Hollywood se premia a sí mismo

Antonio G. Maldonado

Ni siquiera las declaraciones del expresidente de Estados Unidos Jimmy Carter en las que afirmaba que Argo es “una buena película pero poco veraz”, han podido impedir que, como auguraban los Globos de Oro, la película de Ben Affleck sobre la operación de rescate de varios diplomáticos de Estados Unidos atrapados en la embajada de Canadá en el Teherán de Jomeini, saliera como la vencedora clara de la gala de los Óscar 2013.

Los premios han estado muy repartidos, como una buena bonoloto, solo que en los Óscar el criterio no es azaroso, y las elecciones de la Academia muestra a las claras la estrecha relación entre el momento anímico y político del país y el destino de las estatuillas. Así, han quedado en un segundo plano con premios técnicos menores películas críticas como La noche más oscura, de Kathryn Bigelow, que filmó con aspereza fílmica la caza a Bin Laden, uso de la tortura incluido. Y se confirma la palpable incomprensión a la psicológica Lincoln de Steven Spielberg, cuyo retrato de las corruptelas parlamentarias y del apoyo hacia la esclavitud de parte del país, lo hacían quizá poco apropiado para un año en el que la psique estadounidense necesitaba una reafirmación de su misión redentora en el mundo. El premio a Daniel Day-Lewis como mejor actor por su papel del presidente que abolió la esclavitud no estaba en discusión. La noche más oscura se hubo de conformar con el casi insultante Óscar a la mejor edición de sonido

Además de Argo (que aparte de la estatuilla a la mejor película se llevó al de mejor montaje y mejor guion adaptado), la noche fue propicia para la mística La vida de Pi, de Ang LeeLa vida de Pi, que mereció el Óscar a la mejor dirección, y que sumó al de mejores efectos visuales, mejor fotografía y mejor banda sonora. Héroes y Dios, una mezcla invencible tan del gusto americano. Quizá la nota menos esperable fue el premio como mejor actriz para Jennifer Lawrence por su papel en El lado bueno de las cosas.

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El histrionismo de Waltz

No hubo demasiadas sorpresas en los mejores actores de reparto. Los Óscar recayeron en Anne Hathaway por su alabado papel en Los miserables (mejor mezcla de sonido, mejor maquillaje y peluquería), y para Christoph Waltz por su atractivo trabajo en Django desencadenado, de Tarantino, cuya película también ganó la estatuilla por mejor guión original. El magnetismo de Waltz en sus histriónicos papeles le hacen un digno heredero de los grandes popes del histrionismo bien llevado de Hollywood.

El premio a la mejor película de habla no inglesa fue para Amor, de Michael Haneke, que competía con filmes de calidad incuestionable, como No, que también pudo estar lastrada por pisar callos políticos (el apoyo estadounidense a la dictadura de Pinochet en Chile) en una gala alérgica a ellos. Por su parte, el Óscar para el mejor documental fue para Searching for sugar man, de Malik Bendjelloull, sobre el extraño cantante latino conocido como Rodríguez.

Ni siquiera las declaraciones del expresidente de Estados Unidos Jimmy Carter en las que afirmaba que Argo es “una buena película pero poco veraz”, han podido impedir que, como auguraban los Globos de Oro, la película de Ben Affleck sobre la operación de rescate de varios diplomáticos de Estados Unidos atrapados en la embajada de Canadá en el Teherán de Jomeini, saliera como la vencedora clara de la gala de los Óscar 2013.

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