LOS EFECTOS DE LA DANA EN GÉNOVA
El PP asume que la desastrosa gestión de Mazón en la dana está dando alas a Vox y Alvise
La errática gestión del presidente valenciano, Carlos Mazón, tras la dana del pasado 29 de octubre ha impactado también en un PP nacional cuyas siglas cotizan a la baja en este momento. Las encuestas internas de la formación de Alberto Núñez Feijóo reflejan una caída generalizada de la formación frente al auge de Vox y de Alvise Pérez, según señalan fuentes de Génova a infoLibre, que acusan una "desafección" generalizada por parte de la ciudadanía. Una preocupación que salió a relucir durante la Junta Directiva Nacional, que reunió a los dirigentes territoriales de la formación conservadora, celebrada hace una semana. En privado, en el PP reconocen que las críticas a la gestión del Consell valenciano les afectan, tanto a nivel nacional como autonómico, y por ese motivo han tratado de pasar de pantalla situando el foco en la vicepresidenta Teresa Ribera o en la trama Koldo. Sin embargo, los conservadores son conscientes de que lo ocurrido en Valencia no se olvidará fácilmente con más de 200 vidas arrasadas por la dana y miles de hogares destrozados.
El sentir generalizado dentro de las filas conservadoras es que Mazón está "acabado políticamente" y que su resistencia a dimitir únicamente beneficia a la ultraderecha. Según el barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) publicado esta semana, Vox da un salto de gigante hasta el 14% y los 44 escaños, once por encima de los logrados en las últimas elecciones. Los de Santiago Abascal crecen, fundamentalmente, a costa del PP, que toca fondo con el 31,8% de los votos y 137 asientos. Ambos podrían formar gobierno al superar la barrera de los 176 diputados que marca la mayoría absoluta, con los ultraderechistas cada vez más indispensables en esa suma de derechas. En el PP preocupa que la correlación de fuerzas entre ambos partidos se estreche porque, en un eventual escenario de elecciones generales en el que las derechas sumasen, tendrían que "cederle" más terreno a Vox.
Aunque en el PP identifican que "el bloque de la derecha está más fuerte que el de la izquierda", incluyendo en esa foto fija a Vox pero también a Se Acabó La Fiesta (SALF), el partido del agitador Alvise Pérez, hay voces que reconocen que una convocatoria electoral —que no está sobre la mesa, según insisten desde el Gobierno de Pedro Sánchez— no les beneficiaría en un momento en el que la desafección está en máximos históricos. El cansancio ciudadano con la clase política se refleja en el hecho casi sin precedentes de que, a la pregunta del CIS sobre "¿cuál es a su juicio el principal problema que existe actualmente en España?", la primera respuesta en el ranking de preocupaciones es "los políticos en general", la segunda "el mal comportamiento de los políticos"y la tercera "el gobierno y los partidos", todas ellas por encima de cuestiones como la vivienda, el paro, la sanidad o el drama migratorio.
Según el análisis de Rafael Ruiz, consultor y analista de datos en asuntos públicos en Logoslab, hay muchos riesgos de ceder a los partidos en la periferia del sistema el concepto de "pueblo", como hemos visto recientemente con la dana frente a la deficiente gestión de la Generalitat Valenciana. Ruiz apunta que consignas como el pueblo salva al pueblo son "tremendamente transversales y porosas" y omiten que tanto Estado como pueblo "son también los cuerpos de protección civil, psicólogos, médicos, profesores, conductores de autobús y tantos y tantos servidores públicos que dedican su trayectoria profesional al servicio de la ciudadanía". Aunque los conservadores también están participando de la estrategia de la antipolítica ya que Mazón ha fichado como vicepresidente a Francisco Javier Gan Pampols, teniente general retirado del Ejército de Tierra, que reniega de la política.
El PP sabe que el riesgo de desafección puede incluso crecer en los próximos meses y que sus aliados están deseando que ocurra. Vox busca mirarse en el espejo de Donald Trump, que hace tan solo unas semanas ganó en las elecciones presidenciales de Estados Unidos. En Génova remarcan siempre que el sistema electoral español dificulta que los de Abascal se impongan sobre la derecha clásica, pese a que sí o han conseguido muchos de sus homólogos internacionales, desde Georgia Meloni en Italia a Viktor Orbán en Hungría. Esto es, fagocitar el espacio político y electoral conservador de tintes liberales. Ante una ultraderecha que crece en todo Occidente, Abascal se ha abierto a apoyar la moción de censura propuesta por Feijóo el jueves, siempre que eso implique la convocatoria inmediata de elecciones generales. Un movimiento que el PP no parece contemplar y que estaría a expensas del apoyo de alguno de los socios del Gobierno.
La estrategia fallida de un PP atado a la ultraderecha
El CIS también arroja datos interesantes sobre el liderazgo del presidente del PP. La estimación es la más baja de toda la serie histórica desde que Feijóo es su presidente y candidato, 31,8% —hace solo seis meses era de 37,7%— lo que se traduce en un millón y medio de potenciales votos perdidos. A la pregunta "de los principales líderes políticos, ¿quién preferiría que fuera presidente de gobierno?" Feijóo (8,6%) queda muy lejos de Pedro Sánchez (22,1%), pero es que además Santiago Abascal, recientemente elegido presidente de Patriotas, el grupo de Orbán y la francesa Marine Le Pen, va camino de sorpasarle (6,9%), una circunstancia que ya sucede entre los menores de 35 años (28%) donde prácticamente cuatriplica al líder gallego (8%).
El analista político Eduardo Bayón, que acaba de publicar Lucha de tribus. Mitos y verdades de la batalla política y la radicalización identitaria entre la izquierda y la derecha, considera que el PP ha sembrado "un escenario de deslegitimación del adversario" desde hace años al referirse a Sánchez con calificativos como "golpista, felón o ilegítimo". Una "estrategia de crispación que ya se vio también en la pandemia" y que a Bayón le recuerda a "la primera legislatura de Zapatero". Con todo, considera que el escenario actual es "más grave" porque el PP compite en el flanco derecho con Vox y Alvise. "Esa estrategia no es lo mismo que hacerla en un contexto bipartidista como el de 2004 que veinte años después", señala, ya que Feijóo "se ha visto arrastrado" por esas posiciones "más beligerantes".
Bayón señala que el PP ha atado su destino al de la ultraderecha. "Pactar con Vox le ha impedido llegar a acuerdos con partidos con los que sí era posible el entendimiento en el pasado, como por ejemplo el PNV. Esa estrategia de querer arrinconar a Vox para absorber buena parte de ese electorado no ha funcionado, porque Vox no ha caído por debajo del 10% y ahora se está beneficiando de la desafección política con discursos que hemos visto bastante predominantes en medios de comunicación y que a menudo se escuchan en la calle", expone. El politólogo identifica que hay discurso que se está volviendo "hegemónico" que acusa a los políticos, en general, de "ser malos gestores" y de "estar alejados de la ciudadanía" con el que no se relaciona a Vox pese a participar en el sistema.
El fiasco de Bruselas y el desafío permanente de Mazón desnudan el liderazgo de Feijóo en el PP
Ver más
"Están creando ese escenario. Y el PP ahí va a sufrir, por mucho que no lo vean o se radicalicen", añade Bayón. En ese sentido considera que la amenaza de Vox "aunque no es para sustituirles o sobrepasarles, les condiciona y contagia de forma continua porque la ultraderecha es más cool, punk, rebelde..." y traza un símil con la gestión del expresidente Mariano Rajoy con el desafío independentista catalán. "Le pasó factura porque gente lo consideró blando y se fue a Vox, ahora podría ocurrir lo mismo", analiza. Es más, algunos referentes de la derecha mediática como el director de Esradio, Federico Jiménez Losantos, dirigieron esa crítica hacia Feijóo en una entrevista reciente, en la que le cuestionó por el supuesto "giro social" del PP en materia de derechos laborales y conciliación.
La abstención, otro síntoma de la crisis institucional
Otro síntoma de la crisis institucional que vivimos es el aumento de la abstención, pese a los elevados índices de polarización existente. Si comparamos los resultados de este barómetro con los de mes de octubre los españoles que manifiestan que irían a votar “con total seguridad” en caso de elecciones generales vuelve a bajar, hasta situarse en el 65%, casi dos puntos por debajo de la participación en los últimos comicios y once respecto a los de abril de 2019.
Una abstención que se suele reflejar más en las clases trabajadoras. Los ciudadanos con más recursos económicos –mayores ingresos, mayor estatus socioeconómico, con trabajo– y con más nivel educativo son más propensos a votar, ya que disponen de una mayor disponibilidad de tiempo, dinero y capital cognitivo para implicarse", como explica un informe de la Fundación Alternativas. Las cifras de ciudadanos que se mantienen fuera del sistema, que votan nulo o que lo hacen en blanco no son nada despreciables y podrían crecer en los próximos comicios.