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FILOSOFÍA

Escohotado: “Que la justicia sea tener todos lo mismo es incompatible con la realidad”

El ensayista Antonio Escohotado.

En un ímprobo esfuerzo que roza los tres lustros, el jurista y filósofo Antonio Escohotado se encuentra redactando una historia del comunismo que no se parece a otras historias del comunismo. Primero porque no reduce el concepto a su acepción marxista, sino que echa la vista atrás hasta los albores del cristianismo. También porque no se limita a recopilar las evoluciones del pensamiento y la acción meramente políticos.

Influido por el relativismo de Einstein, su aproximación engloba los elementos sociológicos, económicos, culturales y biográficos que rodean a los hechos documentados que describe y analiza. Planteado en sentido cronológico, su extenso ensayo Los enemigos del comercio. Una historia moral de la propiedad (Espasa), que se presenta como trilogía, ve ahora publicado su segundo tomo, que comprende el periodo desde la Revolución Francesa a la Bolchevique.

“La tesis de que la propiedad es un robo, y el comercio su instrumento, se mantiene perfectamente invariable a lo largo de 2.000 años”, explica Escohotado, que señala que el tercer volumen, que escribe ahora, abarcará hasta la época actual. “No voy a dejar en el tintero al subcomandante Marcos o Chávez, otra cosa es que les preste la misma atención que he prestado a Marx (a quien dedica cien páginas en esta entrega, la central) o Bakunin”. El ideario comunista, relata el ensayista en su trabajo, no aparece hasta los esenios, una secta judía

, y cobra notoriedad a través de los Evangelios, cuyo protagonista, Jesús, bendice en primer término al “pobre de espíritu”, prometiendo que los últimos serán los primeros. El cristianismo aportará al Imperio romano la resignación necesaria para soportar su decadencia económica, inseparable a su vez de ser una sociedad esclavista, donde las profesiones libres (y la maestría en cada oficio) desaparecen ante la competencia desleal de una mano de obra no remunerada.

Observa Escohotado (Madrid, 1941) que el comunismo evangélico brota durante la única época próspera del Imperio, en tiempos de Augusto; que el comunismo medieval y renacentista coincide con el advenimiento de la sociedad comercial, y el comunismo llamado científico coincide con la revolución industrial, que multiplica espectacularmente la capacidad adquisitiva. "¿No convendría dejar de pensar que mana de la depauperación?", señala. “Desde sus orígenes concretos, que están en Owen y Saint-Simon, el socialismo no ha dejado de intentar adaptar su programa a medios cambiantes,como un termostato. El comunismo no ha modificado una coma desde hace dos milenios, como un reloj, y llama oportunista a quien pretenda matizar o aplazar su rechazo de la propiedad privada y el comercio".

“Esa idea fija” del comunismo,

afirma el ensayista, “determina que, sin despecho de apoyarse en un deseo tan perdurable como poner último al primero, el sistema solo haya logrado triunfar paradójicamente, a través de alguna dictadura que además de pisotear los derechos civiles nunca se acerca al desempeño económico de países desarrollados. La grieta interna tiene entre otras manifestaciones externas de su paradoja un recurso físico a las barricadas, que garantiza perder”.

Según Escohotado, “hasta Trotsky, que cambió las tornas, todas las rebeliones comunistas se conformaron con atrincherarse, cuando su ventaja numérica y el factor sorpresa mandaban seguir avanzando para consolidar la ventaja”. Como historiador, él asegura probar estas tesis, si bien no aventura los desarrollos futuros del movimiento, nuevamente en boga con los resurgidos flujos contestatarios, como el 15M, que propugnan una vuelta a lo común. “La historia nunca se repite textualmente. Lo necio de lanzarse a hacer profecías es ignorar que la realidad va haciéndose a sí misma en cada momento, como el clima, las cotizaciones bursátiles o el estado anímico”.

Aunque no se compromete a situar a la propiedad como fundamento primero del orden social, sí la señala como principio de libertad. “Con la propiedad llega la libertad en sentido político, que sanciona la libertad sustancial aparejada a casarse o no, permanecer o emigrar, dedicarse a eso o aquello”, indica. “Las garantías jurídicas empiezan a codificarse cuando la posesión se transforma en propiedad transmisible”. Que tal coyuntura impida a todos poseer lo mismo no es para él injusticia, sino realismo.

“Que la justicia guarde alguna relación con tener todos lo mismo no solo es una tesis arbitraria sino incompatible con la realidad

, aquí y en la URSS o Cuba, y equivale a exigir que las órbitas planetarias cambien porque un iluminado lo decidió. Dos dedos de frente bastan para admitir que la realidad trasciende en general nuestra voluntad, nuestros sueños, nuestros ideales y nuestras fantasías. Solo el trabajo, que Hegel llamaba paciencia de lo negativo, permite transformar el mundo sin trampa ni cartón. Pelearnos con la realidad es siempre pésimo, pues despilfarra energía sin contraprestación”.

Similar empresa de irrealidad acometió Karl Marx, reconocido ideólogo del comunismo. Además de apuntalar la ya extendida tesis de que el grueso del trabajo intelectual del comunismo fue realizado por su colaborador, el filósofo Friedrich Engels, Escohotado asegura que el catálogo de conceptos descritos por Marx tiene como base errores de hecho y de concepto. “Me parece una suma de incoherencias derivadas de pretender que la filosofía ya no debe interpretar el mundo sino transformarlo, entendiendo por ello que se ahorme a su criterio, un punto de partida del cual solo puede seguirse un sistema que manipula los datos en vez de guiarse por ellos ”.

“Su principal punto ciego", prosigue, "es la generación de instituciones –la sintaxis, el dinero, la familia, la ciencia, el derecho, la división del trabajo-, porque resultan ser obra humana pero no fruto de algún designio subjetivo, y él fantasea con una realidad compuesta a golpes de decreto. Como el maniqueo, su cosmogonía está llena de lances dinámicos, pero coagula lo bueno y lo malo en términos infantiles: esto lo pongo, esto lo quito…”.

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En el lado opuesto a la libertad se coloca, de acuerdo con el autor de la célebre Historia general de las drogas, la pica por la seguridad que han plantado gobiernos comunistas como los de Corea del Norte o Cuba. “Allí donde una constitución reconoce la libertad como valor político supremo atestigua su respeto por una justicia sostenible”, afirma. “Tan pronto como el valor político supremo descanse en otra cosa -la seguridad, la igualdad, la propia justicia- el ciudadano resulta obligado a retroceder hacia su abyecta condición de súbdito. La única ventaja inherente a ese retroceso es canonizar la pobreza de espíritu, en detrimento de la riqueza espiritual espontánea que resulta de combinar suerte y esfuerzo, pues reino de la libertad y meritocracia son sinónimos”.

Gran estudioso de Hegel y Aristóteles, Escohotado admite la patente influencia del pensador idealista en su obra. “Parte de un capítulo del libro se centra en demostrar que Hegel es realista, y el idealista resulta ser Marx”, apuntilla. “Hegel es el filósofo de la muerte y la finitud, Marx el del paraíso perdido que se recobra a través de una dictadura”. Lo mismo que el alemán, afirma ser un pensador férreamente realista. Uno que, además, acomete sus análisis y reflexiones desde la multidimensional perspectiva del relativismo.

“El gran descubrimiento de Einstein suele malinterpretarse alegando que todo es relativo. La realidad tiene efectivamente infinitas perspectivas, pero el hallazgo einsteiniano es comprobar que desde cada una de ellas cualquier observador verá lo mismo. Compare esto con pretender, como Newton y Marx, entre otros, que la realidad solo es multifacética aparentemente, y en vez de estudiarla a través de observaciones múltiples debemos confiar en la verdad inmutable atesorada por una sola perspectiva”.

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