Los cuentos ácidos de Edgar Neville

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El día a día de una familia negra en el Nueva York de los años cincuenta. El romance entre una vaca y "un señor de Hacienda". El relato épico de un falangista encubierto en un Madrid en guerra controlado aún por la República. La historia trágica de un condenado a muerte de no se sabe qué signo político, por no se sabe qué razones. La obra literaria de Edgar Neville es tan heterodoxa e incómoda como el resto de su producción, como su propio personaje. La editorial Reino de Cordelia recoge ahora gran parte de ella en sus Cuentos completos, que reúnen por primera vez toda su narrativa breve editada en seis libros entre 1926 y 1966 y otros 16 textos publicados solo en prensa. Un paso más en la recuperación de un personaje incómodo, marcado por su compromiso —aun sui generis— con el régimen franquista y por su imagen de bon vivant

Narrador, dramaturgo y cineasta, Neville (Madrid, 1899-1967) ha sido más reconocido por esta última faceta. En 1999, con motivo del centenario de su nacimiento, la Filmoteca Española le dedicaba ya un ciclo, y la televisión ha emitido buena parte de su producción. La torre de los siete jorobados, Nada o Mi calle forman parte del canon del cine español. Su literatura, sin embargo, no ha tenido la misma suerte. "Hemos ido buscando los libros en librerías de viejo aquí y allí", dice José María Goicoechea, responsable del prólogo y de la edición. Algunos títulos quedaban más a mano, como Frente de Madrid Frente de Madrid(1941), editado en una versión facsímil por la Asociación de Libreros Lance en 2013. De Eva y Adán (1926) quedaba también una edición del año 2000, y el sello Castalia había editado algunos cuentos junto a la obra de teatro El baile allá por el 96. Pero Música de fondo (1936), Torito bravo (1955), El día más largo de monsieur MarcelEl día más largo de Marcel (1965) y Dos cuentos crueles (1966) se encontraban solo en la colección personal de Goicoechea y en los polvorientos almacenes de las librerías de segunda mano. 

 

"Con Neville pasó como muchos de los escritores que fueron cercanos al régimen o no estuvieron en la oposición o el exilio: según fueron muriendo hubo una especie de blackout sobre ellos", explica Goicoechea. La conducta durante la Guerra Civil del que fuera conde de Berlanga de Duero nunca ha quedado muy clara. Se sabe que no solo fue diplomático republicano, sino también militante del partido de Manuel Azaña. Poco después del golpe de Estado acepta el puesto de secretario en la Embajada de Londres, y previamente había firmado su adhesión a la República, necesaria para seguir en la carrera. Todo esto daría razones suficientes para que el régimen franquista le hiciera pasar por una Comisión Depuradora —de él recogía la Dirección General de Seguridad franquista que "siempre se manifestó republicano de izquierdas"—, ante la que defendió que su afiliación a Izquierda Republicana había sido involuntaria y que se había dedicado, en aquellos primeros meses de la guerra, a conspirar contra la República. En 1937 inicia el proceso de afiliación a Falange. 

Fuera por compromiso con la causa fascista, por la necesidad de salvar los muebles ante el nuevo régimen o por una mezcla desigual de ambas cosas, en 1941 publica Frente de Madrid, una colección de cinco relatos dedicados a jalear la valentía de los sublevados y el caos y la violencia de los rojos. El cuento que da nombre al volumen está protagonizada por Javier, un hombre maduro que ve en la revolución fascista una réplica de la lucha republicana en la que participó en su juventud. El personaje llega a decir: "Aquí no sabéis aún lo que es Franco. Franco es el sentido común. Franco modera el desenfreno". "Era una especie de rito literario de la inmediata posguerra, cuando tantos autores consolidaron su situación mediante ediciones que recopilaban méritos patrióticos, acaloradas denuncias e inquebrantables adhesiones", escribe Juan Antonio Ríos Carratalá en Una arrolladora simpatía, donde trata de esclarecer los movimientos de Neville tras el golpe. Y añade: "No fue su aportación la más visceral, ni mucho menos, en unos años de represión jaleada por quienes no encontraban una sola razón para la reconciliación o el perdón".

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Pero su estilo de vida, señala Goicoechea, no se ajustaba en absoluto a los estrechos límites franquistas. Separado de su mujer, no ocultó nunca su larga relación con la actriz Conchita Montes. Muchos de sus relatos atacan, con mala baba, la moral burguesa y las costumbres de los biempensantes. En palabras de Goicoechea, tiene "una actitud aristocrática" que se manifiesta en una defensa de una clase alta "que él adorna mucho y que no es solo económica sino cultural", y una clase baja a la que considera auténtica. "Vivió en una especie de reserva", dice el responsable de la edición, "era un tío con pasta, le iba bien, iba por libre... Se podía permitir el lujo de vivir al margen, algo que solo podía hacer cierta gente de la cultura". Aquí entra el aristócrata que fue Neville, coleccionista de coches de lujo, amante del caviar, habitual de las fiestas de la jet set... Su foto, en Marbella, junto a Lola Flores y el príncipe y promotor inmobiliario Alfonso de Hohenlohe refleja bien la vida social del creador. "Hay que insistir en la idea de que por haber sido franquista no baja la calidad literaria, igual que no eres mejor poeta por haber estado en el exilio", defiende Goicoechea. Menciona a Rafael Sánchez Mazas, a Agustín de Foxá, ambos escritores del bando franquista. "Hay que contextualizarlo, claro. ¿Eran fachas? Sí, pero escribían bien". Y a esto se añade que buena parte de la narrativa de Neville sea humorística, un género considerado menor: "Salvo Ramón Gómez de la Serna, que todo el mundo le conoce pero no es muy leído, todo se considera de segunda fila".

Si los relatos de Frente de Madrid —de los que recupera tres en El día más largo de monsieur Marcel, dos años antes de su muerte— resultan incómodos, otros se acercan más a la sensibilidad del lector contemporáneo. Goicoechea señala "José Sánchez", un "cuento antibélico" que no se sitúa geográfica ni temporalmente, pero que hace clara referencia a la Guerra Civil. Pero también los que Neville llamaba "cuentos para locos", cuentos absurdos que funcionan en ocasiones como fábulas de moraleja misteriosa. O "Los Smith", nacido de la observación del racismo estadounidense durante su trabajo en Washington. En la prensa de la época pueden quedar, según el prologuista, 20 o 30 relatos del cineasta nunca recogidos en un libro. Y sus artículos de opinión, y sus crónicas —como la del concierto de los Beatles—, que Goicoechea anima a reunir en un volumen, aunque no descarta tampoco una antología de los mejores cuentos del escritor. Todo sea por llevar a cabo el trabajo de recopilación que no hizo en vida el autor. ¿No consideraba suficientemente importante su obra literaria? Goicoechea se ríe: "No, yo creo más bien que era un autor vago". Otro rasgo más para el mito de Neville. 

 

El día a día de una familia negra en el Nueva York de los años cincuenta. El romance entre una vaca y "un señor de Hacienda". El relato épico de un falangista encubierto en un Madrid en guerra controlado aún por la República. La historia trágica de un condenado a muerte de no se sabe qué signo político, por no se sabe qué razones. La obra literaria de Edgar Neville es tan heterodoxa e incómoda como el resto de su producción, como su propio personaje. La editorial Reino de Cordelia recoge ahora gran parte de ella en sus Cuentos completos, que reúnen por primera vez toda su narrativa breve editada en seis libros entre 1926 y 1966 y otros 16 textos publicados solo en prensa. Un paso más en la recuperación de un personaje incómodo, marcado por su compromiso —aun sui generis— con el régimen franquista y por su imagen de bon vivant

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