Hilma af Klint, la pionera del arte abstracto para la que el mundo no estaba preparado

Hilma af Klint

El arte abstracto es uno de los grandes incomprendidos de la historia del arte. La apreciación artística suele ir a menudo ligada a la comprensión. Nos suele gustar más aquello que podemos entender y con lo que estamos familiarizados. Por ello la abstracción supone un desafío constante. La ausencia de formas reconocibles o la expresión libre son para muchas personas una barrera que les impide disfrutar y apreciar esta corriente artística. Y si actualmente la apreciación sigue siendo reducida, en el momento en el que salieron a la luz las primeras pinturas abstractas (a principios del siglo XX) el rechazo fue aún mayor. 

Si hablamos de los padres de la abstracción, la historia del arte señala los nombres de Vasili Kandinsky, Piet Mondrian, Kazimir Malévich o František Kupka. De hecho, Kandinsky se proclamó a través de una carta a su galerista en Nueva York en 1935 como el autor del primer cuadro abstracto de la historia (en referencia a una acuarela que pintó en 1910). Sin embargo, si hablamos del verdadero pionero del arte abstracto, el nombre es femenino. Casi cinco años antes de que Kandinsky firmara la que creía “la primera pintura abstracta del mundo”, Hilma af Klint ya había creado una serie de obras no figurativas. 

Esta pintora sueca nació en el seno de una familia adinerada en 1862, y consiguió estudiar en la Real Academia de Bellas Artes de Estocolmo de 1882 a 1887. Allí aprendió a pintar retratos y paisajes, llegando a destacar entre el resto de alumnos. Así, Hilma af Klint perteneció a la primera generación de mujeres europeas que tuvieron la oportunidad de estudiar en escuelas de arte. Tal era su talento que consiguió alcanzar el éxito como pintora naturalista y vivir de sus cuadros de paisajes y retratos.

Sin embargo, su condición de mujer la excluyó de los grupos artísticos prominentes de la época. Aunque compartieron aulas, los pintores continuaban considerando que la creación artística era una actividad reservada para ellos, mientras que las mujeres, según la percepción de la época, debían dedicarse a roles más tradicionales, como formar una familia. Esta discriminación de género que prevalecía en los círculos artísticos, mayoritariamente dirigidos por hombres, tuvo un impacto significativo en la visibilidad y la participación plena de Hilma af Klint en dicho entorno.

Interés por lo esotérico

Es más que conocido el interés que tuvo esta pintora por el mundo del espiritismo o lo esotérico. Estas corrientes de pensamiento alternativas, originarias de Estados Unidos, habían ganado popularidad en Europa y atrajeron a otros artistas como Kandinsky o Mondrian. Estas creencias fueron clave para la trayectoria artística de Hilma af Klint, llegando a crear junto a otras cuatro amigas un grupo llamado “De Fem” o “Las Cinco”.

Acompañada, la pintora practicó sesiones de meditación y espiritismo que le sirvieron de inspiración para sus obras. En estas sesiones las mujeres entraban en contacto con “guías espirituales” provenientes de otras dimensiones. De hecho, Hilma af Klint aseguró que estos “Altos Maestros” la invitaron a compartir con el mundo sus experiencias en esa dimensión espiritual. Es así como nace la primera serie de pinturas abstractas del mundo, a la que la artista llamó Las pinturas para el templo. Arantza Pardo, profesora en la Universidad de Oporto, destaca lo innovador del grupo “De Fem”, donde se realizaron “dibujos automáticos y cadáveres exquisitos 30 años antes de que los realizasen los surrealistas”. 

A partir de aquí la trayectoria artística de Hilma af Klint cambió por completo. Abandonó los retratos y los paisajes para centrarse en el arte no figurativo. Entre los años 1906 y 1912 la pintora compuso los 193 cuadros que conforman Las pinturas para el templo. La artista acompañó a estas pinturas de un libro de casi dos mil páginas titulado Estudios de la vida espiritual; además, escribió a lo largo de los años decenas de textos donde teorizaba y analizaba sus propias obras. Pardo se pregunta cómo es posible que a día de hoy se siga diciendo que Kandinsky pintó la primera obra abstracta en 1910, cuando la pionera fue Hilma af Klint en 1906.

Por su parte, Raquel, historiadora del arte, gestora cultural y divulgadora en redes sociales bajo el nombre de @romaquel, explica que la principal razón por la que considera que esto sucede es por el "canon artístico". La historiadora asegura a infoLibre: "En primer lugar, la obra de Hilma se reveló en 1986 y ‘El canon occidental’ de Harold Bloom se publicó en 1994, realmente no pasó mucho tiempo entre ambos eventos y los postulados de Bloom no solo fueron bien recibidos, sino que se asentaron en el ideario museístico y, por consiguiente, en el académico y en el popular. Ya ni siquiera hay que tener en cuenta si esas artistas habían tenido éxito o no en sus carreras, sin contar escasísimas excepciones, todas acababan en el mismo sitio: el cajón del olvido. Este canon ha sido una gran piedra en el zapato de las artistas pues estableció que, por lo general, su obra, o ellas mismas, no eran lo suficientemente interesantes como para estar colgadas de las paredes de un museo o, tan siquiera, aparecer en un libro de Historia del Arte. En segundo lugar, además de esto hay que tener en cuenta que, en el caso concreto de Hilma, ella no participó en exposiciones ni eventos con otros/as artistas por lo que eso hace bastante difícil que pases a la historia. Los salones de exposiciones eran trascendentales para que los artistas fueran conocidos, era el lugar donde se encontraban la comunidad artística".

El público no estaba preparado para su arte

Hilma af Klint también fue partícipe de su propio desconocimiento. La pintora dio indicaciones a su familia de no mostrar su arte al público hasta que hubieran pasado al menos veinte años después de su muerte. La artista estaba convencida de que el público del momento no estaba preparado para ver sus cuadros. A pesar de que murió en 1944, la primera exposición en la que se pudieron ver sus cuadros tuvo que esperar hasta 1986. Con el nombre de The Spiritual in Art: Abstract Painting 1890-1985, el Museo de Arte del Condado de Los Ángeles acogía por primera vez la obra de Hilma af Klint. Marco Pasi, profesor en la Universidad de Amsterdam, en un escrito sobre la relación entre el esoterismo occidental y la creación artística en Hilma af Klint, asegura que esta fue la “primera exposición importante que consolidó la presencia de lo esotérico y de los temas espirituales en el arte del siglo XX”. A pesar de que este fue el punto de partida para el reconocimiento de la artista, se habían consolidado como “padres del arte abstracto” Kandinsky, Mondrian y Malévich, dejando a Hilma af Klint relegada a un segundo plano. De hecho, un artículo de National Geographic asegura que fueron muchos los museos que rechazaron “incluir sus cuadros en las colecciones de arte abstracto”. 

Su obra, a diferencia de otros artistas de la época, no tenía como intención experimentar con la abstracción formal y cromática, sino plasmar de la manera más fiel posible el mundo al que tenía acceso en sus sesiones espirituales. Esto ha hecho que a lo largo de los años su figura haya sido puesta en duda. Porque si ser mujer era suficiente para menospreciar su obra, el interés que tuvo por lo esotérico fue un añadido. Además, historiadores señalan que, si bien es cierto que en la pintora fue clave para su creación artística, otros pintores como Kandinsky también tuvieron gran contacto con las experiencias esotéricas (y estas influyeron en sus cuadros). La historiadora @romaquel está de acuerdo en que “cuestiones como el espiritismo no eran bien vistas por la sociedad, y menos en el siglo XIX; eran bastante menospreciadas y juzgadas”. 

Emily Warren Roebling, la ingeniera que hizo posible (desde las sombras) el puente de Brooklyn

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La historiadora añade que “las obras de Hilma no tienen nada de menos en comparación con las de Kandinsky u otro artista abstracto”. “Ambos persiguen propósitos artísticos totalmente diferentes, pero eso no hace que ambos posean dos líneas de trabajo maravillosas y realmente interesantes, la espiritualidad y la música, respectivamente”, apunta. 

Historiadores e historiadoras que han estudiado la figura de Hilma af Klint están de acuerdo en la importancia de su contribución al mundo del arte. Sin embargo, algunos creen que su valía o trascendencia no radica en ser la pionera del arte abstracto. El historiador Marco Pasi escribe: “Parece que lo más importante no es decidir qué artista fue el primero en producir imágenes abstractas, como si de una competición se tratase, sino cómo una artista en la situación de af Klint (que era relativamente marginal, tanto geográfica como personalmente) pudo desarrollar un nuevo estilo visual”. Porque, como señala @romaquel, Hilma af Klint “forma parte de ese conjunto de artistas que son absolutamente imprescindibles para comprender el complejo mundo de la abstracción y vital para entender qué motivaba a mujeres de aquella época como ella o como Georgiana Houghton (otra artista nacida en Las Palmas de Gran Canaria que se trasladó al Reino Unido y formó parte de estas prácticas espiritistas que eran llevadas a los lienzos)”. Añade cómo a su parecer “su obra marca un punto de inflexión en la concepción misma del arte pues nos ofrece una visión personal de la gestión de la pérdida y la tristeza, a la par que una representación muy interesante sobre cuestiones intangibles, llevadas a los lienzos mediante los cromatismos”. 

Como pintora y como mujer, Hilma af Klint desafió las convenciones de su tiempo y se anticipó a movimientos artísticos que han sido de gran calado en la historia del arte. A pesar de que su obra ha tardado décadas en ser reconocida y valorada, sin duda es una artista que merece la pena recordar.

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