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Cultura

Entre la corneta y el 'techno': siete obras culturales que desafían y renuevan el imaginario de la Semana Santa

Imagen del videoclip de 'Demasiadas mujeres', de C Tangana.
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Cornetas y tambores. Sangre, sudor y lágrimas. Solemnidad. Propaganda católica promovida por la Contrarreforma para hacer frente, mediante la performance y el boato, a la revolución protestante. Manifestación conservadora y a menudo clasista del poder de la Iglesia católica. Todo eso es la Semana Santa. Pero también es jarana con botellón esperando a la salida de las cofradías, bases para la música electrónica, inspiración para la transgresión vanguardista, carne de sátira. La Pascua y su celebración española, especialmente popular en el sur, da para mucho. Y la cultura, a menudo desde los márgenes, ha demostrado que la Iglesia no es la única dueña de la tradición, y que una manifestación cultural como las procesiones y su imaginario bien pueden servir para echarse unos bailes o travestirse. En la segunda Semana Santa del coronavirus, más pendientes de las vacunas que de los cirios, recordamos siete hitos culturales que desafían el respeto a los sentimientos religiosos, y a mucha honra.

Demasiadas mujeres – C TanganaDemasiadas mujeres

En “Demasiadas mujeres”, una canción que acabaría formando parte del disco El madrileño, C Tangana sampleaba dos temas, aunque uno brillara sobre el otro. En el estribillo, fácilmente reconocible, relucía “Campanera”, el pasodoble de Genaro Monreal popularizado por Joselito en El pequeño ruiseñor (1956). Pero ahí, al inicio, entre cornetas y tambores, sonaba también “El Amor”, una marcha cofrade del gaditano Sergio Larrinaga, fallecido justamente el pasado febrero a los 45 años. La composición de este autodidacta, considerado un revolucionario del género, hacía aparición en el tema del rapero a través de una grabación de la banda del Rosario, en Cádiz, especialmente ligada a la trayectoria de Larrinaga. Poca polémica hubo entonces con la utilización de un himno religioso en un tema de música urbana, sobre todo teniendo en cuenta el contenido sexual de su letra: “No he olvidado el olor / de la que me follé en el baño de un garito borracho en Berlín / escuchando un techno que me hacía empujarla como un animal / música del infierno que sonará el día de mi funeral”. Quizás porque el propio Larrinaga, conocido como Larry, bebía de distintas tradiciones para crear sus marchas, o quizás porque, aunque Tangana tenga un escaparate mucho más vistoso... otros ya lo hicieron antes.

Crîtto de lâ Nabahâ – Califato ¾Crîtto de lâ Nabahâ

En 2019, el grupo Califato ¾ —referencia a la herencia andalusí y al compás flamenco— publicaba su disco Puerta de la cânne. Tras una intro que recogía el discurso de Antonio Manuel, poeta y pensador andalucista, llegaba el tema “Crîtto de lâ Nabahâ”, uno de los primeros hits de la banda. ¿Y con qué se abre esta fusión de cornetas y technotechno? Pues con la marcha Eternidad, del mismo Larrinaga. La composición, de nuevo creada para El Rosario, estaba mezclada con las (ficticias) instrucciones del capataz del paso, que indica a los costaleros, ciegos bajo la estructura de madera, los movimientos que deben seguir: “Esta la vamos a levantar por tos los que ya no están. ¡Vámonos, chiquillos! La estáis liando, cabesa, la estáis liando”. Pero aquí no se celebra el movimiento acompasado de las imágenes barrocas, sino el romper del bombo y el buen hacer del dj. Cuando Califato ¾ se presentó, en 2018, lo hizo con un manifiesto. Su primer propósito: “Explorar el cante andaluz y la música andalusí desde una doble óptica, la respetuosa y la irreverente”. ¿A cuál de las dos ramas pertenece “Crîtto de lâ Nabahâ”? Porque el verdadero referente al que alude el grupo andaluz no está en las hermandades, sino en las discotecas: en 1999, el músico Delaygurrud, seudónimo de Agustín Castro, lanzaba Semana Santa Break Beat, una remezcla de la marcha Al gitano de la cava. Sátira u homenaje, el tema se convirtó en un éxito instantáneo.

¡Mi cielo! Yo no hago milagros, que sea lo que dios quiera — Sethlas¡Mi cielo! Yo no hago milagros, que sea lo que dios quiera

No siempre se reciben de buena gana las formas culturales que parten de la estética semanasantera. En 2017, la travesti canaria Sethlas presentaba en la Gala Drag Queen del carnaval de Las Palmas de Gran Canaria su espectáculo ¡Mi cielo! Yo no hago milagros, que sea lo que dios quiera. En el escenario se abrían las puertas del cielo y aparecía una Virgen dragdrag, precedida de un cuerpo de baile formado por nazarenos. Sethlas hacía playback con, cómo no, Like a prayer de Madonna y Judas de Lady Gaga, antes de transformarse en un Cristo crucificado que se liberaba de los clavos para bailar sobre unas plataformas de vértigo. No tardaron en escucharse las voces que llamaban al respeto de los valores religiosos: la actuación fue trending topic en Twitter, el entonces presidente del Cabildo de Tenerife, Carlos Alonso, de Coalición Canaria, acusó a la drag queen de "ofender los valores de tanta gente", y el obispo Francisco Cases habló del triunfo de “la frivolidad blasfema”. La indignación no sirvió de mucho: Sethlas ganó la Gala Drag y regresaría en varias ocasiones la temática religiosa, como en la actuación de 2020, basada en el Génesis, que de nuevo le daría la victoria. Qué mejor espacio para la “frivolidad blasfema”.

Estrella Sublime – Bastarda EspañolaEstrella Sublime

Hace 20 años que Lola Marmolejo hace de la Virgen. Porque hace 20 años que la obra Estrella Sublime, de la compañía Bastarda Española, recorre los escenarios poniendo en cuestión que la Sagrada Familia sea un asunto del espíritu. El argumento es sencillo: harta de aguanta las noches en vela, las largas jornadas y a los borrachos de turno, la camarera Lola blasfema tras la barra; cuál no será su sorpresa cuando allí mismo, en el bar, se le aparece la Virgen, que viene a asistirla en sus plegarias (y quizás a tomarse una copita). El espectáculo convierte a la presunta madre de dios en una mujer más, con sus penas y sus esclavitudes, que se desahoga con Lola tanto como Lola con ella. Tras dos décadas en cartel y 200.000 espectadores, Estrella Sublime es un éxito como pocos en la escena española, y lo es con un texto (escrito por la propia Marmolejo, alma de la pieza, y por Marga Martínez, la primera camarera) que podría haber resultado santurrón a los rojeras y sacrílego a los cofrades, pero que es increíblemente popular. Pese a su larga vida por los escenarios andaluces —y particularmente los sevillanos, su localidad de nacimiento y epicentro del mundillo semanasantero—, no le han faltado disgustos: en 2013, el Ayuntamiento de Écija canceló una función ya programada por presiones de los cofrades, una decisión que Marmolejo no dudó en calificar de “censura”. El consistorio dio marcha atrás. Por cierto, en Estrella Sublime la Virgen pide que la llamen Macu, de Inmaculada.

Mi querida cofradía – Marta Díaz

Las hermandades son espacios de poder machistas, dirigidos por hombres, que durante siglos han cerrado sus puertas a las mujeres. Y Carmen ha decidido que eso se va a acabar. En Mi querida cofradía, película de 2018, la cineasta Marta Díaz imagina un asalto feminista al mundo cofrade de la mano de una malagueña entrada en años que se propone ser presidenta de su hermandad. La comedia costumbrista acaba llegando al humor negro —no haremos spoilers—, pero se asoma también a la denuncia cuando el espectador extrapola los desmanes machistas de la hermandad más allá de los límites de la pantalla. Todo esto lo hace Díaz con la filigrana que exige el tema: un poco de crítica mordaz, un poco de ridiculización de la tradición, un poco de ternura para la celebración popular. Todo, con la inestimable colaboración de Gloria Muñoz, una Carmen que encarna a un tipo de mujer capaz de llevar peineta el Viernes Santo y de cantarle las cuarenta al cura el Domingo de Resurrección. Por otra parte, la batalla de las mujeres y del colectivo LGTBI para participar en esta forma de religiosidad popular está lejos de ser ficción.

Chirigota Aquí estamos de pasoAquí estamos de paso

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Menos gracia hizo, en el Concurso del Carnaval de Cádiz, la chirigota Aquí estamos de paso, de Juan Luis Soto, Cascana. La agrupación se presentaba ataviada como capillitascapillitas, forofos de la Semana Santa, y ponía en el escenario del Teatro Falla a dos pasos, con su Virgen y su Cristo, para cantarse unas coplillas pascueras. “Al señor yo le hago las planchas / yo soy el que lo peina y lo arregla / pero nunca me dejan vestirlo / es un hombre / y yo no soy de piedra”, cantaban, entre otros versos, en referencia a los vestidores de vírgenes, a menudo representación homosexual en las cofradías y parroquias. Al Consejo de Cofradías de la ciudad no le gustó: en un escrito que llegó a secundar el obispado, criticaban “la mofa” contra “los sentimientos religiosos de miles de gaditanos”, asegurando que “el ajusticiamiento de un inocente” no puede “convertirse en motivo de diversión”. La agrupación contestó con un pasdoble: “Puedo darle mil motivos / para que se ofenda usted / como esos curas con los niños / aunque eso parece que usted no lo ve”. Cascana era, por cierto, cargador en la hermandad de La Borriquita. Era, porque la cofradía no dudó en expulsarle en cuanto conoció la temática de la chirigota.

Palio – Le Parody y RuiseñoraPalio

Le Parody, música entre Granada y Málaga afincada en Madrid. Ruiseñora, dúo extremeño. Tras dos años surcados por la muerte y la pérdida, los tres artistas lanzaban el Miércoles Santo la canción Palio, una melodía oscura heredera de la saeta para cantar a los que se fueron. Aquí la herencia de la Semana Santa se aleja de las flores y el incienso para ir a la raíz de la Pasión: el sufrimiento, la muerte (y su representación pública), y el renacer primaveral, una temática que trasciende la cultura católica. Ambos proyectos musicales beben de la música popular, trenzándola con la música electrónica, y en este caso la canción se convierte en una reflexión sobre la pérdida, sobre cómo vivirla en una sociedad que insiste en darle la espalda. “Nos negamos a pasar de puntillas por ella y a guardar el dolor debajo de la alfombra, a enfrentarnos a la vida como si nada después de los días de rigor de luto familiar”, escriben. “Queremos hacer públicas las muchas caras de la pena, queremos llevarla al subsuelo, danzar con ella y luego sacarla al sol a que se seque y germine. A que se cure. Cantando”. Y con cornetas.

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