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Las derrotas que no siempre asumimos

Decía mi abuela que, el que no tiene nada que hacer, con el rabo caza moscas. Era su adaptación particular del clásico "cuando el diablo no tiene qué hacer, con el rabo mata moscas", es decir, que cuando no tienes ninguna ocupación, dedicas el tiempo a cosas inútiles.

Debía ser mi caso hace unos días cuando, deambulando por Twitter, tuiteé estas preguntas: Aunque os avergüence reconocerlo, ¿qué libro reputado no habíais leído hasta ahora? ¿Por qué? ¿Aprovecharéis la cuarentena para recuperar ese libro perdido? Mi capacidad de convocaTUITora es limitada, pero hubo quien se animó...

Marian no pudo con Memorias de Adriano, de Marguerite Yourcenar; a Atilabeltza se le atragantó Historia de Roma de Indro Montanelli; Esther se rindió ante El otoño del patriarca, de García Márquez; Mónica flaqueó en su lucha con El Quijote cervantino; Myriam y Manolismo no entraron en el juego que Cortázar nos propone en Rayuela; y José abandonó a Ulises, lo miso que Guillermo: "Y no, ni siquiera el coronavirus me llevará a intentarlo por cuarta vez".

Guillermo es Guillermo Galván, escritor, y no es el único incapaz de recorrer completa la obra magna de Joyce. Su entrada al trapo me hizo pensar que quizá podría trasladar la pregunta a otros escritores, en la esperanza de que confesaran sus omisiones lectoras y nos dijeran si pensaban utilizar el paréntesis para redimirse, y la referencia joyceana se repitió.

"No he conseguido leer el Ulises de James Joyce ―coincidió María Pilar Queralt del Hierro)― y no, no lo recuperaré ahora porque lo he intentado varias veces y se me hace muuuy cuesta arriba". Tanto como a Raquel Martos, que "entre unas cosas y otras" nunca ha encontrado el momento oportuno... "No lo descarto ―dice―, he leído tanto sobre los que no han podido con ello que, en el fondo, siempre sentí el deseo de intentar el reto. Ahora que estamos afrontando el mayor reto colectivo de nuestro tiempo, igual es el momento."

En cambio, Juan Gómez Jurado sí lo consiguió, pero a qué precio: acabó tan cansado que no se atrevió a adentrarse en las páginas de Retrato de un artista adolescente.

El hidalgo será ingenioso, pero...

Cada nueva respuesta demostraba la solidez de las pistas proporcionadas por los tuiteros. Rayuela es otro hueso. Rayuela "No lo he leído ―declara Jordi Solé―, y casi me da vergüenza reconocerlo". Como tantos, tiene amigos que veneran a Cortázar, que insisten en que hay que leerlo de rodillas, pero él… "Yo nunca he terminado de entrar en su mundo. Me leí en su día unos cuantos libros de relatos suyos y, reconociéndole la maestría, conecto mucho más con otros autores. O sea que me temo que seguirá en lista de espera. ¡A ver si cuando me jubile!"

Quizá más sorprendente sea enterarse de que hay escritores españoles que no han leído, y lo reconocen sin empacho, El QuijoteEl Quijote. "He intentado leerlo un par de veces, pero no ha habido forma", concede Alejandro Palomas. "¿Recuperarlo? ¿Durante un confinamiento? ¡Pero si se trata de contribuir a no colapsar los hospitales!" Y también Santiago Lorenzo admite problemas con la obra cervantina, en concreto, con su segunda parte, "no sé por qué. Llevo 359 páginas. No pienso enfermar hasta no liquidar las 165 restantes". Una afirmación que le da qué pensar… "Si me dejo una línea o dos, me quedo sano para siempre". Es una idea.

Venimos, pues, a descubrir que los clásicos obligatorios generan cierta resistencia, aunque a veces, ese rechazo tiene poco que ver con el gusto personal. Manuel Vilas dice que nunca ha leído La BibliaLa Biblia "porque nunca he sabido dónde comprarla. Nunca he sabido en qué librería se compra ese libro. Lo doy por perdido. Me leo mejor unos poemas de Jaime Gil de Biedma". Inma Chacón, sin embargo, aun sabiendo dónde adquirirlo, jamás se hizo con un ejemplar de La divina comedia, "nunca se me había ocurrido comprar el libro y en mi casa no había un ejemplar, ni en la de mi madre cuando yo vivía allí. Es decir, no he leído La divina comedia por dejadezLa divina comedia. Seguramente, mi dejadez se debía a que pensaba que me aburriría". He escrito "jamás" y no es del todo cierto porque, el pasado verano, compró en Chile una edición preciosa, y empezó a leerlo en el avión de vuelta a España. "Al llegar, perdí el ejemplar. Probablemente lo dejé en el avión. Me estaba fascinado, o sea que tengo que volver a comprarlo."

Lo que Carlos Velázquez nunca ha leído es La montaña mágica. "Y no me avergüenza un poco, me avergüenza mucho". Tanto, que se pregunta por qué no lo ha hecho, toda vez que sí leyó Doktor Faustus y se convirtió en uno de sus libros favoritos. "Supongo que los libros, como muchos otros pendientes de la vida, se traspapelan. Se van a un archivo imaginario de las derrotas que no asumimos. Esa necedad lectora de abarcarlo todo, de no aceptar que algo escape de nuestra voracidad. Pero creo que esa no asumida renuncia forma parte del hábito de la lectura". Ahora mismo no está en su lista de pendientes, pero se niega a darlo por perdido. "Un lector no debe dar por perdido nunca un libro."

No parece que esta sea una posición compartida, algunos de los convocados admiten que ciertos libros estarán siempre en la columna del debe. Susana Rodríguez Lezaun no ha leído El principito, "no fue lectura obligatoria en mi colegio e instituto, y después tenía tantas cosas que leer que nunca encontré el momento de hacerle un hueco. Y no, no tengo intención de hacérselo ahora, al menos de momento. La lista de lecturas pendientes es tan larga, y crece cada día, que prefiero seguir adelante y no mirar atrás. Creo que, para mí, El principito siempre será una cuenta pendiente".

En casa de Rafael Reig, la lectura obligada era El último mohicano, de James Fenimore Cooper, "era el libro que siempre nos recomendaba leer mi padre a todos los hermanos. Ninguno hemos pasado jamás de la página 10. No, esta cuarentena no, pero estoy deseando leerlo. Mi cuarentena ya quedó atrás y espero no leerlo en mi cincuentena, no antes de los ochenta años, porque sospecho que será el último libro que lea en mi vida, así que no corre prisa".

Víctor Amela no partió nunca En busca del tiempo perdido, de Marcel Proust. Se justifica diciendo que fantaseó en su juventud con leerla en francés, "y ya me fui liando y posponiendo. Con lo mucho que se me ha oxidado el francés que tenía, necesito una cuarentena más larga... Bueno, va, no: mañana me pongo a leer En busca del tiempo perdido en castellano, pues no sé si me veré en otra así"En busca del tiempo perdido.

Uy, si fuera sólo una obra... 

Algunos de nuestros interlocutores confiesan no ya haber pasado por encima, o al lado, de un clásico, sino de la obra completa de un autor.

¿Resistiré, para seguir vendiendo?

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Vicente Luis Mora no ha leído todavía, y lo lamenta muchísimo, ningún libro de Clarice Lispector. "Me gustaría mucho aprovechar esta tremenda cuarentena para solventar el baldón, pero no tengo libros de ella en casa y las librerías y bibliotecas están cerradas. Así que la afrenta seguirá perpetrándose aún durante un tiempo". Y Almudena Solana, que está en cuarentena, como todos, pero ella en Los Angeles, no ha leído nada de Isaac Bashevis Singer, "ni siquiera sus cuentos, que adivino maravillosos. Por coincidencias de la vida he recibido información de mi ADN y, no imaginaría que tengo ascendencia judía Ahskenazi proveniente de la zona de Polonia. Será algo romántico o ilusorio por mi parte, pero, a sus virtudes literarias (hasta ahora desconocidas para mi) sumo, no solo la curiosidad intelectual sino también la personal".

Pero tampoco hay que ponerse estupendo. Como dice Luisgé Martín, siempre hay libros pendientes, "muchísimos, y creo que ya ni siquiera me avergüenza, solo me abruma. Algunos de los que no he leído, los doy por perdidos definitivamente, ya no tengo el feeling. Y de los que aún conservo las ganas, podría citar Moby Dick, el eterno pendiente". Cosa distinta es que aproveche la cuarentena para recuperarlo "salvo que sea muy muy larga. Quiero ponerme al día de otras lecturas, no sólo más recientes sino también más breves, porque creo que no tendré estos días la paciencia suficiente para encerrarme en el vientre de una ballena tan larga. Pero tampoco lo descarto".

Tiempo y paciencia, porque a veces el curso de la historia nos brinda una no deseada, quizá también no deseable, segunda oportunidad. Cuenta Miquel Silvestre que él se atascó con Historia de las religiones de Giovanni Filoramo Historia de las religionesporque, aunque le hacía falta para preparar su documental de viajes por Mesopotamia, "se me hacían indigeribles las interminables listas de deidades sumerias". Lo curioso es que, ahora, puede ver la línea que une esa lectura perdida y este tiempo del coronavirus: "En esto estamos, en evadirnos del Apocalipsis zombi leyendo sobre el diluvio universal que ya recogían los textos acadios, asirios y babilonios".

Decía mi abuela que, el que no tiene nada que hacer, con el rabo caza moscas. Era su adaptación particular del clásico "cuando el diablo no tiene qué hacer, con el rabo mata moscas", es decir, que cuando no tienes ninguna ocupación, dedicas el tiempo a cosas inútiles.

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