. Uno de ellos compra un robot para aliviar su soledad. Lo que sucede a continuación es un cuento sobre el afecto, la compañía y el paso del tiempo y no importa la edad que tenga resulta emocionante y muy disfrutable.
Como es habitual en Berger, está llena de citas cinéfilas: el inicio me recordó a una secuencia en El apartamento en la que Jack Lemmon intenta ver Gran Hotel, pero hay referencias a El resplandor, Pesadilla en Elm Street, y la indispensable El mago de Oz. Me ha impresionado la cantidad de detalles que se encuentran en una estética tan sencilla, con sonido y una buena banda musical pero sin diálogos, el modo en que con muy poco se evoca mucho, y he terminado con una sonrisa en sus labios. Esperemos que se estrene pronto en cines.
Una de las glorias de un gran festival de cine consiste en permitirnos asomarnos a otras cinematografías, otros mundos, otros rostros y otras gestualidades. Se me quedan en el tintero la película de Mongolia If Only I Could Hibernate, de Zoljargal Purevdash, sobre un adolescente superdotado que intenta escapar la miseria participando en un concurso científico. Es la primera vez que una película de este país acude al festival. Y dos películas chinas en la sección Un certain regard: Only the River Flows, de Wei Shujun es un interesante thriller, bien escrito, mejor realizado, sobre un asesino en serie durante los noventa en una zona rural, mientras que The Breaking Ice, de Anthony Chen, una melancólica historia sobre la falta de horizontes para la juventud de la China actual.
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Por lo demás, hemos pasado ya el ecuador del festival, y aunque todavía quedan títulos muy esperados, la prensa internacional empieza a hablar de favoritos para la Palma de Oro. Les diré también que esto puede no significar nada. Primero porque, como sabemos, las dinámicas del jurado del festival, con tanta gente tan diferente, hacen que el resultado dependa bastante de circunstancias que no tienen mucho que ver con la calidad intrínseca de la película. Pero creo que es casi una tautología que las películas más interesantes son las que van a tener más detractores. Sospecho que fue el caso con Pacifiction el año pasado: para muchos era lo mejor del festival, pero para otros era absolutamente insoportable. Es fácil que la polarización conduzca a que gane algo que no despierta pasiones.
Dicho esto, mientras redacto esta crónica, las apuestas las encabeza Anatomy of a Fall, el thriller de Justine Trinet sobre el que intentaré contarles algo mañana, que acaba de desbancar a The Zone of Interest como favorita. La película de Haynes, May December y Monster, de Kore-eda, de la que les comenté algo hace unos cuantos días, han sido también muy bien recibidas y están presentes en las quinielas. Que esté resultando un buen año no ayuda a acertar en las predicciones y el ganador puede no haberse proyectado todavía. Les seguiré contando.
Mañana me espera, además de la mencionada, Augure, una película de terror en la sección Un certain regard, además de Club Zero, de Jessica Hausner. Y lo que pueda encajar entre todo ello.
El evento de los últimos días en el Palais des Festivals fue la rueda de prensa de la película de Martin Scorese Killers of the Flower Moon, estrenada con todos los honores pero que no entraba en competición. La expectación era palpable, y más que una rueda de prensa, aquello parecía una romería de veneración. Es difícil saber si el entusiasmo se debe a la mera presencia del trío Scorsese -De Niro-Di Caprio o si la película dará lo que promete. La solución, hacia final de año (el estreno oficial está previsto, por ahora, para el 20 de octubre).