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Lo que enseñó Camus al periodismo de hoy
Filósofo, ensayista, dramaturgo, novelista. Se conoce al Albert Camus de El extranjero, de Los justos, al pensador comprometido con el problema de la violencia y la revolución, al Premio Nobel de 1957. Pero "su época más cercana a la gente fue cuando ejerció el oficio más hermoso del mundo". Así lo recordaba este miércoles Antonio Rubio, reportero de investigación, en la presentación de Albert Camus, periodista (Libros.com), un ensayo de María Santos-Sainz sobre la faceta menos célebre del escritor.
Edwy Plenel, director del medio digital francés Mediapart, socio editorial de infoLibre, no dudaba en decir que este "trabajo riguroso" sobre la obra de Camus, posible gracias a un proceso de micromecenazgo abierto por la editorial, "no tiene equivalente en lengua francesa". Plenel, autor también del prólogo, señalaba que el trabajo de Camus como director del periódico Combat tras la Segunda Guerra Mundial impuso ya "los principios" que necesita el periodismo: "Cómo nuestro adversario es la corrupción del periodismo por el mundo de las finanzas, cómo nuestro deber es elevar al país elevando el lenguaje, cómo nuestro oficio tiene una exigencia moral en el corazón de la vida democrática".
La presentación, que contaba con Jesús Maraña, director editorial de infoLibre, y con la propia autora, además de Rubio (también director de la colección Investigación de libros.com) y Plenel, no fue una lección de historia. "Camus no ha envejecido ni un ápice", defendía Santos-Sainz, "y la su lectura, al menos en este libro, es absolutamente actual". Albert Camus, periodista pretende ser un "manual para los jóvenes periodistas". El propio Camus comenzó muy pronto en el oficio, a los 25 años, cuando ejerció como reportero "exhaustivo y riguroso", primero en el campo de los sucesos y luego centrado en las desigualdades sociales y la explotación laboral.
"Si estuviera hoy al frente de un medio", aventuraba Rubio, "haría periodismo de investigación y denuncia social". Ambos periodistas señalaban que el ejemplo que ofrece Camus es el de un compromiso con el propio oficio. Y no solo como redactor de campo en su Argelia natal, como periodista de sucesos y como reportero de investigación. También como editorialista, un campo en el que demostró que "la otra pierna sobre la que debe caminar el periodista es acudir a la cita de su época", en palabras de Plenel. Algo que cumplió, por ejemplo, oponiéndose a la corriente dominante en un artículo publicado tras la bomba de Hiroshima, mientras otros periodistas celebraban el final de la guerra: "Fue el único en elevarse para señalar que la civilización que había producido el fascismo, para combatirlo utilizaba un arma que enseñaba el último grado de salvajismo de la civilización técnica".
Edwy Plenel, Jesús Maraña y Luis García Montero conversan sobre Albert Camus en el Instituto Cervantes de París
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El mundo en el que desarrolló su oficio Camus está hoy moribundo, y el que le sucederá no ha nacido todavía, como defendía el director de Mediapart —denunciando, de paso, los "monstruos" que crecen entre ambos—. Jesús Maraña señalaba que, sin embargo, los principios que destiló hace ochenta años siguen "absolutamente vigentes". No solo los cuatro "mandamientos del periodista libre", que Camus resumía en "lucidez, desobediencia, ironía y obstinación". También en sus respuestas a distintos males que ya empezaban a acosar a la prensa de los cincuenta y que la de 2016 aún no ha resuelto.
Jesús Maraña se declaraba sorprendido por que Camus abordara ya la necesidad de "no informar primero, sino mejor", que declarara "la guerra a la banalidad" o que preconizara la independencia económica de la prensa. Además de estos temas nada anacrónicos, abordó otros aparentemente atemporales, entre los que Maraña señalaba el respeto absoluto a los lectores, la necesidad de mantener una "autocrítica permanente" y una buena dosis de "humildad"; la obligación del periodista hacia "la calidad del lenguaje" y la exactitud de los datos; y el rechazo a todo dogmatismo manteniendo, sin embargo, un "periodismo de ideas", que definía como uno "independiente" pero "comprometido".
Varios asistentes señalaron lo descorazonador de que, ocho décadas más tarde, no solo el oficio no haya superado los males que temía y combatía Camus, sino que algunos de ellos se hayan agravado. Plenel citaba un fragmento poco esperanzador del discurso de Camus en la recepción del Nobel: "Cada generación se cree destinada a rehacer el mundo. La mía sabe, sin embargo, que no lo rehará, pero su tarea es quizás mayor. Consiste en evitar que el mundo se deshaga". Una asistente preguntó, de hecho, si el periodismo resistirá ese derrumbe del que hablaba el escritor. Ninguno de los presentes en la mesa se arriesgó a responder. Pero todos aseguraron que seguirán dando la batalla.