Este año, la ceremonia de los conciliadores premios Planeta –porque reúne en una misma ceremonia a políticos, intelectuales, empresarios, escritores, faranduleros y periodistas de todo pelaje y condición– ha quedado atrapada en el juego político. Probablemente este domingo, cuando el jurado anuncie el ganador y finalista de esta 66ª edición en una Barcelona plagada de banderas, no compartan mesa y aperitivos políticos de diferente signo y también miembros de la monarquía, como viene siendo la tradición.
José Creuheras, presidente del gigante editorial, no ha querido hablar aún de los asistentes a la gala. Hasta la fecha, desde Planeta sólo han confirmado la presencia de dos políticos: Ana Pastor, presidenta del Congreso, y Santi Vila, conseller de Empresas y Conocimiento de la Generalitat. La asistencia del rey Felipe VI, tras las asperezas que levantó su mensaje el pasado 3 de octubre, ha quedado así en una incógnita hasta la gala de este domingo.
Éste podía haber sido el año en el que se abriera finalmente el melón acerca de los intereses empresariales detrás de los premios concedidos por las editoriales, después de que en febrero de este año el escritor Juan Marsé, que recibió el Planeta en 1978 y ejerció como jurado en 2004, criticase abiertamente la concesión y el sistema de organización de este galardón, uno de los mejor dotados del mundo. Pero el anuncio de los sucesores de Dolores Redondo y Marcos Chicot, ganadora y finalista de la anterior edición, ha quedado ya totalmente empañado por la actualidad política.
Las decisiones empresariales del grupo editorial –que incluye además de la editorial Planeta otros sellos como Crítica, Tusquets, Deusto, Austral, Booket, Edicions 62…. y una participación en el audiovisual a través de Atresmedia– tampoco han servido para calmar el ambiente. El pasado martes el consejo de administración del grupo confirmaba su intención de trasladar el domicilio social a Madrid, una medida simbólica (la intención es mantener los puestos de trabajo y el resto de sedes donde están ahora mismo) que sigue la misma vía que otras empresas como el Banco Sabadell, Gas Natural Fenosa o Caixabank. Tras el anuncio del séptimo sello editorial del mundo, muchos medios barajaron la hipótesis de que esta 66ª edición fuese la última que se celebrase en Barcelona. Creuheras aseguró el sábado que su intención era que el premio siguiese celebrándose en la capital catalana.
Un premio sinónimo de superventas
A la final de esta edición han llegado 10 novelas de las 634 presentadas, una cifra récord en la historia del galardón. De ahí saldrá el ganador del primer premio, dotado con 601.000 euros, y el finalista, 150.250 euros, además de sendos contratos con la editorial. Y ahí comienza, también, a funcionar la maquinaria del Planeta, el marketing y la estrategia de comunicación que ha conseguido vender más de 42 millones de libros con el aval del premio Planeta en su solapa, según los datos que ofrece el propio sello. Sirva como ejemplo la carrera de Dolores Redondo, que aunque ya era una superventas por su Trilogía del Baztán, experimentó un fulgurante éxito tras ganar en la pasada edición con Todo eso te daré. La autora va a ser editada en 19 lenguas, en 40 países y ya suma 17 ediciones de su última obra. Además de Redondo, han recibido este galardón autores como Ana María Matute (1952), Soledad Puértolas (1989), Torcuato Luca de Tena (1961), Ramón J. Sender (1969) o Espido Freire (1999).
El grupo Planeta tiene presencia en más de 15 países (edita en cinco lenguas diferentes) y ha establecido en México la sede editorial para América Latina. Jesús Badenes, director del área de libros del gigante editorial, destacó en la rueda de prensa celebrada el sábado la importancia de la globalización como uno de los retos del sector. "Hasta ahora los libreros eran domésticos; pero empresas como Amazon venden en todos los mercados", señaló. Badenes aprovechó para subrayar "la buena salud" del libro tras las pérdidas sufridas durante los años de crisis. "No obstante, y a pesar de que hasta este septiembre crecimos en torno al 3%, ha habido un retroceso durante las dos primeras semanas de octubre".
Venezuela, territorio literario
Si por algo destacan las novelas finalistas de esta edición es por un predominio del género histórico y el thrillerthriller. Y, también, por una localización: Venezuela. Tres de las 10 obras sitúan toda o parte de la trama en el país suramericano, lo que aumenta las probabilidades de que el galardón pueda recaer en un autor o autora al otro lado del Atlántico, algo que no sucedía desde el Planeta al mexicano Jorge Zepeda en 2014. Del total de obras presentadas, 217 son de autores o autoras latinoamericanas, la mayoría de México y Colombia, por detrás de los españoles: 337.
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El jurado de esta edición está integrado por Alberto Blecua, Fernando Delgado, Juan Eslava Galán, Pere Gimferrer, Carmen Posadas, Rosa Regàs y Emili Rosales, que supuestamente deliberarán el fallo final durante la cena ofrecida por Planeta en la noche del domingo. Según la editorial, el proceso de selección supera un primer filtro donde los equipos de lectura seleccionan 10 obras del total de las presentadas. No obstante, el jurado tiene acceso los informes de lectura y puede solicitar cualquier otra para incluir en la fase final.
Al final de la rueda de prensa de este sábado, donde el jurado y varios de los responsables del sello han ofrecido algunos detalles de esta edición, todavía resonaba la política. Los periodistas han querido saber si alguna de las más de 600 obras presentadas abordaba "el monotema". El escritor y editor Emili Rosales ha respondido que entre las candidatas hay "espacio para todos los géneros", pero que todavía no había llegado "el tema" a la literatura, aunque ya se palpa la expectación.
Este año, la ceremonia de los conciliadores premios Planeta –porque reúne en una misma ceremonia a políticos, intelectuales, empresarios, escritores, faranduleros y periodistas de todo pelaje y condición– ha quedado atrapada en el juego político. Probablemente este domingo, cuando el jurado anuncie el ganador y finalista de esta 66ª edición en una Barcelona plagada de banderas, no compartan mesa y aperitivos políticos de diferente signo y también miembros de la monarquía, como viene siendo la tradición.