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“Usad mi cuerpo”, dormir entre cadáveres, pis negro... ¿por qué nos obsesiona (tanto) ‘La sociedad de la nieve'?

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La sociedad de la nieve es la película de lo que llevamos de año: un éxito de público en todo el mundo, aspirante española al Oscar y, muy probablemente, material didáctico y pedagógico imprescindible desde ya mismo en las facultades de Psicología (y de Sociología y Filosofía). No en vano, se trata de una historia (recordemos, real) que lleva al espectador a plantearse cuestiones universales e inherentes a la propia condición humana (así como también a investigar sobre otras cuestiones más fisiológicas como las causas del pis negro, récord de búsquedas en Google).

Las grandes preguntas de la vida, decíamos y, por supuesto, también de la muerte, aderezadas con conceptos como resiliencia, resistencia, supervivencia, colectividad, ética, moral, solidaridad, sacrificio. Porque aquel accidente aéreo de los Andes dejó para la posteridad no pocas lecciones sociológicas, psicológicas y filosóficas que ahora han vuelto como una avalancha que, medio siglo después, ha provocado un renovado interés por lo sucedido en 1972 en aquella inhóspita cordillera en la que un turbohélice de la Fuerza Aérea Uruguaya se estrelló contra el Valle de las lágrimas con 45 pasajeros: sobrevivieron veintinueve tras el accidente, veintisiete al día siguiente, diecinueve después de un atroz alud y finalmente dieciséis fueron rescatados con vida.

Para salir adelante, los supervivientes no tuvieron más opción que formar una comunidad, una sociedad, regida por la incertidumbre y el espanto. Para batallar contra el frio, el hambre y la muerte en esta experiencia tan extrema, no hubo otra posibilidad que comer la carne de los fallecidos. Una historia (recordemos de nuevo, real), que nos relata la capacidad (alucinante) del ser humano para sortear el más fatal de los destinos al que parecían claramente abocados en semejante contexto. Y es por ello, a su vez, una historia que ha desatado una suerte de locura colectiva y global en toda una nueva generación que no la conocía y, también, en quienes vuelven a recordarla desde la mirada del cineasta José Antonio Bayona, centrada especialmente en las emociones humanas y en esas grandes preguntas que pone sobre la mesa en estos tiempos, tan distintos a aquellos, en los que prima el individualismo y el yo frente a lo colectivo y el nosotros.

"Esta película te interpela, te remueve y te pone delante de una situación ante la que tienes que tomar partido. Porque si la ves no puedes no tomar partido y que te dé igual. Al revés, te preguntas qué hubieras hecho estando ahí, porque no había otro remedio", plantea a infoLibre el sociólogo Francesc Núñez, director del programa de Humanidades y del máster de Arte, literatura y cultura contemporáneas de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC). Ese es el gran punto fuerte que ha hecho de La sociedad de la nieve un fenómeno que casi diríase que ha vuelto a convertir a los supervivientes en celebridades de la cultura popular (especialmente en Uruguay, si bien ahora mismo hay un interés claramente planetario a tenor de los números de Netflix).

A su juicio, hay una "fascinación" por todo lo que rodea a este suceso, que ya se vivió con la película ¡Viven! en 1993, pero que ahora se ha reactivado con más fuerza si cabe por el nuevo tratamiento y la perspectiva diferente (y las redes sociales). "Todos sabíamos de antemano de qué va la película porque sabes lo que va a pasar, no hay sorpresas. Pero cuando te pones a verla te quedas enganchado y por eso ha habido un boca a boca que está funcionando", señala, explicando que esto se debe también a que la historia desmonta la percepción contractualista de Hobbes de que el hombre es malo por naturaleza. "En La sociedad de la nieve resulta que la gente no funciona como nos dicen que funcionamos, sino que todos se ponen al servicio de todos, se sacrifican e incluso se inmolan para que al menos alguno salga adelante. Están dispuestos a dar su vida. Qué bien que esta película esté por ahí triunfando porque te dice algo que no se nos suele decir", destaca el sociólogo.

Por supuesto, la cinta dirigida por Bayona provoca un gran impacto también al contar el canibalismo al que recurrieron los supervivientes para sobrevivir. "Si muero, por favor, usad mi cuerpo", se oye a unos de los protagonistas en una de la escenas clave del largometraje. Esto pone al filme en el centro de la conversación, tanto privada como pública en esas redes sociales que todo lo multiplican y magnifican. Así se ha montado una especie de mesa redonda infinita en la que parece obligado opinar. "El tema del canibalismo es muy excepcional y no es algo que uno piense que le pueda pasar. Por eso, todos los que han visto la película han hablado con familiares y amigos y han preguntado eso de ¿tú qué hubieras hecho? Te pone encima de la mesa un tema excepcional, arquetípico antropológicamente, que todo el mundo se tiene que replantear", señala Núñez.

Otro de los asuntos que más impacta al espectador que se adentra en el film es constatar, de una manera que te atrapa por la forma en que está rodado y contado, que "los seres humanos estamos programados para sobrevivir en condiciones muy adversas y tenemos una capacidad de adaptación increíble", tal y como remarca a infoLibre la psicóloga Belén Picado, quien coincide en que resulta destacable también la apuesta del grupo de supervivientes por el trabajo en equipo, algo que contrasta con esta época marcada por el individualismo del neoliberalismo. Y relaciona esto incluso con el canibalismo: "En unas circunstancias como las que vivieron aquellos chicos, recurrir a la antropofagia era necesario. Sin embargo, incluso para recurrir a esta práctica, lo hicieron desde el respeto, debatiendo, llegando a acuerdos, sin juzgar a los compañeros que pensaban diferente".

Una actitud ante la tragedia y el estado de shock que tiene también su profundidad desde la antropología filosófica y cultural, tal y como detalla a infoLibre el doctor en Filosofía por la Universidad Complutense de Madrid, Vicente Caballero de la Torre, quien expone que aunque "por supuesto" ha habido "pareceres diversos y contrapuestos", también es cierto que con indiferencia de que se considere al cuerpo "culpable" de la tendencia al mal (Pitágoras, Platón o San Agustín), una "máquina" conducida por un "fantasma" usando la expresión de Ryle (Descartes y otros racionalistas), o "gran razón" (Nietzsche), muy "probablemente nadie en la historia del pensamiento ha considerado que el cuerpo quede desposeído de toda dignidad y derecho al respeto por el mero hecho de ser ya un cuerpo inerte".

Reflexiones de calado que incrementan la atracción hacia La sociedad de la nieve pues, tal y como continúa Caballero de la Torre: "El cuerpo es persona, la persona no solo habita un cuerpo, es su cuerpo, un cuerpo que nos parece portador de ciertos derechos". "Tratar el cuerpo muerto como un mero trozo de carne, aunque sea con un fin que puede parecer tan legítimo como el de salvar la vida, repugna nuestros principios con independencia de las creencias religiosas o posiciones filosóficas en relación con el destino y función de la 'carne mortal'".

"Es un fenómeno de éxito que habla de muchas cuestiones humanas. A partir de ahí, hay una catástrofe en ciernes y eso siempre hace que el espectador se pueda sentir identificado y, al mismo tiempo, conforme al no ser su vida en la que están pasando todas esas tragedias", tercia el psicólogo y psicoterapeuta experto en intervención social Sergio García Soriano, quien resalta a infoLibre que "preguntarse por la supervivencia forma parte del bagaje humano, de tal manera que uno puede decir que se conoce, pero también existe la duda de si se conocería o no en una situación límite".

"¿Sería como yo pienso que soy o mi manera de ser está racionalizada y una experiencia así me va a llevar a descubrir cuáles son mis límites y posibilidades? Esa pregunta sí que está en líneas generales en el ser humano ¿Me conozco o me he dado cuenta de que soy diferente a cómo pensaba que era?", plantea como otro de los asuntos que enganchan al espectador mientras ve La sociedad de la nieve: "Esas preguntas, de una manera menos intensa, están en la gente y quizás la película viene a ponerlas sobre la mesa de una manera más clara, tajante y al límite. ¡Viven! sometió al espectador a preguntas muy similares, y parece que de manera cíclica van apareciendo las mismas preguntas. Pero es que han cambiado los objetos técnicos, el móvil o la tablet, pero el alma humana y las preguntas que nos hacemos muchas veces son las mismas que aparecen en Esquilo, Sófocles o Eurípides. Ahora son más variadas, pero si uno escarba se da cuenta de que es prácticamente lo mismo".

Como estamos viendo y también subraya Picado, esta película da para profundizar en muchos y variados temas, no tan solo desde el punto de la resiliencia o el canibalismo, sino también en otra de sus grandes enseñanzas, que es cómo lidiamos con el trauma, por ejemplo, a través de "mecanismos de defensa como la disociación, un fenómeno psicológico que aparece cuando, ante experiencias muy traumáticas, se produce una desconexión entre la mente y la realidad que se está viviendo". "En este caso este mecanismo de defensa ayudó al grupo, primero durante el tiempo que permanecieron junto al avión, y después para reubicarse en una sociedad que ya no era la misma que habían dejado, de la misma manera que ni ellos tampoco lo eran".

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Esto último nos lleva a ese otro gran punto de interés para el espectador, que termina necesitando saber todo sobre los protagonistas (recordemos, una vez más, reales) de la historia debido a su excepcionalidad. "Sobrevivir a eso es tan milagroso que quieres saber cómo eran esas personas pero también qué ha sido de ellos. No ya lo que pasó en aquellos 72 días en la montaña, sino cómo ha sido el resto de sus vidas después de aquel infierno, en el que a pesar de tener todo en contra hubo momentos en los que leyeron, hicieron poesía, generaron vínculos y vivieron momentos de solidaridad y de risas", indica Núñez, 

Y aún continúa el sociólogo: "Cuando las cosas se ponen difíciles, muy difíciles, mira cómo reacciona la gente y qué lazos de solidaridad y de afecto se crean. También buscando esos momentos de reconfortarse los unos a los otros mientras se mueren, que es lo que está pasando ahí y que no deja de ser una metáfora de este mundo en el que estamos. Todo eso en pleno drama te genera como espectador también una simpatía, una ligazón y una afectividad con esa gente. Mi hijo, por ejemplo, que es bastante pequeño, me preguntaba si todavía viven y siguen siendo amigos. Hay una preocupación por parte de mucha gente de saber cuáles han sido las consecuencias en la vida de los supervivientes".

Apunta a este respecto García Soriano que el público ve la película y luego "ya quiere el reality y saber de esos personajes" reales. "Cuando una película te toca, de alguna manera te transforma y hace que te involucres y quieras saber más. Esto habla de cómo ha tocado emocionalmente a los espectadores", asegura, al tiempo que anticipa que es "muy posible" que La sociedad de la nieve se estudie en las universidades, puesto que en las facultades de Filosofía y Psicología se habla "muchísimo sobre este tipo de cuestiones a través de los juegos de roles". "Esta película te interpela y, de alguna manera, te somete a pensar qué harías tú en esta situación. Por eso puede tener también un impacto a nivel de poder estudiarla en las facultades para sacarle su jugo, porque yo creo que ejemplifica muchas cuestiones que en estas facultades se estudian", remata.

La sociedad de la nieve es la película de lo que llevamos de año: un éxito de público en todo el mundo, aspirante española al Oscar y, muy probablemente, material didáctico y pedagógico imprescindible desde ya mismo en las facultades de Psicología (y de Sociología y Filosofía). No en vano, se trata de una historia (recordemos, real) que lleva al espectador a plantearse cuestiones universales e inherentes a la propia condición humana (así como también a investigar sobre otras cuestiones más fisiológicas como las causas del pis negro, récord de búsquedas en Google).

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