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Franco, la historia editorial interminable

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Españoles, Franco se sigue publicando. Andaba yo planteándome escribir sobre este subgénero editorial, muy vivo 45 años después de la muerte (20 de noviembre de 1975) del dictador, cuando llegó a mi buzón electrónico un correo de Ricardo Artola presentándome algunos títulos de su editorial Arzalia, entre ellos, La España austera. Del fin del racionamiento a la muerte de Franco.

Antes de hablar con el autor, José Calvo Poyato, dirigí al editor (que es también historiador) una pregunta que, le dije curándome en salud, no quería que sonara frívola: ¿Es el apellido Franco un buen reclamo comercial?

"Hay dos conceptos distintos: Franco y franquismo ―respondió―. Para contestar de manera sucinta: no creo que ninguno de los dos sean un reclamo comercial, más bien lo contrario". En su opinión, el uso de ambos, pero especialmente del segundo, se confunde con apología, cuando, para él, es clara y exclusivamente descriptivo. "Yo mismo, como editor, lo he padecido con un libro magnífico, que publiqué hace un año, y que a mi juicio no tuvo más éxito porque ya desde los medios (que sois el filtro hacia el gran público) provocó cierta frialdad o rechazo por su título: Tipismo franquista. Y, sin embargo, su autor aborda la cuestión (las tipologías humanas características de aquellas décadas, con gran profusión de imágenes) más bien desde posiciones de izquierda, en ningún caso complacientes con Franco o su régimen".

Artola rememora éxitos editoriales recientes con alguno de esos términos, y le vienen a la cabeza la biografía de Franco por Paul PrestonFranco por Paul Preston (desde posiciones claramente de izquierdas y, por tanto, no sospechosas) o Franquismo S.A. de Antonio Maestre, "que la propia solapa del libro lo presenta como analista crítico y punta de lanza del periodismo de izquierdas en los medios mainstream. Y, a gran distancia, en cuanto a resultado comercial, La incompetencia militar de Franco, que no requiere mucho más comentario porque lleva la tesis en el título".

Conclusión: Franco y franquismo no ayudan a vender a sus posibles partidarios o nostálgicos y, si tienen gancho, es a la inversa, desde posturas claramente críticas o hipercríticas.

Ahora sí, me dirijo a Calvo Poyato, historiador, también novelista, cuyo estudio se centra en cómo algunos de los grandes acontecimientos históricos de los años que analiza: los pactos con los Estados Unidos, el Concordato de 1953, el Plan de Estabilización de 1959… repercutieron en la vida diaria de los españoles, a su vida cotidiana. "Imagínese lo que supuso la llegada de la leche en polvo en muchos lugares de España. Por otro lado, he querido poner de relieve que la dictadura no fue una larga etapa de monolitismo. Hubo cambios muy profundos. No todo fue NO-DO". Y repasa: en los cincuenta el ídolo era Antonio Machín y Dos gardenias para ti; avanzados los sesenta, Los Bravos y Black is Black. Se pasó de las bofetadas por dar un beso a las relaciones prematrimoniales. Tener un cuarto de baño en los cincuenta era casi un imposible para gran parte de los españoles; en los sesenta un signo de modernidad. Los pisos sustituyeron a las casas de vecinos con su influencia en las relaciones y la televisión y el tráfico acabó con los juegos callejeros y los niños en las calles. Se creó una amplia clase media. "Eso sí, la política la marcaron las distintas familias del régimen. Ahí hubo pocos cambios".

La leyenda del dictador austero

Tampoco cambió mucho en el largo túnel de la dictadura la voracidad de la familia, a cuyos tejemanejes dedica Maestre el libro antes citado y que también ha estudiado en profundidad Mariano Sánchez Soler.

Historiador y periodista, Sánchez Soler trabajaba en la revista Tiempo cuando murió Carmen Polo (1988) y su director, Pepe Oneto, le encargó un reportaje sobre los Franco. "Para mi sorpresa, apenas había documentación; nadie había investigado sobre la familia del dictador después de 1975, ni periodistas ni historiadores. Tuve que empezar casi desde el principio: registros mercantiles y de la propiedad inmobiliaria, directorios de consejeros y empresas, anuarios de bancos como el Central. Para contextualizar los hechos, busqué en libros de memorias del entorno de Franco, en algunas publicaciones de los años 70, incluso en las revistas del corazón". La investigación le llevó a publicar cinco reportajes y a conseguir documentación y datos suficientes para un libro, Villaverde, fortuna y caída de la casa Franco (1990), preludio de La familia Franco, S.A., que salió a la venta en 2019 y cuya continuación, Los ricos de Franco, llega esta semana a librerías. La editorial ha elegido como frase promocional una pronunciada por el dictador el 21 de agosto de 1942: "Nuestra Cruzada es la única lucha en la que los ricos que fueron a la guerra salieron más ricos".

"Quedan muchas preguntas sin respuesta y muchas cuestiones pendientes desde el punto de vista democrático. La Transición supuso una ley del silencio, una simulaciónley del silencio. No molestar a los Franco fue otro de los precios de la transición política española. En mi nuevo libro, amplío el foco y relato la historia y el enriquecimiento de empresarios, banqueros y buscavidas que se aprovecharon del manto protector de Franco y que utilizaron a la familia del dictador para enriquecerse". Es decir, cuenta cómo se fraguaron las grandes fortunas desde la guerra civil, los negocios oscuros, el gran estraperlo, el poder de los bancos en el tejido empresarial emergente; cómo se gestó un capitalismo franquista que siguió marcando nuestro ritmo durante la democracia, perpetuando los apellidos y las grandes familias.

La historia que no cesa

De la necesidad de seguir investigando queda poca duda. Lo peculiar del caso español es que Franco sigue siendo un actor relevante de la vida política: el año pasado, la exhumación; este año el folletín del Pazo de Meirás… Es nuestra particular historia interminable. "La historia es un continuo y fluye constantemente. Los acontecimientos, los hechos y las realidades cotidianas que marcan y definen una época pueden ser analizadas desde prismas distintos", explica Calvo Poyato. La obligación del historiador es afrontar ese análisis con honestidad, buscando la verdad de lo acaecido. "Son admisibles las interpretaciones, dejando claro que se trata de interpretaciones. Lo que no me parece aceptable, desde la perspectiva histórica, es utilizar políticamente hechos del pasado con fines poco confesables. Cosa se suele hacer desde las diferentes posiciones ideológicas".

¿Qué queda por contar? Para él, "tal vez, queden pocas cosas concretas por conocer, aunque todavía nos pueden quedar testimonios orales de personas que lo conocieron y tuvieron contacto con él". Pero los historiadores tienen la obligación de analizar el comportamiento y las actuaciones de los personajes de la historia a la luz de nuevas revelaciones, nuevos materiales, "más allá de que la historia suele ser repensada y planteada desde puntos de vista diferentes por cada generación".

Por el contrario, Sánchez Soler cree que faltan datos, contextualizar los hechos, tener acceso a archivos que aun hoy son imposibles de consultar. "La historia de Franco y su régimen fue falsificada durante sus años de poder, machaconamente, al estilo goebbelsiano. Se impuso un relato propagandista lleno de mentiras y medias verdades, con datos sesgados e interpretaciones rimbombantes (como aquella del centinela de Occidente), que fue repetido por hagiógrafos, historiadores afines y políticos franquistas (patrocinados desde el ministerio de Información, principalmente)". El mismo relato que siguen manteniendo hoy los nostálgicos del Régimen y sus nuevos voceros políticos.

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José Calvo Poyato afirma que, durante muchos años, nuestra historia más reciente ha resultado particularmente atractiva porque se ha interpretado de forma muy diferente. "Durante la dictadura de Franco se abominaba de la República y la política, considera algo nefasto o se presentaba a los comunistas como seres que tenían poco humanos. Luego se modificaron los planteamientos. Hay quien presenta a la República como algo idílico que conlleva toda clase de bienes y bondades. Ni lo uno ni lo otro. Pero eso tiene su público. Se han vendido muchos libros sobre Franco y sobre la Guerra Civil, que es uno de los acontecimientos históricos que más bibliografía ha generado en el mundo. También sobre la dictadura".

Mariano Sánchez Soler responde de manera más directa. "No es cuestión de apellido. Hasta ahora, el tema interesaba a un sector muy concreto de la sociedad española. En los dos últimos años, sí que existe una voluntad más amplia por querer conocer la verdad, una indignación conforme se van revelando los datos y los hechos reales de nuestra historia reciente, investigados y documentados. Ha cambiado la sensibilidad, quizás porque una nueva generación nacida en la democracia quiere saber. Contar la verdad, de una vez por todas, es el único reclamo de un buen libro".

Él, y lo dice en el curso de la conversación, suscribe lo dicho por Cervantes: "La verdad debe saltar sobre la mentira como el aceite sobre el agua".

Españoles, Franco se sigue publicando. Andaba yo planteándome escribir sobre este subgénero editorial, muy vivo 45 años después de la muerte (20 de noviembre de 1975) del dictador, cuando llegó a mi buzón electrónico un correo de Ricardo Artola presentándome algunos títulos de su editorial Arzalia, entre ellos, La España austera. Del fin del racionamiento a la muerte de Franco.

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