En la era de los avances sociales y tecnológicos, la queja tiene más cabida que nunca. Mientras que las sociedades occidentales son testigos de mejoras materiales, sanitarias o de derechos, el malestar social sigue presente. Esto ejemplifica el contraste entre quien celebra todo progreso y mejora, frente a quien sigue viendo cómo los motivos para la queja siguen pesando más.
Aunque hayamos conseguido mejorar la calidad de vida, sacar a millones de personas de la pobreza o conectarnos como nunca, estos mismos avances han dado lugar a nuevas fuentes de malestar. El progreso a menudo conlleva contradicciones, por ello es sencillo que nos veamos reflejados en esta dualidad. Las posturas de Remedios Zafra y Javier Gomá representan esta dicotomía a la perfección.
Mientras que la escritora, profesora universitaria e investigadora del Instituto de Filosofía del CSIC trata de evitar que sus posturas sean calificadas de pesimistas, el filósofo y escritor rehúye del término optimista. Estos autores, a través de sus múltiples obras y ensayos, hacen reflexionar sobre si realmente es justificable la queja, o si, por el contrario, nuestro malestar no tiene justificación si comparamos nuestras condiciones de vida con la de otras sociedades del presente o del pasado.
Progreso y malestar en democracia
Javier Gomá está seguro de que “es muy fácil demostrar el progreso material, y sobre todo moral” que hemos vivido. Esto nos hace vivir en el “mejor de los mundos que hemos habitado” a lo largo de la historia. El filósofo está seguro de que la democracia liberal de las sociedades contemporáneas es hasta ahora el mejor momento vivido. Para aquellas personas que recelan de esta afirmación, Gomá lanza una pregunta: “¿Si ignoras qué posición vas a ocupar, en qué época de la historia te gustaría vivir?”.
Con esto trata de demostrar que la respuesta a esta pregunta será siempre “hoy” o en la actualidad. Y es que el filósofo recuerda cómo en cualquier otra época la dignidad de las mujeres, los pobres, los enfermos, los parados, los ancianos… eran “pisoteadas por los poderosos”. Javier Gomá resumía durante una conversación con Remedios Zafra en el Festival de las ideas: “Todas las épocas son esencialmente imperfectas con el matiz de que la nuestra es la menos imperfecta de todas. No vivimos en el mejor de los mundos posibles, pero si en el mejor momento de la historia”.
Zafra reconoce las mejoras y avances que han experimentado las sociedades occidentales contemporáneas, pero con matices. Cuestiona que la democracia liberal que celebra Gomá sea la mejor de las democracias, ya que es capaz de girar rápidamente a autocracia cuando se sostiene “en dos de las categorías que más han entrado en escena en la sociedad conectada: la aceleración y el exceso”. Zafra explica cómo aspectos positivos como puede ser “tener más voces o mayor acceso a la información”, en exceso puede usarse en “estrategias malignas”.
La escritora está segura de que “la queja es muy positiva y forma parte de algo esencial en las sociedades contemporáneas”; considera que es clave para el cambio “decir las cosas que creemos mejorables”. Zafra sostiene: “Hay motivos para la queja y el malestar, hay que romper con aquello que nos haga no luchar con mejorar”. La queja debe ir acompañada de una voluntad de transformar aquello que nos está haciendo mal.
La paradoja del progreso
A pesar de la visión tan positiva de la actualidad que sostiene Gomá, reconoce que el malestar es inherente a la modernidad, donde también estamos marcados por el desazón, el aburrimiento, el enfado… Y es en parte por este progreso por lo que estamos enfadados según el filósofo.
Entre los avances de los que hemos sido testigos está el progreso moral. Colectivos y grupos de personas que durante años carecían de reconocimiento, hoy son valorados con la dignidad que merecen. Es el ejemplo de las mujeres o los inmigrantes, quienes durante siglos han visto sus dignidades pisoteadas. Antes, sus derechos eran ignorados, pero ahora, al ser tratados como iguales, cualquier falta a su dignidad, aunque sea menor en número, nos afecta y enfurece más.
“Ninguna conquista humana es para siempre”, pero cree que hay que celebrar el progreso y ser conscientes de que, aunque algunos jóvenes actualmente no puedan acceder a una vivienda, “han tenido educación pública, sanidad pública o una esperanza de vida” superior a las de otras épocas. Anima a no acercarnos demasiado en el análisis, sino tener una visión general: “Si te acercas mucho a Las Meninas ves manchas, es cuando tienes perspectiva cuando ves una obra maestra”. Además, recuerda que “el progreso trasciende una vida humana”.
Remedios Zafra, por su parte, enfoca sus reflexiones en aquellos pequeños grupos sociales que, a diferencia del resto de la sociedad, actualmente atraviesan dificultades o llevan vidas difíciles, sin beneficiarse por completo del progreso o los avances que otros disfrutan. Este malestar de la sociedad contemporánea es más complejo y se ve incrementado en ocasiones por los propios avances tecnológicos y científicos, según la escritora. Es el caso de las nuevas tecnologías y la conectividad. “El impacto que generan estos avances en lo social son de todo calibre”, y mientras que pueden ser muy positivos, puedes ser también fuentes de malestar. A través de las pantallas se hipervisibilizan las vidas ajenas y permite que las personas establezcan comparaciones con los otros.
En conversación con infoLibre, la ensayista señala: “Especialmente me parece que están teniendo gran protagonismo como amplificadoras del malestar que no nace de un proceso de dolor acompañado de argumento y crítica reflexiva, sino del que se convierte en algo incendiario como un exabrupto, alentado por la mecha afectiva de las redes. Es decir, este último puede apoyarse fácilmente en el prejuicio y en la activación rápida y emotiva que generan las voces más altas que se manejan bien bajo lógicas de audiencias y visibilidad en Internet”.
Vivimos la paradoja de encontrarnos en uno de los mejores momentos científicos acompañados de determinados logros sociales, pero esto, según la escritora, “va unido a un momento de sofisticación y complejidad que nos hace vivir el riesgo de que la caída sea mayor, que la bomba mate a más gente, que la amenaza que antes era local ahora sea planetaria…”.
Remedios Zafra señala que, en la actualidad, las masacres y guerras están mucho más presentes en nuestras vidas debido a la constante exposición mediática. Antes, solo se hablaba de los conflictos cercanos y la televisión mostraba imágenes de manera puntual, pero ahora resulta difícil evitar el bombardeo constante de información y distanciarnos emocionalmente de esas tragedias. Además, comenta que, junto a estas desgracias, también se nos proyectan los éxitos de personas y empresas, que “promueven la exhibición de logros y la exposición pública de sus bondades”. Zafra destaca que, a diferencia de épocas anteriores, donde las culturas protegían la intimidad, en la actualidad se promueve cada vez más su visibilización.
¿Elegir bando?
Aunque parezca que estos son dos polos opuestos entre los que hay que elegir, el filósofo Javier Moscoso reivindica y celebra la discrepancia. El director de contenidos del Festival de las Ideas, donde se ha reflexionado sobre la cultura de la queja, ha buscado con estos encuentros no dar respuestas cerradas, sino abrir la posibilidad a más preguntas: “La idea es más bien reivindicar el pensamiento colectivo, la inteligencia polifónica”.
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Javier Gomá, en conversación con infoLibre, cree que sus argumentos son compatibles con los de Remedios Zafra: “El sistema en el que vivimos es un sistema imperfecto, con errores, limitaciones y defectos, lo único que defiendo es que es el menos imperfecto de la historia”. Por su parte, Zafra señala cómo “frente a las lógicas bélicas que predominan en el mundo donde unos buscan imponerse sobre otros, me parece que el pensamiento se enriquece con la diferencia. A menudo las discrepancias vienen de mirar las cosas desde distintos ángulos o de emplear diferentes códigos para analizar el mundo, y cuando esto es contextualizado las afinidades y puntos de encuentro se matizan y enriquecen”. Leyendo sus trabajos, donde ambos tienen enfoques y códigos diferentes, los dos encuentran numerosas coincidencias.
Reflexionar sobre esta dualidad ha sido uno de los objetivos del Festival de las Ideas. Este festival, organizado por el Círculo de Bellas Artes y La Fábrica, ha buscado llevar la filosofía y el pensamiento a la calle, “invitando a la reflexión, la escucha y la discusión común”. Javier Moscoso, director de contenidos, lo ha descrito como “una celebración de las ideas y la capacidad de pensamiento de problemas que son de todos”.
En esta línea, Zafra reivindica el papel de la filosofía en este contexto de malestar contemporáneo: “La filosofía no esquiva el pensamiento complejo, es más lo convierte en su objeto de trabajo y esto me parece importante. Hoy más que nunca los ritmos de vida nos animan a pasar más superficialmente por las cosas y muchos prefieren preguntar a la máquina antes que hacerse la pregunta a sí mismo. Creo que el pensamiento más lento, más profundo, es necesario especialmente en un contexto donde la impaciencia y la celeridad están manejadas por botones y ansiolíticos que en unos y otros casos sacian deseos y rebajan lo que perturba. Reivindicar y celebrar el pensamiento propio, el ‘atreverse a pensar’, es algo poderoso, pero lo es aún más practicarlo en nuestras vidas”.
En la era de los avances sociales y tecnológicos, la queja tiene más cabida que nunca. Mientras que las sociedades occidentales son testigos de mejoras materiales, sanitarias o de derechos, el malestar social sigue presente. Esto ejemplifica el contraste entre quien celebra todo progreso y mejora, frente a quien sigue viendo cómo los motivos para la queja siguen pesando más.