'El consentimiento', cuando el abuso sexual y de poder lo ejerce, sin ningún pudor, un pope de las letras francesas
Gabriel Matzneff es un reconocido escritor francés con medio centenar de libros y numerosos premios literarios. Es, además, un acreditado pederasta, tal y como ha relatado en sus numerosas novelas e incluso admitía entre risas en los programas de televisión a los que era recurrentemente invitado. Figura irreverente y controvertida, gozó durante décadas del favor de los círculos culturales y políticos de izquierda, tolerantes ante sus depravadas actitudes, si bien en los últimos años, ya octogenario en un mundo diferente que no le ríe sus perversiones, ha tenido que enfrentar dos procesos judiciales en su contra y el cese de la comercialización de algunas de sus obras.
También ha tenido que soportar la publicación hace un lustro de El consentimiento, el libro en el que la escritora Vanessa Springora narra de manera descarnada la relación que tuvo con él a mitad de los años ochenta, cuando ella tenía catorce años y él cincuenta. Todo un fenómeno literario que provocó en el país galo un revuelo importante y propició un amplio debate precisamente sobre ese consentimiento necesario para cualquier relación y acerca de las relaciones de poder y abuso sexual y mental. Tanto es así que este relató se convirtió en herramienta esencial para promover la Ley del consentimiento en Francia, aprobada por el anterior Ministerio de Igualdad.
Pues bien, la historia de Vanessa y Gabriel llega este viernes a los cines españoles después de haber llamado poderosamente la atención de los jóvenes franceses y haber originado una reacción viral a causa de la crudeza de ciertas escenas y diálogos. Tanto es así que la cinta terminó generando una tendencia en la plataforma TikTok, a la que muchos adolescentes se sumaron grabándose antes y después de ver la película, con la consiguiente comparación entre las expectativas y las consecuencias. El cine, de nuevo, convertido en herramienta pedagógica y educativa para mostrarnos realidades con las que convivimos pero se mantienen por lo general fuera de nuestro radar.
Pero retrocedamos. París, 1985. Vanessa tiene trece años cuando conoce a Gabriel Matzneff. Un hombre muy inteligente y manipulador, el reconocido escritor de cincuenta años seduce a la joven. La adolescente se convierte en la amante y musa de un hombre celebrado por el mundo cultural y político. Perdiéndose en la relación, gradualmente comienza a darse cuenta de cuán destructiva y anormal es la situación, hasta que finalmente ve a Gabriel Matzneff como el depredador que realmente es. Vanessa hace de esta manera, ante los ojos del espectador, un largo viaje para liberarse de su influencia y sanar de su atroz sufrimiento, que la lleva hasta los límites de la locura.
"Leer el relato de Vanessa Springola me conmovió profundamente", reconoce a infoLibre la cineasta francesa Vanessa Filho, directora de esta adaptación para la gran pantalla de semejante truculenta historia. Que no es única, pues el escritor mantuvo múltiples relaciones parecidas con otras muchas chicas adolescentes a las que causó daños irreparables para el resto de sus vidas. Es por ello que la novela sacudió el panorama intelectual y sociopolítico francés, contribuyendo incluso como decíamos al cambio en las leyes nacionales francesas sobre la edad legal del consentimiento. Y es por ello también que la película del mismo título que la novela se convierte en un arma necesaria.
"Al prolongar el debate iniciado por Vanessa Springola, esta película puede servir como arma de prevención y quizás así pueda evitar víctimas potenciales. Porque al verla, los jóvenes pueden sentir una identificación directa y así entender lo que significa el abuso y que alguien tenga poder sobre ti", reflexiona la directora, quien reconoce que al terminar de leer la novela le invadió "un sentimiento de cólera, ira e impotencia". "Para mí, la protección de los menores es algo muy importante. Casi dejé el cine en un momento dado para trabajar en ese campo, es algo que realmente me toca", confiesa.
La víctima cree que ha consentido, lo cual no es verdad, porque a los trece o catorce años no estás capacitada para consentir
En esta línea, explica que El consentimiento cuenta la historia desde el punto de vista de la víctima, que vive la situación con "culpabilidad" y "se juzga a sí misma porque cree que ha consentido, lo cual no es verdad, porque a los trece o catorce años no estás capacitada para consentir". Esa lucha contra ella misma es la que vemos personalizada en la protagonista, la joven Vanessa Springola, interpretada intensamente por Kim Higelin (nominada a Mejor actriz revelación en los Premios César 2024), tratando en todo momento de entender lo que está viviendo bajo el sometimiento de Gabriel Matzneff, encarnado muy convincentemente por un desasosegante Jean Paul-Rouve.
"Ella carecía totalmente de experiencia, confundía el amor con la sexualidad. Él, por su parte, era un depredador con un comportamiento estudiado, pues buscaba chicas muy jóvenes, vírgenes, sin experiencia, hijas únicas y en una situación familiar compleja. Él sabía perfectamente lo que significaba el consentimiento, y que ninguna de sus presas podía consentir", plantea Filho, para quien "comprender lo que realmente significa el consentimiento es un arma para el mañana".
El cine debe siempre hurgar y ser el espejo de nuestra sociedad
Así, explica que en esta película hay tres consentimientos: "El de Vanessa, que no es, el de la madre -interpretada por Laetitia Casta- y el de toda la sociedad". Porque resulta especialmente sorprendente la manera en la que con total libertad el afamado escritor habla de sus conductas en televisión sin apenas encontrar a nadie que le ponga en su sitio. "Y no hace tanto de ello", destaca, explicando que se ha encontrado con apariciones "muy chocantes" en programas de televisión como Apostrophes, presentado por el influyente crítico literario Bernard Pivot. "En 1990 aparece con un presentador que le dice 'es usted un notorio pedófilo' y le da unas palmaditas en la espalda y ambos se ríen", recuerda.
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Y aún prosigue, poniendo el foco en esa connivencia de todos alrededor del autor, aceptando sus actitudes e incluso encumbrándole por su forma de contarlas: "Un hombre como Gabriel nunca hubiera actuado así si la sociedad no le hubiera dejado mano libre, invitándole a platós de televisión y aplaudiéndole. Eso le llevaba a seguir y, además, alentaba a otros depredadores al mismo tiempo que anulaba el dolor de las víctimas, que se sentían impotentes, avergonzadas, culpabilizadas e ignoradas por la gran intelectualidad".
La sociedad ha cambiado mucho en estos últimos cuarenta años y ahora los jóvenes no aceptan este tipo de conductas. Lo explica la propia directora, que cuenta que en los pases de la película que después contaban con un coloquio, muchos decían que no les sorprendían las escenas más sexuales, sino que les "molestaba la violencia psicológica y el poder que ejerce Gabriel" sobre Vanessa- "Y mostraban su enfado frente a una sociedad que permitía esto", apostilla.
Reconoce en este punto Filho que tanto ella como los productores "soñaban" con que fueran muchos jóvenes a ver la película a los cines, pero eso es algo que nunca puede saberse. "Pero yo he visto a grupos de quince o veinte chavales entrar a una sala", remarca con orgullo, añadiendo que gracias a este tipo de historias "cada vez hablamos más las cosas". "La juventud me ha dado esperanza. Al mismo tiempo, me conmovió oir a padres que, de pronto, dicen haber podido hablar con sus hijos después de ver la película. Es como si hubiera permitido diálogos dentro del hogar. También conozco a gente que vivió abusos, ahora padres, que nunca habían hablado de ello, aunque querían hacerlo, pero no se atrevían para proteger a sus hijos. La película les ayudó a encontrar las palabras para poder compartir eso con sus hijos y, de paso, protegerles", remarca, para luego rematar: "El cine debe siempre hurgar y ser el espejo de nuestra sociedad".