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He visto cosas que no creeríais... niños leyendo

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"El libro infantil y juvenil demostró una mayor resistencia que el sector en su conjunto ante las embestidas de la crisis económica, pero a partir de 2011 empezó a sufrir una ligera caída, que se vio intensificada durante 2012 y 2013. Tras tres años consecutivos de descensos, en 2014 el libro infantil y juvenil aumentó un 3% su facturación, lo que marca un cambio de tendencia y cierta recuperación, al menos respecto a las ventas, y de manera más significativa que el sector en su conjunto". Lo leímos en la Panorámica de la edición de libros 2016: la "especial fortaleza" de este subsector lo convierte en uno de los "más consolidados y maduros" y, pese al contexto socioeconómico tan complejo, sigue siendo "uno de los principales motores del sector editorial en España, el tercero en facturación, tras Texto no universitario y Literatura".

Capítulo primero: de niños lectores

Érase una vez un país en el que los adultos apenas leían en tanto que los más pequeños devoraban libros. O esa era la idea que se había instalado, aunque Pablo Cruz, editor de Anaya Infantil y Juvenil, afirma que, "si nos fijamos en las estadísticas, la gente lee ahora más que antes, aunque pueda parecer lo contrario". Lo cual no invalida la mayor: en efecto, "la mayor parte de los niños son lectores", y "los índices de lectura descienden a partir de la etapa de Educación Secundaria".

Muchos niños son lectores porque, en efecto, su ambiente quiere que lo sean. Incluso padres que nunca hojean un libro pueden ser conscientes de que, como decía aquel eslogan de promoción de la lectura, un libro ayuda a triunfar. Además, nos recuerda Cristina Puig, socia fundadora de Boolino, según una encuesta realizada en 2015 a niños entre 8 y 12 años "el 87% de los niños dicen que les gusta leer porque es el momento que tienen para estar con sus padres". Leer con ellos desde que son pequeños, "10 minutos al día es suficiente durante los primeros años, después dejar que lean las imágenes e invitarles a leer y cuando son más mayores, dejar que escojan sus lecturas y leyéndolas también".

No hay fórmulas mágicas, dice Puig, "el secreto está en dedicarles tiempo". Pero hay un momento en el que todo cambia: la adolescencia que, podríamos decir, es un antídoto contra la lectura. "Hay un período crítico a partir de los 15-16 años tras el cual sólo vuelve a la lectura un porcentaje pequeño de quienes a los 10-12 años leía con fruición", asegura Ricard Ruiz Garzón, escritor, ganador de la última edición del Premio Edebé de Literatura Infantil con La Inmortal. En su opinión, es algo lógico, "se trata de una edad en la que pasan y se descubren muchas cosas, y el libro en su parte de ocio tiene hoy mucha competencia". Lo que es una desgracia es que pasado ese periodo de turbulencias, "el retorno sea tan bajo", algo que tiene que ver "con la desidia general hacia la cultura y las humanidades que fomentan buena parte de la política y la economía actuales" y "con la poca consideración que tiene la cultura en el mundo adulto".

A Vicente Ferrer, editor de la editorial infantil Media Vaca, le parece lógico: el niño que ve que los adultos no leen (y, a pesar de eso, viven más o menos contentos) no va a quedar muy convencido de la necesidad de leer. "En la etapa de formación de los niños, los modelos son importantes. ¿Qué modelos de éxito a través de la lectura les ofrecemos? Sabemos que el actual presidente del Gobierno español es aficionado al fútbol, pero si es un admirador de Julio Camba o de Ernestina de Champourcín, eso no lo sabemos. El papel de los medios de comunicación, que es clave en las modernas sociedades, deja mucho que desear en este sentido".

Capítulo segundo: de valores y malos rollos

Ferrer defiende que "la literatura debe hacer crecer nuestra imaginación y hacernos lectores informados y críticos. Para educar en valores están los padres, que transmiten fundamentalmente un ejemplo, y los maestros".

Y sin embargo, muchos siguen viendo el libro para niños como una herramienta de proselitismo ético. Es evidente que cualquier libro, infantil o adulto, contiene valores porque el autor, a través de la historia y de los personajes, nos transmite su visión del mundo, de las relaciones personales, de cualidades y defectos humanos… "El problema –admite el editor de Anaya infantil– es que, en ocasiones, el mensaje es tan evidente que se olvida la parte literaria para centrarse solo en la parte didáctica", y eso es "contraproducente".

Ruiz Garzón abunda en esta idea: la literatura infantil tiene que hacer pensar en valores, sí, "pero no desde el adoctrinamiento sino desde la reflexión. Lo principal es contar una buena historia, y a partir de ahí ayudar a crear lectores con espíritu crítico. Inculcar el modo de pensar o comportarse sin más es hacer literatura transversal o con mensaje, y la literatura moralista o dogmática es por definición mala literatura".

Lo cual lleva a preguntarse cuánta literatura hay en la literatura infantil. "Hay mucha y buena, pero no toda lo es, desde luego, ni siquiera lo es la mayoría. Hay mucho autor para adultos intentando vender para niños a base de convencer a los padres, hay demasiado autor infantil que trata a los niños como adultos sin hacer, hay buenos artesanos incapaces sin embargo de conectar con el niño que eran y hasta hay, y no de forma aislada, autores infantiles de éxito para los cuales escribir bien para niños consiste simplemente en ponerlo todo fácil". Lo cual no debe impedirnos identificar a esos autores extraordinarios "a los que no se les reconoce como se debiera porque la literatura infantil y juvenil no tiene suficiente predicamento en los medios de comunicación".

En cualquier caso, y aquí quien habla es Vicente Ferrer, "todo lo que digamos a este respecto sobre la literatura infantil habría que decirlo también sobre la literatura en general".

Capítulo tercero: de libros y Transformers

A la confusión en torno a la calidad literaria contribuye el hecho de que hay quien juzga con estándares literarios libros que, en realidad, son juguetes. Y conviene distinguir, aunque los límites, admite el editor de Media Vaca, no siempre estén claros y al mercado no siempre le interese diferenciar "porque siempre se vende mejor el juguete que la literatura. Los libros que son literatura nos ofrecen herramientas para inventarnos nuestros propios juegos y juguetes. Los otros, los que solo son juguetes, nos duran una temporada y se acaban rompiendo".

Lo evidente es que el libro infantil del presente ya no es como era, y que cambiará más, sobre todo por la vía del transmedia. "No soy nada apocalíptico, creo en la inminente hibridación entre el sector editorial y el tecnológico", dice Ruiz Garzón. Es más, la literatura infantil siempre ha sido un laboratorio para probar cosas nuevas, del librojuego al Wonderbook y del pictograma al audiolibro, "pero eso no la debilita: la convierte en punta de lanza. En cualquier caso, el hecho de que la literatura infantil se adapte y hasta abandere esos cambios siempre me parece mejor que la opción de que se someta a los designios de los fabricantes de gadgets".

De ahí la necesidad de que los hacen contenidos se entiendan "con los que hacen nuevos continentes o seremos sustituidos por otros generadores de contenidos a los que sólo les importe la competitividad", una palabra que él odia y contra los efectos de la cual ha escrito un libro sobre ganar y perder como es La Inmortal.

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Capítulo final: cambiar para que siga siendo igual

Es innegable que hay nuevos géneros que están entrando con mucha fuerza porque los niños y jóvenes los adoptan de manera natural, como dice Cristina Puig, son multi formato y multi dispositivo "pero siempre (y esto es importante), parten de un libro". Además, la tecnología nos permite explorar nuevos modos de atrapar al lector. "Una de ellas es Fiction Express, una herramienta de lectura que lo que propone es que los lectores decidan el argumento que un autor escribe en tiempo real. Esta técnica de hacer participar al espectador ya se utiliza en televisión pero nunca se había utilizado como solución de lectura. Dejando a los niños decidir, se logra que lean un libro por mes y que además, se sientan parte de la historia, porque lo son". Se trata, pues, de una metodología que aprovecha el formato del e-book y la hiperconexión de los niños para ofrecerles un libro ideado por ellos pero escrito por un autor. "¿No es eso una garantía de éxito para aumentar los índices de lectura por un lado y para garantizar series y libros de éxito por el otro?"

Es convicción de Puig que si dejamos a los niños participar más de la lectura en toda su amplitud, lograremos una sociedad mucho más lectora y preparada para los retos del futuro. Lo cual, como ya apuntaba Ruiz Garzón y es evidente, a tenor de los estudios, no desterrará al tradicional libro en papel, que sigue siendo –dice Pablo Cruz– el formato de más éxito, "aunque eso no quita para que en el futuro se desarrollen otras variantes. Lo importante es que sigan siendo libros, que el lector tenga que participar en la descodificación de la historia, y no sea un mero espectador".

"El libro infantil y juvenil demostró una mayor resistencia que el sector en su conjunto ante las embestidas de la crisis económica, pero a partir de 2011 empezó a sufrir una ligera caída, que se vio intensificada durante 2012 y 2013. Tras tres años consecutivos de descensos, en 2014 el libro infantil y juvenil aumentó un 3% su facturación, lo que marca un cambio de tendencia y cierta recuperación, al menos respecto a las ventas, y de manera más significativa que el sector en su conjunto". Lo leímos en la Panorámica de la edición de libros 2016: la "especial fortaleza" de este subsector lo convierte en uno de los "más consolidados y maduros" y, pese al contexto socioeconómico tan complejo, sigue siendo "uno de los principales motores del sector editorial en España, el tercero en facturación, tras Texto no universitario y Literatura".

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