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'NACIDO EN GAZA', NOMINADO AL MEJOR DOCUMENTAL

La guerra contada por niños

Un fotograma de 'Nacido en Gaza'.

Nacer en guerra y vivir continuamente en ella. Así son las vidas de los niños palestinos y así las retrata el argentino Hernán Zin en su último documental, Nacido en Gaza, que se estrena este viernes, y que ha sido producido por el periodista Jon Sistiaga y la cantante Bebe. La película fue rodada durante la ofensiva de Israel en la franja de Gaza en el verano de este año, la operación Margen Protector. Un ataque que, como recuerda el filme, dejó 506 niños muertos y otros 3.598 heridos. 

Hernán Zin conoce bien la realidad de enfrentamientos como el que existe entre Palestina e Israel. "He trabajado en muchos de los conflictos del último siglo: Somalia, Sudán, Congo... Pero como Gaza no hay ningún otro. Se trata de una ocupación de tintes coloniales que en pleno siglo XXI es impensable. Es una guerra de ocupación ilegal. Israel nunca ha respetado la hoja de ruta de la legalidad internacional", señala Zin. "Gaza es un gran gueto en donde se prueban todas las armas y técnicas de combate que después se usan en otros sitios, es un laboratorio. He visto muchas técnicas, Israel desarrolla muchas de ellas en lugares como Gaza".

Lo que llevó a Zin a volver a Gaza fue la muerte de cuatro niños en una playa a causa de los disparos del ejército israelí. "Estaba rodando en México cuando mis amigos en Gaza me contaron lo que estaba sucediendo. "Cuando supe lo de los niños que mataron en la playa, me dije: 'Tengo que estar allí'".

El documental se centra en diez menores palestinos, en su día a día bajo las bombas. Uno de ellos, Mohamed, ha dejado el colegio para ayudar a su familia. Todos los días coge su carretilla y vagabundea por los vertederos de la ciudad –de lo que queda de ella– en busca de plásticos para luego venderlos. “Con el dinero que saco ayudo a mis padres y a mi familia” ¿Y qué es lo que saca? Cinco shekel al día, lo que equivale un euro. Mohamed cuenta que mientras trabaja se encuentra bombas entre los escombros.

La película muestra lo conscientes que son los niños, a tan temprana edad, de lo que significa una guerra y de la situación tan complicada en la que está sumergido su país, incapaz de lograr salir a flote, pues, como bien dicen algunos de los ciudadanos que aparecen en la película, cada cierto tiempo vuelven a caer bombas israelíes sobre sus casas.

El director comenta que para los niños palestinos, "Israel es una entidad supraterrenal y todopoderosa que los castiga, los condena y los bombardea". "La relación palestino-israelí se ha roto, ahora están los muros. Israel quiere que los palestinos desparezcan de Palestina", señala Zin, quien apunta que su trabajo y el de sus compañeros ha sido "contar la visión de los niños".

Las calles de la ciudad de Gaza muestran edificios derruidos y chiquillos que juegan entre los restos de lo que antes eran sus casas. Algunos miran a cámara, otros la ignoran. Miradas que no reflejan más que desaliento, una temprana y forzada madurez, señal de que han sido víctimas de vivencias demasiado duras, demasiado reales para unos inocentes niños. Tienen miradas rotas.

"Vi cómo mataban a mi hermano"

Udai cuenta que su padre tenía una fábrica de refrescos. Fue bombardeada con gente en el interior. Su hermano Mohamed, de 22 años, murió durante otro ataque con bombas: “Vi cómo lo mataban. Estaba repartiendo refrescos en su carro y lo alcanzaron. “Mi hermano me quería mucho, me llevaba siempre con él”, recuerda entre lágrimas. Udai tiene pesadillas, dice que ve a su hermano.

Mahmud relata cómo los soldados israelíes destruyen todo a su paso. Sus padres son dueños de una granja situada a 1,5 kilómetros de la frontera con Israel. “Las excavadoras han destruido 11 veces nuestra granja entre 2001 y 2014. Arrasaron nuestra tierra sin motivo alguno. Nosotros somos agricultores pacíficos”, dice. Tras el último ataque israelí, Mahmud se considera “afortunado”: “Esta vez hemos sido afortunados, porque no se murió nadie de la familia o de los vecinos”.

Los niños de Gaza tienen sueños, quieren ser ingenieros agrónomos, médicos o profesores, y poder ir al colegio sin tener que pasar miedo, “igual que la gente normal, sin bombas”, dice uno. Otra niña dice que se siente “agradecida” porque “hay niños que han muerto y otros que están mucho peor” que ella. Más de 400.000 niños necesitan ayuda psicológica.

Tres meses después, en octubre, el equipo de rodaje volvió a la franja para documentar los cambios tras el fin de la ofensiva. "La cosa seguía igual de mal. Israel no deja entrar ayuda humanitaria, no pueden salir a pescar. He acompañado a niños a la frontera para operarse y no les dejaban salir de Palestina", recuerda Zin. Todos los niños tienen un mismo temor: que vuelva la guerra.

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