Arte

Una exposición de exposiciones

Sala de Isabel II, en el Museo del PRado (1875-1877).

Imagine un cuadro colgado, junto a un buen puñado de otros lienzos semejantes, en una larga galería (al modo del Louvre, por ejemplo). Ahora imagine ese mismo cuadro en un espacio oscuro, solo iluminado por un pequeño led (como suelen mostrarse Los Caprichos de Goya o los pasteles de Toulouse-Lautrec). Ahora imagínelo reinando en una sala amplia, clara, iluminada con luz natural. El cuadro será el mismo, pero quizás no lo parezca. Las formas de montar una exposición se convierten en una parte más del proceso creativo, y dicen mucho del contexto en el que las piezas se producen y admiran. Esto lo tienen claro en el Centro de Arte 2 de Mayo (conocido como CA2M, situado en Móstoles y dependiente de la Comunidad de Madrid), que acaba de lanzar Colección XIII, una muestra que, hasta el 25 de septiembre, explora distintos "dispositivos de exposición" que se han utilizado en varios museos públicos de arte contemporáneo en Madrid. 

Están los extintos Museo de Arte Moderno y el Museo de Arte Contemporáneo, que incluye por primera vez la palabra clave y terminaría transformándose en el Reina Sofía. Pero el primero es el Prado. Sí, porque, como recuerda el comisario de la muestra, Sergio Rubira, cuando se fundó el museo en 1819, "incluía en sus fondos las obras de artistas que todavían estaban vivos, como Francisco de Goya, José de Madrazo o Vicente López". El Prado era también, por tanto, un museo de arte contemporáneo. En la sección de la muestra que, en la primera planta de este edificio inaugurado en 2008, reproduce el estilo utilizado entonces, no cabe un cuadro más. La pared ha sido ocupada por un tetris de pinturas, como sucedía entonces, cuando las "galerías de contemporáneos" trataban de aportar una muestra enciclopédica de una supuesta "escuela española" que vendría a dar cuenta de la especificidad nacional. 

Vista de la primera sala de la muestra Colección XIII, inaugurada en el CA2M. / CA2M

Para construir esta imitación que pretende analizar cómo funcionan hoy aquellas formas expositivas, Rubira ha echado mano de la colección del CA2M (la adquirida por la Comunidad) y la colección de la feria ARCO, que se alimenta con obras nuevas en cada edición y que está depositada en el museo. Para remitir al museo del prado, el comisario ha optado por la movida: "Es un movimiento contracultural acogido por el poder muy rápidamente para representar a la España moderna. De la misma forma, el Prado había nacido para reivindicar una idea de la escuela española", explica. En una pared, formando un colorido caos, se acumulan cuadros de Ceesepe, de Costus, de Nazario, fotografías de Alberto García-Alix y Ouka Leele. 

Con Colección XIII, el museo buscaba una forma de sacar a la luz algunas de las las más de 1.500 obras de la Comunidad y las 300 de la Fundación ARCO. “La colección, sin ofender a Ferran [Barenblit director del centro hasta el pasado verano], no estaba trabajada", critica Rubira, "Así podemos exponer cosas que ahora no se pueden mostrar. Por ejemplo, cómo exponer a [el escultor cubista] Julio González de una forma contemporánea". Fue el nuevo director, Manuel Segade, quien encargó este trabajo sobre "cómo se muestra el arte". Y, aunque las colecciones son heterogéneas —la de la Comunidad está regida por una comisión que varía a lo largo del tiempo, e incluye obras adquiridas por concurso; la de ARCO se circunscribe al catálogo de la feria—, contienen "obras muy bien compradas", de Sol LeWitt a Jorge Oteiza, que pueden lucirse ahora con libertad. 

Salas del Museo de Arte Moderno, s.f. / INSTITUTO DEL PATRIMONIO CULTURAL

Vista de una de las salas de la muestra Colección XIII, en el CA2M. / CA2M

Cuando los cuadros dejan espacio a la danza

Cuando los cuadros dejan espacio a la danza

Ante las reclamaciones de los artistas del momento, que pedían una mayor presencia para su obra, en 1898 se inauguró el Museo de Arte Moderno, situado en el Palacio de Bibliotecas y Museos (actual Biblioteca Nacional). Allí se derivaron las colecciones del Prado a partir de Goya. Colección XIII recoge tres etapas distintas del centro, con particularidades muy curiosas. En la primera, a partir de 1931, el crítico Ricardo Gutiérrez Abascal simplificó la instalación estableciendo una suerte de línea cronológica que subrayaba el progreso a lo largo de la historia del arte español. Tanto empeño tenía el también conocido como Juan de la Encina en establecer aquella línea perfecta, señala el comisario, asombrado, que "se salta el zócalo", superponiendo los lienzos a la madera que protegía la parte inferior de la pared. El CA2M reproduce esa particularidad. 

La II República, en un ejercicio renovador, convocó un proyecto en 1933 para realizar un anteproyecto del nuevo Museo de Arte Moderno. Lo ganó el racionalista Fernando García Mercadal, bajo un modelo que pretendía instaurar en España los elementos que estaban marcando la museografía europea. Nunca llegó a realizarse, pero el CA2M aprovecha para hacer realidad el proyecto reproduciendo algunos metros de su línea depurada y sorprendentemente moderna. Frente a este dispositivo, el instaurado durante el primer franquismo resulta más rancio aún. Sobre las paredes, cortinas blancas "al gusto de la época". En el centro de las instancias, explica Rubira, muebles "palaciegos" frente a el mobiliario anterior, compuesto de mullidos sillones, que apelaba a la "domesticidad". 

La muestra se detiene en el MuseoNnacional de Arte Contemporáneo, inaugurado en 1959, que se transformaría en 1968 en el museo Español de Arte Contemporáneo y este, en 1992, el Museo Reina Sofía. Ahí se acaba la labor de Rubira y empieza la del grupo de trabajo que ocupará, durante el verano, el último espacio de la muestra: una sala de espera y lectura, con dos escritorios repletos de libros sobre arte, como las que se suelen disponer al final de las exposiciones. La misión del colectivo que se forme será evidenciar "de qué manera una determinada forma de construir el museo cambia nuestra percepción" y generar actividades a partir de sus conclusiones. En otras palabras: la sala que cierra la exposición está en las cabezas de quienes piensan en ella. 

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