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Emily Warren Roebling, la ingeniera que hizo posible (desde las sombras) el puente de Brooklyn

La ingeniera Emily Warren Roebling en el puente de Booklyn.

En una época histórica en la que las mujeres se enfrentaban a considerables obstáculos para acceder a la educación y asumir roles de responsabilidad, destaca el nombre de Emily Warren Roebling. Esta mujer, que vivió entre los años 1845 y 1903, es considerada la primera Ingeniera Civil de campo y es la responsable de que el famoso puente de Brooklyn siga en pie a día de hoy. 

Aunque Warren Roebling no es considerada la primera ingeniera del mundo (este título recae en Elisa Leonida), sí que ocupó por primera vez el puesto de jefa de obra de la última fase de construcción del puente estadounidense. Esto la convierte en la primera mujer que llevó a cabo la dirección de un proyecto de ingeniería de gran envergadura como es el puente de Brooklyn. El ámbito de la ingeniería era algo exclusivo para hombres, y así lo demuestran los escritos sobre el puente de Brooklyn, en los que rara vez se hace mención a la aportación de Emily Warren Roebling a pesar de que su papel fue crucial. 

Era la undécima de doce hijos en una familia de clase media, lo que le permitió recibir educación en varios ámbitos. Las mujeres de la época recibían formación de labores, costura o pintura, pero Warren fue más allá, y estudió materias que en el momento eran consideradas “masculinas”. Marta Palencia-Lefler, comunicadora y co-creadora del canal de Youtube Mujeres Lila, explica que esta formación fue autodidacta (y que en parte fue posible gracias a la clase a la que pertenecía su familia), ya que “fue excluida de la educación superior, como la mayoría de mujeres en pleno siglo XIX”. Sin embargo, esto no fue un impedimento para que Warren asentara esos conocimientos y los pusiera en práctica más tarde. 

En un principio la construcción estaba a cargo de John Augustus Roebling, suegro de la protagonista y responsable del primer diseño del puente. Sin embargo, un accidente antes de que comenzara la construcción hizo que contrajera tétanos y acabó muriendo. Fue su hijo y marido de Emily, Washington Augustus Roebling, quien ocupó su lugar como ingeniero jefe y responsable de los diseños finales. Con el fin de ayudar a su marido, Warren se especializó en materias de ingeniería civil como las “matemáticas, materiales, las curvas de catenaria…”, según explica un estudio sobre la figura de esta ingeniera. Su autor, Richard G. Weingardt detalla cómo “las habilidades sociales” de Warren así como su “inteligencia” fueron “clave para superar muchos de los inconvenientes” que fueron surgiendo en la construcción del puente mucho antes de que ella se pusiera al frente. 

En 1872, a los tres años de comenzar la construcción del puente, Washington Augustus Roebling enfermó de Caisson (también conocido como enfermedad por descompresión) al pasar demasiado tiempo bajo la superficie durante las obras. Esto le dejó paralítico y parcialmente ciego y sordo, incapacitándole para continuar al cargo del puente. Fue entonces cuando empezó a ser crucial el papel de Emily, quien pasó de ser la intermediaria entre los obreros y su marido para finalmente ocupar por completo su cargo y responsabilidades. Marta Palencia-Lefler asegura que sus estudios en ingeniería civil y su interés por el proyecto fueron claves para que el puente saliera adelante. 

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Con el paso de los años la construcción continuó, y Emily no fue solo la ingeniera jefa, sino que también se encargó del diseño final del puente. Warren se convirtió en “la primera mujer ingeniera jefa a pie de obra de la que se tiene noticia”, pero esto no fue fácil. Palencia-Lefler explica cómo hubo un momento en el que “se iba a perder el cargo de jefe de obra”, ya que el marido de Emily no podía ejercer. Y a pesar de que su mujer le había reemplazado por completo y había asumido sus mismas responsabilidades, “no se planteaba que ella ocupara su lugar”. La comunicadora asegura que los obreros eran conscientes de que la tarea se estaba llevando a cabo, pero no concebían que una mujer ocupara de manera oficial ese puesto de responsabilidad. Palencia-Lefler señala que su marido la apoyó en todo momento, reconociendo su valía como jefa de obra, pero este reconocimiento no estaba acompañado por lo social. De hecho, Palencia-Lefler explica en un vídeo sobre esta Warren que “se le permitió al marido de Emily seguir siendo ingeniero jefe del puente de Brooklyn porque entre otras cosas, cabe recordar que una mujer en pleno siglo XIX no podía figurar en ningún cargo profesional”. Es por esto por lo que muchos escritos sobre su figura se refieren a ella como “the silent builder” (la constructora silenciosa). 

Las obras finalizaron en 1883, convirtiéndose en el puente colgante más grande del mundo y el primero suspendido mediante cables de acero. Palencia-Lefler cuenta que Emily fue la primera persona en cruzarlo. Sin embargo, cree que hay que ver este hecho con cierta mirada crítica: “Si hubiera sido un hombre quien hubiera hecho el diseño y dirigido la obra hasta el final dudo que le hubieran ofrecido cruzarlo en carruaje vestido de manera elegante como se le hizo a ella”. A día de hoy una pequeña placa en el puente sigue recordando el papel que tuvo Emily Warren en esta construcción.

Palencia-Lefler cree que la historia de esta mujer tiene gran importancia en la actualidad, pues es una de las muchas figuras que “destacaron por méritos propios” en una época en la que las mujeres estaban relegadas a un segundo plano. De hecho, la carrera de Emily no terminó con este proyecto, sino que tal era su afán de aprender que cuando las mujeres tuvieron permitido acceder a la educación superior estudió la carrera de Derecho y se hizo abogada con 56 años. Además, en sus últimos años de vida se dedicó a escribir ensayos y a defender los derechos de las mujeres y la igualdad en el matrimonio, consiguiendo inspirar a muchas mujeres en su tiempo, algo que según Palencia-Lefler sigue haciendo a día de hoy. 

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