El camino Hasta el fin del mundo no es necesariamente el marcado en los mapas, ni tampoco el que el espectador espera cuando entra en la sala de cine. El guía de esta historia parece ser el inmigrante danés Holger Olsen (interpretado por Viggo Mortensen), pero en un cruce de caminos inesperado él desaparece, dejando en un vacío imposible de llenar a su pareja, la joven de ascendencia francesa Vivienne Le Coudy (Vicky Krieps).
"Me interesa lo que no se ha contado, el otro lado de la moneda", apunta Mortensen, resaltando lo poco habitual que una mujer "más o menos ordinaria" sea el personaje principal de un western o de películas que tienen algo que ver con las guerras. Y lanza entonces la pregunta clave del nuevo film que escribe, protagoniza y dirige y que llega este viernes a los cines: "¿Qué pasa con las niñas y las mujeres cuando sus padres, hermanos, hijos o parejas se van a luchar en sus guerras masculinas? ¿Qué hacen ellas, cuáles son las consecuencias? Eso no lo he visto y he querido contar algo que tiene que ver con eso".
Esa es la pregunta a la que busca respuesta el cineasta danés-estadounidense en su segunda película como director después de Falling (2020), que lleva por título, efectivamente Hasta el fin del mundo y se estrena este 10 de mayo. Un western con inusitada relevancia femenina al centrarse en la vida de Vivienne cuando Olsen decide luchar por la Unión en la Guerra de Secesión de Estados Unidos en 1860. Porque abandonada con la incertidumbre del regreso se queda ella, en Elk Flats (Nevada), al que le había acompañado por amor. Un pueblo aparentemente tranquilo pero controlado por el corrupto alcalde Rudolph Schiller (Danny Huston), el poderoso ranchero Alfred Jeffries (Garret Dillahunt) y su violento y caprichoso hijo Weston (Solly McLeod).
No tardan en aparecer la violencia, la muerte, el machismo, las agresiones sexuales, la crueldad, el racismo y tantos otros malos endémicos del lejano oeste que, lamentablemente, siguen perpetuamente vigentes. Y es que, como reconoce Mortensen a infoLibre en un encuentro con otros dos medios, no empezó escribiendo un western, sino una "historia de una mujer". "Pero llegó un momento en el que pensé que para esta mujer en particular, con fuerza interior, pensamiento libre y algo terca, sería más interesante y desafiante ponerla en el oeste norteamericano en el siglo XIX, en un momento donde la sociedad estaba generalmente dominada por el punto de vista masculino. No era solo así, pero específicamente donde ocurre esta historia es una sociedad fuera de la ley, dominada por unos pocos hombres sin escrúpulos, violentos y crueles que ejercen la violencia. Ahí la ponía más a riesgo a ella", explica.
Más aún al quedarse sola en un mundo gobernado violentamente por unos hombres muy distintos a Olsen, quien decide alistarse por "razones morales" y porque considera "justo sacrificarse". Motivaciones nobles movidas en última instancia por el egoísmo, pues su pareja es quien va a sufrir las consecuencias de su prolongada ausencia. "Aunque él incorrectamente piensa que va a volver pronto, supongo que como los que se fueron voluntarios al frente de Ucrania hace un par de años pensando que esto se iba a acabar pronto, pero sigue", apunta el actor.
Las relaciones que funcionan, progresan y son sanas tienen como ingrediente más importante la apertura al otro y la flexibilidad. Eso ocurre, porque esta es una historia de amor en la que los dos se escuchan
También sigue la unión entre ambos protagonistas, a pesar de la distancia en el tiempo y en el espacio y de un importante nuevo elemento entre ambos fruto de la violencia. Sobre todo ello reflexiona Mortensen en este western un tanto atípico en el que "no todos los lazos cercanos de familia son de sangre". "Las relaciones que funcionan, progresan y son sanas tienen como ingrediente más importante la apertura al otro y la flexibilidad. Eso ocurre, porque esta es una historia de amor en la que los dos se escuchan", plantea, para acto seguido agregar: "Cometen errores, sobre todo él. Hay torpeza, pero son capaces de reconocerlo, de arrepentirse y de alguna manera pedir perdón. En esta historia el perdón, la capacidad de perdonar al otro o a la otra, y de perdonarse a sí mismo, es clave para que esta relación sigua adelante y progrese y evolucione. El perdón es mucho más importante en esta historia que el deseo de venganza o la violencia. Y así debería ser en la vida".
Tras asegurar que "para encontrar la manera de adaptarse al otro y a cualquier nueva situación hay que ser flexible y aceptar la realidad en cualquier relación, sea de sangre o no", pone en valor que ninguno de los dos protagonistas tienen el inglés como idioma principal. "Normalmente los protagonistas en todos los western son anglosajones. Esto es inusual y tan importante como mostrar las lámparas, la vestimenta, todo el decorado o la arquitectura correctamente para la época. Creo que también hacemos bien en mostrar el mestizaje y la diversidad de razas, de culturas, de dialectos, de idiomas... incluso en el inglés que se habla hay acentos diferentes de Irlanda, de España, de México, de los franco parlantes. Hay de todo un poco de todo y así era más bien la sociedad entonces, por lo que creo que es importante que hayamos podido recrear eso", argumenta.
Y es que la aspiración constante de Mortensen ha sido que la historia resulta creíble, como aquellas películas que veía de niño y conforman su patrimonio cinematográfico. Algo que queda reflejado en el "amor" que tiene "desde muy pequeño por los caballos y los paisajes", tal y como puede constatarse en Hasta el fin del mundo. "Se trata de sentir que uno está ahí. A eso acompaña también lo que se hace en las mejores películas del western clásico, que es que la fotografía no incomoda, no distrae, no estamos pendientes cuando vemos esta película en cómo la cámara ve a los personajes sin los paisajes. No es fácil de lograr, pero la idea es que sea una fotografía simple y elegante que no haga pensar mucho, y eso también ayuda a que nos creamos a estas personas", explica.
Ver más'El consentimiento', cuando el abuso sexual y de poder lo ejerce, sin ningún pudor, un pope de las letras francesas
"No se puede hablar del western clásico sin mencionar a John Ford como figura inmensa", afirma, consciente de estar diciendo algún tipo de obviedad, asegurando después que para él Sergio Leone "es mas como ópera comparada con teatro, casi otro género". Y cita a Howard Hawks o Budd Boetticher hablando de western de presupuesto más humilde y a Clint Eastwood o Jane Campion entre los directores más recientes. Incluso a André de Toth o a Jacques Tourneur entre sus favoritos europeos porque, según remarca, "en la historia del western no todos los maestros son norteamericanos".
Un género cinematográfico eterno, en definitiva, que nos sigue contando mucho de nosotros mismos aunque el lejano oeste esté cada vez, efectivamente, más lejos. "Si se cuenta bien una historia y los seres humanos que vemos son creíbles no importa el género", asegura, planteando que "siempre es más fácil sacar lecciones y comparar con nuestros tiempos" cuando una historia se pone en el pasado. E incluso en una cultura diferente, pues en ese caso, si nos fijamos en una familia con otro idioma y costumbres diferentes –Corea, concretamente, ejemplifica–, sacamos "algo universal y es casi más fácil pensar en tu pueblo, tu sociedad o tu propia familia que si se tratara de una película española".
"De las películas que he hecho yo recientemente, Green Book ocurre en 1962 y tiene temas raciales de prejuicios, de ignorancia... en los que todavía queda mucho por aprender y mejorar. Pues podemos sacar lecciones de ella de para nuestros tiempos de una forma interesante y mucho más fácil que si esa historia estuviera ambientada ahora. Cuando se pone en el pasado, reciente o más alejado, creo que siempre es más fácil comparar y sacar lecciones. Estamos más dispuestos a hacerlo que con una película ambientada en el tiempo actual. Hay algo en estar a una distancia en el tiempo o en la cultura que a veces nos ayuda a ver nuestras vidas desde otro ángulo", concluye.
El camino Hasta el fin del mundo no es necesariamente el marcado en los mapas, ni tampoco el que el espectador espera cuando entra en la sala de cine. El guía de esta historia parece ser el inmigrante danés Holger Olsen (interpretado por Viggo Mortensen), pero en un cruce de caminos inesperado él desaparece, dejando en un vacío imposible de llenar a su pareja, la joven de ascendencia francesa Vivienne Le Coudy (Vicky Krieps).