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Libros

Harry Quebert es un caso

Portada de 'La verdad sobre el caso Harry Quebert'.

EVA ORÚE

En este país poco dado a los consensos, hay un asunto sobre el que parece haber acuerdo general: el libro del momento es La verdad sobre el caso Harry Quebert, de Joël Dicker (Alfaguara). ¿Ha vendido mucho? Nielsen, el medidor más fiable del sector editorial, contabilizó hasta el pasado 11 de agosto unas ventas de 72.733 ejemplares. Y el día 3, la agencia Efe decretó que era “el libro más leído de este verano”, si bien la noticia (en cuyo titular aparecía el verbo “arrasa”) no daba cifras. en cuyo titular aparecía el verbo “arrasa”

¿Merece esas ventas? “Es un libro ingenuo que, para mi gusto, toma al lector (o, al menos a mí), por imbécil”, afirma Carmen Posadas. “No le niego valor, [pero] no me ha gustado”, dice Lorenzo Silva. “Previsible, cursi, reiterativa, inverosímil y estúpida”, sentencia Alicia Giménez Bartlett. "A mi me encantó", asegura Use Lahoz. Pero vayamos por partes.

Todo el mundo habla

De la novela se ha dicho casi de todo, incluso que es “la gran novela americana” de nuestros días, filiación que el propio autor desmintió en La Vanguardia: “¡Pertenece a la literatura francesa, aunque suceda en EE.UU! Si el escenario fuera India, nadie habría dicho que es una novela india”.

Pero, más allá (o más acá) de las hipérboles, lo cierto es que los lectores la han plebiscitado (hablando de hipérboles…). Que personas que nunca se ocupan de estas cuestiones se han animado a recomendarla.

Y que la editorial ha convencido a libreros y periodistas para que hablen bien de ella en un vídeo promocional.

También ha merecido la atención de algunos escritores. “Es, sin duda, un homenaje a Lolita de Nabokov, aunque en clave ligera —escribió Iván Thays en su blog Moleskine literario—. Uno puede pasar un buen momento con ella (de ahí el súperéxito de ventas, aunque también tuvo estupendas críticas en Francia) si no le pide demasiado.”

“Pertenece a ese tipo de literatura que genera literatura, es decir, que invita a continuar inventando novelas —escribió Justo Navarro en El País—. Su simplicidad, sencillez o facilidad es solo aparente, y de eso trata el caso Quebert: de la costumbre humana de simular, fingir y mentir”.

¿Es la opinión generalizada?

Hemos intentado averiguarlo y, créannos, no ha sido fácil.

Unos aseguran que no la han leído: “Los veranos, desde hace unos años, los dedico a releer a los autores que me han gustado alguna vez. Este verano he vuelto a El idiota y Los hermanos Karamazov, me temo que nada más alejado de los fenómenos editoriales del año”, contestó Gustavo Martín Garzo. O que no la conocen: “La verdad es que no sé siquiera de qué libro me hablas”, alegó Fernando Marías. Otros declinaron la invitación: “Gracias por el convite, pero paso”, respondió Rodrigo Fresán.

Por ello, agradecemos de manera muy especial la colaboración de los cuatro escritores, Carmen Posadas, Lorenzo Silva, Alicia Giménez Bartlett y Use Lahoz, que han accedido a satisfacer nuestra curiosidad.

“Siempre que se produce un fenómeno editorial me apresuro a ver de qué va —nos dice Carmen Posadas—. A veces me llevo gratas sorpresas pero, me temo que no es este caso.”

Entre las cosas buenas, Posadas destaca que “tiene buen pulso narrativo, la historia del escritor y su mentor tiene encanto, también logra mantener interesado al lector con qué pudo pasar con la tal Nola (un poco al estilo Twin PeaksTwin Peaks) y por fin es muy hábil al hacer varias piruetas hacia el final del libro para que el lector crea que el asesino es uno y luego otro, etc., etc.”. Dicho lo cual, razona su decepción: “El libro me parece un síntoma de nuestro tiempo, y no para bien. Es un libro ingenuo que, para mi gusto, toma al lector (o, al menos a mí), por imbécil, los personajes son estereotipados, los diálogos repetitivos, las reflexiones intelectuales dignas de un libro de autoayuda (y uno malo, además).”

Tampoco le ha gustado a Lorenzo Silva. “Líbreme Dios de despreciar jamás el trabajo de un escritor que tiene la determinación de serlo y que lo intenta y lo consigue en más de una página, como es el caso de Joël Dicker. Pero como lector, y poco amigo de la hipocresía, he de decir que su libro, al que no le niego valor, no me ha gustado.”

Aunque los motivos de ese disgusto son varios, se centra en dos. “El primero, que una pista clave sea un Chevrolet Monte Carlo negro y que para cuadrar carambolas el autor necesite que al final haya nada menos que tres coches de ese mismo modelo y color (en un pueblo ínfimo) y que aun así sus consecutivas apariciones sean una sorpresa. El segundo tiene que ver con mi concepto de la novela de crímenes e intriga, que curiosamente hace un par de semanas me pidieron condensar en un decálogo. He sometido la novela de Dicker al test de ese decálogo y creo poder concluir que incumple las reglas 1, 2, 3, 4 y 9 con claridad, y dependiendo del lector las reglas 6, 7 y 8 (conmigo, sin duda). Sería pues muy incoherente por mi parte que me gustara.”

De los escritores que han aceptado nuestra invitación, sin duda la más contundente ha sido Alicia Giménez-Bartlett. “Leí la novela y me pareció deleznable: previsible, cursi, reiterativa, inverosímil y estúpida, aparte de hinchada en páginas. Ya ves que no es una opinión muy ponderada porque habrá quien le encuentre cosas buenas. A mí me puso de los nervios.”

“Leí la novela en París el diciembre pasado en francés. Prácticamente no salí de casa por su culpa. En tres días me la devoré... me arrebató", dice Use Lahoz, el más satisfecho de los escritores con la lectura. "Desde entonces no dejé de recomendarla a mis amigos de Francia, muchos ya la conocían porque aquí ya tenía recorrido y luego supe que se editaba en España. Lo único que no me convencía eran sus conversaciones con la madre, lo demás me encanta: la trama, el andamiaje, el personaje escritor y, por supuesto las reglas de creación del antiguo profesor. A mi me encantó.”

A Posadas le queda la esperanza de que La verdad sobre el caso Harry Quebert  "haga nuevos lectores y que, esos lectores, con el tiempo, se vuelvan un poquito —no pido mucho— un poquito más exigentes”.

*Este artículo ha sido modificado el 9 de septiembre para añadir la opinión del escritor Use Lahoz. 

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